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Un embrión es casi tan efectivo como varios en fertilización

lunes, 2 de noviembre de 2009

Un embrión es casi tan efectivo como varios en fertilización
miércoles 28 de octubre de 2009

Por Gene Emery

BOSTON (Reuters) - Las mujeres que reciben inicialmente sólo un embrión durante la fertilización in vitro tienen la misma posibilidad de tener un hijo que las mujeres que ocupan dos implantes, informaron investigadores suecos el miércoles.

La investigación, que continúa un estudio del 2004, se realizó ante la extendida preocupación sobre los riesgos de salud para las madres y bebés asociados a nacimientos múltiples, que ocurren habitualmente cuando se implanta más de un embrión mediante la tecnología de bebés de tuvo de ensayo.

La doctora Ann Thurin-Kjellberg de la Universidad de Gotemburgo y sus colegas informaron en el New England Journal of Medicine que inicialmente dieron a 661 mujeres uno u dos embriones.

Si no quedaban embarazadas, recibían embriones que habían sido congelados y descongelados. En cada intento se implantaron uno u dos embriones congelados, y se realizaron hasta cuatro intentos.

El 53 por ciento de las mujeres implantadas con un embrión dieron a luz en el intento inicial, comparado con el 57 por ciento que recibió dos embriones en el primer intento, una diferencia insignificante, declararon los investigadores.

Sin embargo, hubo una gran diferencia en las posibilidades de tener gemelos o bebés prematuros.

Las mujeres que recibieron dos embriones tuvieron una tasa de nacimientos múltiples cercana al 28 por ciento, y su riesgo de tener bebés prematuros dobló al de las mujeres con un solo embrión, que tuvieron una tasa de nacimientos múltiples de 2,3 por ciento.

"Esta investigación añade mayor evidencia confirmando el valor de la transferencia electiva de un solo embrión en las tecnologías de reproducción asistida", aseveró el doctor Richard Kennedy, un portavoz de International Federation of Fertility Societies.

(Editado en español por Ricardo Figueroa)


http://lta.reuters.com/article/worldNews/idLTASIE59R2GU20091028

Provida desenmascara el negocio de la fecundación in vitro

Provida desenmascara el negocio de la fecundación in vitro

 

La asociación adelanta los datos que desarrollarán en el próximo número de  Provida Press a raíz de las conclusiones del reciente Congreso en Madrid de "la multinacional de muerte más genuinamente española".

REDACCIÓN HO.- Sin menoscabar un detallado análisis que efectuarán en el próximo número de Provida Press, la asociación Provida adelanta una serie de puntualizaciones ante las manifestaciones efectuadas por dirigentes del IVI, "la multinacional de muerte más genuinamente española", tras la celebración de su congreso en Madrid.

En el texto de conclusiones del Congreso, como señala Provida, "se da cuenta de los protocolos de eliminación sistemática de seres humanos que acompañan a la fecundación in vitro, y de las prácticas y objetivos que se plantean estos nuevos Mengeles mediáticos del siglo XXI".

Como denuncia el colectivo en defensa de la vida, "el IVI representa en su más puro estilo la conformación de las tríadas oligárgicas que protagonizan la cultura moderna en las que al amparo de una justificación x (en este caso científica) se aúnan:  el poder económico (se trata de una de las empresas más rentables de España, un referente mundial con centros en varios continentes y en continua expansión), el poder político (estamos ante una institución mimada por el poder central y autonómico con acceso abierto al caudal inagotable de fondos públicos".

Respecto a este aspecto de la financiación y apoyos al IVI, Provida cita como ejemplo el Centro de Investigación Príncipe Felipe, "donde se recolocan los dirigentes del IVI y donde según ellos mismos y contra la ley se practica la clonación humana", o la "multitud de prebendas oficiales, como la concesión a su presidente Antonio Pellicer, quizá el más grande congelador de seres humanos a nivel mundial, del premio Jaime I de investigación".

A ello suman el poder cultural, "con una imagen mediática favorable con proyección en todo el espectro comunicativo y con anclajes de respetabilidad como el decanato de medicina de la Universidad de Valencia -Pellicer- y la proximidad a las instancias del poder".

