Vacuna contra el sufrimiento
Un experimento de terapia génica sobre ratas abre nuevas expectativas para el tratamiento del dolor crónico
29.01.08 -
JOSÉ CARLOS PÉREZ COBO
Tratamiento de dolor con radiofrecuencia. / MIREYA
Mediante la inyección en el canal espinal de la región lumbar de unas ratas de un virus modificado genéticamente para transportar un gen que produce una sustancia que alivia la sensación de dolor, los investigadores han conseguido que los animales dejen de padecer de sufrimiento crónico. Éste es el resumen de un artículo publicado ayer en el 'Proceedings of National Academy of Sciences'. Los prometedores resultados de este interesante experimento los han conseguido un grupo de científicos de la Mount Sinai School of Medicine de Nueva York.
Uno de los problemas más pavorosos a los que se enfrenta la medicina actual es el tratamiento del dolor crónico. Simplificando la definición, resulta fácil distinguir entre lo que se llama el dolor agudo y el crónico. El agudo tiene una causa clara -una enfermedad¯ y desaparece cuando la persona sana. Del dolor crónico puede o no conocerse la causa, incluso los datos clínicos pueden señalar que no hay ninguna patología aparente, pero al menos durante seis meses el paciente se queja de dolor más o menos intenso. Junto con el malestar, el dolor crónico puede causar depresión, rabia e interferir en las actividades diarias.
Una forma frecuente de dolor crónico es el de tipo neuropático, debido a una lesión del sistema nervioso central o periférico. Sus causas pueden ser de lo más variadas: trauma, infección, alteraciones metabólicas, cáncer, intoxicaciones y muchas más, incluida la idiopática, que es la manera fina de decir que se ignora el motivo de la enfermedad. Una persona con un dolor crónico neuropático es una persona que sufre considerablemente. Lo peor de todo es que no hay un verdadero remedio: no todos los individuos responden igual a los tratamientos; algunas de estas terapias presentan considerables efectos secundarios nada convenientes; o el alivio que producen es de corta duración. Una importante vía de investigación de este problema consiste en tratar de que el cuerpo -las neuronas¯ produzcan mayor cantidad de endorfinas. ¿Qué son estas sustancias?
Nuestro sistema nervioso pone puertas de control al dolor. Cuando algo duele es que un receptor nervioso se ha activado. Pudiera ser que su activación fuera excesiva o que no mereciera la pena que la señal del dolor perdure más allá de lo estrictamente imprescindible. También cabe la posibilidad de que esos receptores del dolor se activen sin causa justificada y la sensación dolorosa fuera, entonces, improcedente.
Más endorfinas
El cuerpo controla esto gracias a que algunas neuronas producen unas sustancias que disminuyen la intensidad de la sensación dolorosa. Estos productos químicos son las endorfinas y entre ellas se encuentran los opioides internos. Por ejemplo, la sensación de placer que se siente después de hacer ejercicio se debe, en buena parte, a la liberación de endorfinas que hace nuestro sistema nervioso para eliminar en buena medida el dolor de los músculos cansados.
Así que los investigadores sobre posibles mejoras de las terapias contra el dolor crónico han pensado en aumentar la producción de endorfinas del cuerpo del enfermo. Distintas vías se han intentado, incluida la terapia génica, pero con poco éxito. Ahora podrían cambiar las cosas.
Los investigadores norteamericanos de la Mount Sinai School of Medicine eligieron como modelo experimental a un tipo de ratas que sufren de dolor neuropático, debido, naturalmente, a la manipulación a la que le han sometido los investigadores. Trataron de conseguir que los roedores sintieran menos dolor haciendo que las neuronas de su médula espinal produjeran mayores cantidades de endorfinas. Para ello crearon un vector génico: un virus que porta un gen cuyo producto es una concreta endorfina. A la rata se le inyectaba el vector en el canal espinal -el líquido cefalorraquídeo¯ de la región lumbar y se esperaba que el virus traspasara el gen a las neuronas de la zona.
En efecto, ocurrió. Las ratas manifestaron menor sensibilidad al dolor. Además, las pruebas histológicas demostraron que esas neuronas efectivamente producían ingentes cantidades de endorfinas. Lo que es más, si se le suministraba a la rata un fármaco inhibidor de las endorfinas, se producía un mayor dolor, lo que demostraba que el efecto analgésico se lograba por las endorfinas y no por otra cosa.
En fin, el alivio duraba por lo menos seis meses, el máximo tiempo de prueba.
El experimento resulta relevante primero por su efectividad: una sola dosis y seis meses como mínimo de alivio. Y después por sus características técnicas: por ejemplo, la inyección para una persona, calculada a partir de la necesaria para la rata, sería muy pequeña. Es, pues, una vía prometedora. Pero, mucha atención, aún falta mucho para poderla generalizar.
Hay que demostrar, ante todo, que es un proceso inocuo o razonablemente poco peligroso. Esto es, que la inyección del virus no produce ninguna toxicidad asociada o efectos secundarios graves. Y luego, mediante las correspondientes pruebas clínicas, se debe comprobar que esta especie de 'vacuna' resulta eficaz en humanos. Pero no deja de ser interesante esta aplicación de la ingeniería genética para conseguir eliminar los dolores intratables.
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