Precisamente uno de los objetivos de las asociaciones provida, como se mostrará en el  Congreso Mundial Provida que se celebrará en Zaragoza del 6 al 9 de noviembre próximos, es como indican sus organizadores "desenmascarar el aura de respetabilidad que envuelve a este negocio, que causa más víctimas que el aborto, y que junto con éste y con el aborto químico conforma las horribles dimensiones que está adquiriendo el mega-genocidio de la eliminación de seres humanos antes de nacer".

 

http://www.hazteoir.org/node/24998

La guerra de los transgénicos

La guerra de los transgénicos
MÓNICA SALOMONE 01/11/2009

Es uno de los debates científico-ecológicos más acalorados: transgénicos sí o no. La guerra se presenta larga y dura. Unos los prohíben, otros apuestan por ellos. España, el país europeo donde más maíz ‘trans’ se cultiva, se ha convertido en el gran campo de batalla. ¿Qué está pasando realmente?

Llanuras del Guadalquivir, en los alrededores de Sevilla. Estamos en un pequeño campo de girasoles, organizado en varias parcelas. El polen amarillo se pega a las gotas de sudor. Alguien da unas palmadas y de entre las plantas parten piando decenas de pequeñas aves antes invisibles. Pero no es el único ruido ambiental: de algunas parcelas, cubiertas con finas redes blanquecinas, sale un zumbido constante. Abejas. Abejas obreras trabajando no sólo para su reina, sino para nosotros. Esto es un campo de producción de semillas de Monsanto, compañía líder mundial en el sector agrario y símbolo, también mundial, de la agricultura biotecnológica, la de los cultivos transgénicos, ésos sobre los que se libra desde hace más de una década una auténtica guerra social, económica y científica.

El conflicto atraviesa ahora una fase crucial. En los campos europeos sólo puede crecer un tipo de cultivo transgénico con fines comerciales: el maíz MON810. Su peculiaridad es que Monsanto le ha insertado un gen que lo convierte en venenoso para uno de los enemigos más feroces del maíz, la plaga del taladro. Después de 11 años cultivándose en Europa, el MON810 se enfrenta ahora a su renovación, o no, por parte de las autoridades europeas. La decisión es importante para España, el país europeo donde, con diferencia, más maíz transgénico se cultiva.

La guerra se plantea larga y complicada. Bando uno: los transgénicos serán esenciales para erradicar las hambrunas, aumentando el rendimiento del suelo y logrando además una agricultura sostenible. Bando dos: los transgénicos son tóxicos, destrozan las economías locales y el equilibrio ambiental. ¿Quién tiene razón? Entremos en el laberinto transgénico. Ojalá a la salida podamos decidir si tomar o no lecitina de soja transgénica.

Las abejas siguen con su trabajo: polinizar. Después Monsanto enviará las semillas a todo el planeta. A todo. Aquí nacen gran parte de las semillas de girasol, maíz y algodón que se cultivarán no sólo en Europa, sino también en otros continentes. Cuando en el hemisferio Sur es invierno, semillas de variedades sureñas viajan en avión hasta el Guadalquivir para ser multiplicadas en un clima adecuado, de forma que no se pierde tiempo y se cumple el ideal de toda gran empresa: máxima eficacia.

En otras palabras, esto de las semillas es un gran negocio global. En realidad, hoy en día casi todo lo referente a la agricultura lo es, y no sólo lo que envuelve al boom transgénico. Boom, sí, porque los cultivos transgénicos han pasado de ocupar 10 millones de hectáreas en seis países en 1997, a 125 millones de hectáreas en 25 países en 2008.

Los girasoles entre los que paseamos no son transgénicos, y sin embargo tienen mucho en común con los cultivos que sí lo son. Para empezar son, lo mismo que los transgénicos, plantas formateadas según las preferencias del agricultor y las condiciones ambientales, algo logrado tras largos años de investigación agronómica. Es decir, se parecen a un girasol salvaje tanto como un caballo de carreras a un mulo de granja. Como consecuencia, las semillas de estos girasoles están protegidas por estrictos derechos de propiedad intelectual, y por supuesto son más caras. Hay que comprarlas para cada siembra porque si se plantan las del año anterior no rinden igual, así que las semillas ni se guardan ni se intercambian con el vecino, prácticas habituales en la agricultura tradicional.

La ‘revolución verde’ fue la primera fase de la globalización de la agricultura; el proceso por el que, a lo largo del último medio siglo y en casi todo el planeta, el campo se fue tecnificando y explotando de forma intensiva. Gracias a ella, el suelo rinde mucho más, y hay más alimentos y más baratos. Pero todo tiene un precio. Una parte se paga en lo que algunos llamarían romanticismo: en esta era en que la fruta llega de los antípodas y hay naranjas todo el año, las entrañables granjitas locales del imaginario urbano quedan a años luz. Pero hay más. Los cultivos intensivos aumentan la contaminación química, la sobreexplotación de acuíferos y la salinidad del suelo. “Estas críticas [a la revolución verde] son válidas”, han escrito en la revista Science Robert E. Evenson y Douglas Gollin. Pero ¿de qué otra forma hubieran alimentado los países en desarrollo a una población en crecimiento explosivo?, se preguntan estos autores, que se basan en un informe del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional, integrado por los 15 centros principales de investigación pública en cultivos esenciales. Para Evenson y Gollin, “no está claro” que hubiera habido alternativa a la revolución verde.

Los cultivos transgénicos vienen a ser el último capítulo de esta revolución. Un capítulo en el que las posturas sobre el modelo de agricultura a seguir chocan tan violentamente que brotan chispas. Para unos, sólo se podrá alimentar a los 8.000 millones que seremos en 2030 introduciendo los transgénicos, sobre todo teniendo en cuenta que la urbanización y el cambio climático recortarán suelo cultivable. Es más, será precisamente la biotecnología la que logre el ansiado equilibrio entre uso y preservación del medio: el control humano sobre los ecosistemas será tan perfecto que reparará incluso los daños que él mismo provoque. Los antitransgénicos, en cambio, advierten del grave riesgo de multiplicar los daños ambientales y sociales de la revolución verde, para la que sí ven alternativa: justamente, esas granjas locales.

En el primer bando, la mayoría de la comunidad científica y las organizaciones de Naciones Unidas para la alimentación y la salud (la FAO y la OMS). En el otro, las asociaciones ecologistas. ¿Y el público? El Eurobarómetro de 2005 muestra que sólo en siete países europeos, España entre ellos, los que están a favor de los transgénicos superan a los que se oponen. En cualquier caso hay matices, zonas de frontera… y sombras. Se debería poder tomar postura a la luz de datos, como cuánta comida produce cada tipo de agricultura; con qué costes; cuál es su impacto ambiental… Sin embargo, es información difícil de obtener.

La batalla de los datos. A ver, ¿se usan más o menos pesticidas y herbicidas con los transgénicos? ¿Cuánta riqueza generan, y para quién, estos cultivos? La organización ISAAA (Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas) es la más citada a la hora de contabilizar el impacto de los transgénicos, pese a que no ocupa un punto equidistante entre posturas. El ISAAA defiende “el potencial de los cultivos biotecnológicos” y entre sus fuentes de financiación está la propia Monsanto. Según sus datos, los transgénicos han rendido mucho más y a un coste relativo más bajo.

Ese ahorro se debe en gran parte a que las plantas transgénicas necesitarían menos herbicidas y pesticidas. Pero no hay acuerdo al respecto, y no sólo por parte del bando ecologista. En opinión de Pere Puigdomenech, director del Centre de Recerca en Agrigenómica (CSIC) y blanco frecuente de organizaciones antitransgénicos –o sea, nada sospechoso de tener prejuicios contra la biotecnología–, la cuestión “está bastante enredada, ya que es difícil tener datos fiables y globales”.

Las plantas transgénicas actuales son sobre todo de dos clases: resistentes a plagas y tolerantes a herbicidas. En las primeras se ha insertado un gen que produce una toxina contra la plaga del taladro, así que estas plantas sintetizan ellas mismas el veneno contra este gusano que las devora por dentro. En cambio, la ventaja de las plantas tolerantes a herbicidas casi viene a ser la opuesta: el gen extra que se les ha introducido las vuelve indemnes a los productos contra las malas hierbas, de forma que pueden ser tratadas sin temor con grandes cantidades de herbicida.

“La lógica dice que en los cultivos resistentes a insectos se van a usar menos insecticidas, y en los tolerantes a herbicidas, más herbicidas”, explica Puigdomenech. “Si lo juntamos todo se crea confusión, que quizá es lo que se desea. Lo que yo he leído es que efectivamente se reduce el uso de insecticidas cuando se utilizan plantas resistentes a insectos, y esto reduce el riesgo de intoxicaciones de agricultores; también parece haberse incrementado el uso de un herbicida en concreto, el glifosato”.

Los cultivos tolerantes a glifosato –soja, maíz, colza, algodón y alfalfa– ocupan hoy el 63% de los cultivos biotecnológicos del planeta. Es el herbicida considerado menos tóxico. Pero el aumento en su uso está haciendo que proliferen malas hierbas resistentes. El fenómeno de las resistencias es normal en todo tipo de agricultura y se da con cualquier herbicida e insecticida, pero cuando tantas cosec has dependen de un único producto, éste puede perder eficacia.

En Argentina, por ejemplo, el país que ocupa el segundo lugar mundial en cultivos transgénicos tras EE UU y por delante de Brasil, hay una maleza que se ha vuelto resistente y causa estragos en la soja transgénica: el sorgo de alepo. Rosa Binimelis, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona, presenció “cómo el problema iba creciendo, cómo se usaban cada vez más y más herbicidas para combatir el sorgo de alepo, con los consiguientes costes económicos y sociales”. Ahora se busca introducir nuevos transgénicos tolerantes a más herbicidas, algo que Binimelis desaprueba: “Es matar moscas a cañonazos”.

Pero volvamos a los campos de Monsanto en Sevilla. Hemos dejado atrás los girasoles y nos acercamos al maíz. ¡Por fin, el famoso MON810! El único cultivo transgénico comercial en Europa, y cuyo permiso ahora debe renovarse. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la voz científica oficial al respecto, se pronunció a favor en julio; pero la decisión final no es científica sino política, y corresponde a la Comisión Europea. Deberá decidir en breve.

Las semillas europeas de MON810 se producen en la finca a unos metros de los girasoles. Aquí, entre el maíz, no hay abejas, porque es el viento el que poliniza. Arranca el polen del penacho que corona cada planta de maíz y lo transporta hasta las hebras de la mazorca, ésas que se ven como una especie de cabellera; atrapado el polen, cada hebra se convertirá en un minúsculo conducto hasta un óvulo.

“¿Ve? Son todos iguales, no es que uno tenga cuernos y el otro no… No se distinguen en nada”, explica Olivier Crassous, director de producción de la planta sevillana de semillas. Efectivamente, ni el más experto distinguiría entre un maíz no transgénico destinado a Galicia y su vecino de parcela MON810, preferido por los agricultores del Valle del Ebro. ¿Por qué esas diferencias entre agricultores? En Galicia no hay taladro; pero en el Valle del Ebro esta plaga puede partir la cosecha a la mitad. España es el país europeo donde más MON810 se cultiva: en 2008, 79.300 hectáreas frente a las 8.300 de la República Checa y 7.100 de Rumania. En Francia, Grecia, Hungría, Austria, Alemania y Luxemburgo han optado por prohibir su cultivo; Irlanda sigue por el mismo camino.

Así que estamos en el punto de mira. “España es el principal campo de batalla; todo el mundo se fija en lo que pasa aquí”, dice Binimelis. La parte positiva es que es aquí donde se han hecho los estudios más prolongados sobre coexistencia entre cultivos. Se trata de aclarar si el maíz transgénico se cruza en el campo con el convencional, un fenómeno que la propia UE, para disgusto de los investigadores en transgénicos, llama “contaminación”.

Viajamos a Girona, a la región de Foixá, con Enric Melé y Joaquima Messeguer, del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) y autores de los estudios más importantes sobre coexistencia. Paramos entre dos campos de maíz y ellos sacan su equipo. Trituran un pedacito de hoja de maíz en un pequeño vial con un líquido, en el que sumergen algo parecido a un predictor. El dispositivo responde enseguida: sí, este maíz tiene el gen que produce la toxina contra el taladro. Estos investigadores llevan seis años haciendo esto mismo innumerables veces en las parcelas de Foixá, y han descubierto que basta una separación de unos 20 metros para que no haya cruces por encima del 0,9%, umbral establecido para etiquetar un alimento como transgénico.

¿Hay problemas de convivencia? “Nos ponemos de acuerdo para plantar de forma que la floración no coincida, y nos va bien”, dice Quim Paretas, propietario de un silo donde se secan tanto los maíces transgénicos como los convencionales, excepto el ecológico. ¿Juntos? “Claro. A los agricultores les da igual mezclarlos porque no son para consumo humano, sino para piensos. Todo el maíz se etiqueta como transgénico”. O sea: los animales comen pienso elaborado con transgénicos y etiquetado como tal, pero el consumidor no distingue la carne de un animal alimentado con transgénicos porque la etiqueta de esa carne no lo dice. Así que la pista de los transgénicos –y la posibilidad de que el consumidor los rechace– se pierde en los piensos animales.

A todo esto, ¿son los alimentos elaborados con transgénicos peligrosos para la salud, o no? Lo cierto es que, si sobre el uso de herbicidas o los efectos ambientales el debate científico continúa, en lo referido al efecto de los transgénicos sobre la salud casi no hay discrepancias. No ha habido hasta ahora trabajos científicos publicados en revistas con controles de calidad exigentes que hallen riesgos en los transgénicos hoy en el mercado. Esto, claro, puede cambiar en el futuro, y de hecho la EFSA sigue evaluando posibles nuevas pruebas.

Hay algo que molesta mucho a quienes cultivan transgénicos: que mientras que el único cultivo permitido en Europa es el maíz, sí se permite la entrada y consumo de soja transgénica. “Si podemos importar y consumir soja transgénica, ¿por qué no la podemos cultivar? Sin la soja transgénica la cabaña europea no tendría qué comer”, dice irritado Paretas. La guerra transgénica, en su opinión, se está exagerando: “Cuando digo que cultivo transgénicos me miran como si fuera un delincuente. Cuesta mucho explicarlo”. A él, el maíz transgénico le permite asegurar la cosecha. Sin más.

No en todas partes la convivencia entre agricultores es tan idílica como en Foixá. Los agricultores ecológicos españoles llevan años pidiendo un decreto que regule la separación entre cultivos transgénicos y convencionales. Hace unos meses la plataforma Som lo que sembrem presentó en el parlamento catalán 106.000 firmas en contra de los transgénicos en Cataluña.

La posibilidad de que las plantas transgénicas transfieran sus genes a otras variedades no preocupa sólo a los agricultores ecológicos. También puede convertirse en un problema a gran escala, por ejemplo si afecta a cultivos que dan de comer a cientos de millones de personas. Es el caso del arroz. Dentro de diez años China necesitará un 25% más de arroz para cubrir la demanda de su población, y ha apostado por la biotecnología: está a punto de aprobar la comercialización de arroz transgénico. Ahora bien, ¿qué pasa si este arroz transfiere a una mala hierba la tolerancia a un herbicida, por ejemplo? ¿Cómo combatir entonces esa mala hierba?

Esto se previene siguiendo unas normas básicas en los cultivos, dicen las compañías de semillas. Pero es difícil hacer respetar las reglas en países como India o China, donde la nueva tecnología aterriza sobre la agricultura local como un jumbo en una pista de avionetas. Prueba de ello fue la entrada en el mercado europeo, hace apenas dos años, de arroz transgénico ilegal chino. En Europa saltaron las alarmas sanitarias previstas, pero quedó claro que en China se cultivaban grandes extensiones de arroz transgénico antes incluso de su aprobación en el propio país.

En los laboratorios del IRTA unos platillos albergan minúsculas plantitas de arroz. No es un arroz cualquiera. A principios de esta década Melé y Messeguer participaron en un ambicioso proyecto europeo para producir un arroz resistente a insectos, que efectivamente consiguieron. “Tenía muchas ventajas”, explica Melé, pero “nunca ha salido del laboratorio”. Y es que tropezó con los estrictos requisitos legales –ensayos– que la UE impone a los transgénicos. Una normativa que, para muchos, tiene el curioso efecto de hacer el juego a las multinacionales. “Acaban siendo las únicas capaces de superar la burocracia europea”, comenta Messeguer. Paradoja: lo que los antitransgénicos ven como una barrera de contención ante el avance de las multinacionales, acaba reforzando su poder.

En cualquier caso, ¿qué peligro implica ese poder? ¿No lo tiene todo gran imperio en la economía global? Hay un riesgo: que pervierta las actuaciones de la propia comunidad científica. En 2001 el investigador Ignacio Chapela, de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), publicó en Nature que las variedades autóctonas de maíz en México estaban contaminadas con maíz transgénico, lo que ponía en peligro la biodiversidad de esta especie. El trabajo fue criticado con una saña muy poco corriente. La periodista francesa Marie Monique Robin cuenta en su libro El mundo según Monsanto que la polémica fue espoleada por una empresa de marketing contratada por esta compañía.

Hay una crítica a los cultivos transgénicos difícil de rebatir: en sus doce años de existencia no han cumplido las expectativas respecto al mundo pobre. La tecnología se extiende cada vez a más países y no todos ricos, sí; pero ¿dónde están los cultivos resistentes a la sequía y la salinidad? ¿O los enriquecidos con nutrientes específicos? Las empresas aseguran que todo llegará. Pero “excepto algunas iniciativas aisladas, no hay programas importantes que aborden los problemas fundamentales de las personas pobres o que se centren en los cultivos y animales de los que éstas dependen”, dice el informe de la FAO Biotecnología agrícola: ¿una respuesta a las necesidades de los pobres?

Hasta ahora el avance transgénico se ha guiado más por intereses comerciales que por esa vieja promesa de combatir el hambre en el mundo. ¿Nos creemos, o no, que efectivamente son la mejor salida posible para un futuro difícil?


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http://www.elpais.com/articulo/portada/guerra/transgenicos/elpepusoceps/20091101elpepspor_9/Tes

Austria no quiere transgénicos en Europa

Austria no quiere transgénicos en Europa

algo que difiere de la postura que adoptaba en el debate de la legislación europea de transgénicos.
25-05-2009

Austria no quiere transgénicos en Europa, la Unión Europea no ha logrado que este país levantara el principio de precaución adoptado por el Gobierno austríaco frente a este tipo de alimentos, algo que también han aplicado otros países. Pero más allá de esta decisión, Austria no quiere transgénicos en Europa, algo que difiere de la postura que adoptaba en el debate de la legislación europea de transgénicos.

Recordemos que Holanda proponía que cada país decidiera sobre el cultivo, importación o consumo de productos transgénicos en su territorio, pudiendo aplicar o no libremente el principio de precaución. Austria, junto a otros países, secundaba esta propuesta, pero evidentemente se trataba de una propuesta que no maridaba con la línea de actuación de la Comisión Europea que mantenía que no era viable que cada país renacionalizara este tipo de decisiones. Entonces la CE recordaba a los países participantes en el debate que existía un marco legal aprobado hace años y que los sistemas de control sobre alimentos transgénicos eran totalmente fiables, con lo que el debate no tenía razón de ser. A pesar de ello y evidentemente por obligación, la Comisión Europea tomó nota de la sugerencia holandesa y seguramente quedó archivada.

Austria no quiere transgénicos en Europa pero no tiene potestad para decidir por los demás países, a pesar de que muchos habitantes de toda Europa estén de acuerdo con este deseo. El caso es que los partidos políticos austríacos aprovechan el deseo generalizado de la población de Austria para hacer campaña utilizando como argumento la solicitud de una Europa libre de transgénicos. Algunos productores de alimentos ecológicos del país lo tienen muy claro y no entrarán en el juego de las multinacionales dominantes del mercado de los organismos genéticamente modificados como pueden ser Monsanto, Novartis, BASF, etc. Estos productores desean mantener su independencia y que la Unión Europea deje de intentar introducir este tipo de alimentos en el país.

Nos sorprende que lo que más se destaque en las declaraciones que realizan los productores ecológicos, no sean los daños medioambientales, la falta de estudios que determinen la seguridad de los alimentos transgénicos, etc., en cambio sí se destaca el beneficio económico que obtienen las multinacionales de la biotecnología tachándolas de verdaderas mafias que pretenden patentar la vida.

En este punto sería interesante leer el post Semillas transgénicas, sus problemas y consecuencias para entender el riesgo que encierran las patentes de alimentos. También será interesante recordar las palabras de Gilles Eric Seralini, profesor de Biología Molecular y experto en organismos modificados genéticamente en el post La guerra de los cultivos transgénicos (II), el experto realizaba declaraciones impactantes en las que reconocía que las empresas biotecnológicas habían intentado sobornarle para que hablara positivamente sobre los transgénicos, con lo que la descripción de “mafia” que realizan los productores ecológicos austriacos no estaría desencaminada.

Los austríacos rechazaron los transgénicos mediante referéndum en 1997 y desde entonces existe una pugna por introducir los transgénicos en el país, la presión la ejercen la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea), indicando que determinados OGMs son inofensivos y que no existe razón alguna para aplicar el principio de precaución. También presiona la Comisión Europea al indicar que alimentos como el maíz Mon 810 han sido aprobados en la Unión Europea, y por supuesto, las empresas biotecnológicas, que han movilizado a sus abogados para que los productos transgénicos sean defendidos legalmente y basándose en la aprobación europea.

La Comisión Europea ha intentado en varias ocasiones levantar el veto a los transgénicos, recordemos el post Maíz transgénico en toda Europa, José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, anunciaba reuniones para que los países que se oponían a los alimentos modificados genéticamente levantaran las cláusulas que impedían la producción de maíz transgénico. Por desgracia para la CE, hace poco Alemania prohibía el cultivo de maíz transgénico Mon 810 sumándose así al principio de precaución adoptado por otros países.

En este vídeo de Euronews, podemos conocer cuáles son las dudas de agricultores, consumidores y políticos sobre las recomendaciones de la EFSA con respecto a los alimentos transgénicos. La primera razón que se argumenta es que la EFSA saca sus conclusiones de los estudios que han sido facilitados por las empresas biotecnológicas en lugar de desarrollar sus propios estudios. Según se indica en el vídeo, la EFSA simplemente da el visto bueno a estos estudios previa verificación de los datos aportados. También se destaca que la EFSA no posee un laboratorio para realizar el seguimiento correspondiente (algo difícil de creer).

Por otro lado, en el vídeo podemos conocer también la postura contraria, algunos expertos del país indican que es necesario introducir los transgénicos para superar la creciente demanda de alimentos y poder soportar los cambios medioambientales que estamos sufriendo. Se asegura que los OGMs son una solución efectiva y que los detractores de los alimentos transgénicos no hacen más que fomentar miedos sin fundamentos frenando así una solución efectiva y precisa.

Austria quiere seguir sin alimentos transgénicos y no se concibe que otros países puedan decidir por el país en esta cuestión. Sin OGMs, ese es el mensaje que se lanza desde todas las fuerzas políticas a la población austríaca. Nuestra conclusión se conjuga con la solicitud holandesa que referenciábamos al principio, que cada país sea libre de decidir sobre esta cuestión, no se puede otorgar toda la soberanía de decisiones a la Unión Europea, es como si desapareciera la identidad. Es difícil que Europa pueda hablar con una sola voz dada la variedad de opiniones e intereses que giran en torno a los OGM, evidentemente si hablamos del aspecto económico y la competitividad, sería algo necesario, pero estamos hablando de un conflicto de intereses también saludables.

Austria quiere lo mismo que quieren quienes apoyan los alimentos transgénicos, una postura unida a nivel europeo, pero tampoco debería ser aceptada a pesar de que muchos la veamos como loable, ya que es necesario respetar la decisión de cada país por mucho que nos pese.

(Fuente: Gastronomiaycia)


http://www.generaccion.com/noticias/noticias/des.php?id=6432

Distrito Federal de México libre de maíz transgénico

Distrito Federal de México libre de maíz transgénico
viernes, 30 de octubre de 2009

30 de octubre de 2009, 11:23México, 30 oct (PL) El gobierno del Distrito Federal de México impedirá en su territorio el cultivo de maíz transgénico, que tanta polémica genera por estos días, reseñó hoy La Jornada.

Según declaraciones del jefe de esta entidad, Marcelo Ebrad, se trata de una política distinta a la que se sigue en el ámbito nacional, donde se han aprobado ya el desarrollo de 15 cultivos de este tipo.

Al presentar la víspera el Programa de Protección a las Razas de Maíz Nativo, Ebrad remarcó que México debe adoptar una política sensata, responsable, de protección y de freno a la proliferación de transgénicos.

En ese ámbito destacó la inconveniencia de que se extienda en el país este tipo de cultivos, especialmente en el caso del maíz, y del alto costo que esto traerá en términos de cultura, economía, agricultura y bioseguridad.

La ciudad de México produce tres mil toneladas de maíz cada año, principalmente para el consumo de su población rural.

Por ello, el jefe capitalino ratificó el compromiso de su administración de apoyar todos los esfuerzos que se hagan en favor de la protección de las razas nativas del altiplano mexicano.

El pasado 22 de octubre, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México (Sagarpa) aprobó 13 cultivos adicionales a los dos ya previstos.

La empresa estadounidense Monsanto Comercial obtuvo nueve concesiones, y las seis restantes fueron para Dow AgroScience/PHI México.

Los cultivos experimentales deben desarrollarse en campos de Sinaloa, Chihuahua, Sonora y Tamaulipas.

La decisión del gobierno federal de autorizar las cosechas de maíz transgénico genera fuerte polémica entre académicos y ambientalistas por el efecto que esto tendrá en variedades nativas.

lma/ggr

http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=133327&Itemid=1

El cultivo de maíz transgénico experimental desata una polémica en México

El cultivo de maíz transgénico experimental desata una polémica en México
Por Sophie Nicholson (AFP) – hace 3 días

MÉXICO — Mientras los científicos advierten de la necesidad de incrementar la producción de alimentos en el mundo, inclusive a través de transgénicos, en México, la cuna del maíz, se ha desatado una polémica por el cultivo de variedades de este grano genéticamente modificadas.

La manipulación genética del maíz, sagrado en la cosmogonía azteca al ser visto como el origen del hombre y base de la alimentación de los mexicanos, es un tema muy delicado en este país, donde se tienen registradas más de 50 especies endémicas del grano, incluidas roja y azul.

En días pasados, el Gobierno mexicano autorizó los 22 primeros permisos para que firmas como Monsanto, Dow AgroSciences y Pioneer realicen pruebas experimentales de maíz transgénico en granjas del norte y oeste de México.

Los críticos de los transgénicos temen que la amplia variedad de maíz mexicano se vea reducida a unos cuantos y resistentes granos genéticamente modificados, lo que además de amenazar las especies endémicas pondría en riesgo la subsistencia de cientos de miles de campesinos.

México es el primer productor mundial de maíz blanco, utilizado para elaborar las famosas tortillas, pero las importaciones de grano amarillo de Estados Unidos, destinado principalmente como alimento de ganado, se han multiplicado.

Las autorizaciones para el cultivo experimental de maíz transgénico son presentadas por el Gobierno como un esfuerzo para que México recupere su autosuficiencia alimentaria y así mantener los precios bajos.

El precio del maíz se duplicó en 2007, lo que provocó numerosas protestas ante los incrementos al kilo de tortillas, presente en todas las comidas de los hogares mexicanos.

"Ningún país debe de ser dependiente de su alimentación de otros países. Esta biodiversidad que tenemos en el maíz se puede aprovechar y parte del aprovechamiento también puede ser a través de esta tecnología", dijo a AFP Ariel Álvarez, titular de la gubernamental Comisión de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem).

Estados Unidos, China e India cultivan transgénicos, en Europa seis países los han prohibido y los detractores señalan que estos organismos, que también incluyen soja y algodón, representan una amenaza a la salud y al medio ambiente.

La organización ecologista Greenpeace mantiene una campaña para proteger el maíz mexicano después de que en la década de los 90 se localizaron restos de granos transgénicos en variedades endémicas pese a que en la época había una moratoria a los cultivos.

Las autorizaciones de cultivo experimental se realizarán en 10 hectáreas de Estados fronterizos del norte, en distritos del oeste y en Sinaloa, y si bien el Gobierno asegura que se han adoptado medidas para evitar que contaminen plantíos endémicos, Greenpeace advierte de que están en riesgo 31 variedades.

"La intención final no es experimentar. La intención es abrir la puerta para este tipo de siembras que únicamente van a beneficiar a las empresas", dijo a AFP Aleira Lara, activista de Greenpeace.

En Texcoco, localidad ubicada en el límite norte de la Ciudad de México, un enorme banco de maíz alberga a temperatura helada gran parte del tesoro mexicano, compuesto de granos de disintos colores, formas y tamaños, para sumar más de 27.000 muestras de todo el continente americano.

"Es una bodega de potenciales genes para futuros cultivos y así enfrentar los problemas que se presenten. Por ejemplo, para enfrentar el cambio climático", dice el experto en maíz Kevin Pixley, del Centro Internacional de Mejora de Maíz y Trigo (CIMMYT), administradora del banco.

Los expertos del CIMMYT también asesoran sobre técnicas de cultivo para enfrentar problemas como la severa sequía que se presentó este verano boreal.

"Si el mantener la diversidad en un campo significa que persiste la pobreza de campesinos que cultivan variedades muy inferiores, creo que sí es un asunto muy cuestionable", comentó Pixley.


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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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