UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
FORMACIÓN DOCENTE - SEMINARIO
Medellín, 2008
LA ENSEÑANZA DEL DERECHO
Por: Beatriz Eugenia Campillo Vélez
Enseñar Derecho, es algo complejo, porque despiertas varias discusiones difícilmente terminables. Tradicionalmente ser abogado en nuestra sociedad, implica un alto status, un renombre, sin embargo se suele privilegiar a aquel que ejerce su profesión como litigante, quedando a un lado aquellos que se dedican a la educación, a la enseñanza jurídica. Normalmente a estos últimos se les ve como personas que no lograron alcanzar su meta, como si la docencia fuera algo sin importancia, algo sencillo de realizar que no requiriera grandes responsabilidades; cuando a todas luces vemos que esto no es así, y que quien no enseña con verdadera vocación suele frustrar talentos que aun son jóvenes. En palabras de Martin F. Böhmer, “Los profesores no son docentes profesionales, en el sentido de que su tarea universitaria se parece más a un hobby que a una actividad que demanda una intensa dedicación. Para ellos, la enseñanza del derecho es una tarea subordinada a la principal que es, en general, la de trabajar como abogado o juez. Dado que la concepción que estoy describiendo sólo exige de los docentes la repetición y la comprensión de los textos legales, resulta razonable que quienes están mas capacitados para asumir esa función sean aquellos que trabajan con estos textos en su trabajo cotidiano.” (1)
Además, estudiar Derecho pocas veces es algo de verdadera pasión, ya que por la misma presión social, son muchos los que se convierten en abogados por seguir esquemas, casi a manera de herencia familiar, algo que se impone para tener un futuro económico provechoso. Y partiendo de este error generalizado, muchos intentan dar más importancia a su ego y soberbia, que a la misma función social que deben cumplir.
A raíz de esto, y como el Derecho es una cuestión que directamente toca la discusión sobre el poder, especialmente porque la clase dirigente ha estado integrada por abogados, de allí que “La enseñanza del derecho se convierte, entonces, en una forma bien directa de incidir en las políticas públicas de nuestras naciones y por tanto debería formar parte de cualquier agenda seria de reformas institucionales.”(2) , lo que concierne una gran responsabilidad. Además, se olvida que “La facultad de derecho es el único ámbito que los profesionales del derecho comparten por un tiempo considerable y debería ser motivo principal de preocupación saber qué ocurre en sus claustros.” (3)
Pero retomando la idea de poder, es preocupante que el profesor producto de las labores que suele desempeñar en otros ámbitos distintos al estrictamente académico, descuida muchas veces su rol de profesor y asume el mismo rol de poder y dominio en el salón, pretendiendo imponer un estilo, una visión, exigiendo que se refieran a el de determinada manera o haciendo comentarios que hacen sentir mal a las personas, solamente para hacer notar que él es la parte dominante, por ser quien tiene la experiencia. Profesores que se dedican a “repetir y explicar el contenido de las normas jurídicas en sus clases y los alumnos deben repetir lo que dice el profesor en sus exámenes.” (4) , pues “Si de lo que se trata es de contar lo que dicen los textos y comprenderlos, la enseñanza es una actividad descriptiva: los alumnos deben conocer y entender lo mas claramente posible el contenido del sistema jurídico. La discusión crítica y la investigación empírica o normativa no tienen cabida en este esquema. No deben sorprender la carencia de aulas que permitan un diálogo al estilo de los seminarios, la falta de espacios para el debate y la inexistencia de clases y evaluaciones que tiendan a entrenar en la resolución de casos, en el análisis crítico de textos legales, o en la defensa de algún cliente.” (5)
Obviamente y por fortuna, esto cada vez va cambiando, y cada vez se entiende más que ganarse el respeto no es cuestión de títulos, sino que la autoridad en el tema se demuestra con conocimiento, aceptando el reto de verse muchas veces cuestionado, sin sentir por ello un golpe a su vanidad. En gran parte esta cambio habrá que agradecérselo especialmente a la interdisciplinariedad que ha cuestionado a aquellos que creían tener la respuesta para todo y ha aportando la experiencia de otras áreas como las Ciencias Sociales. Ya que ante todo quien es docente de Derecho, debe ejercer su profesión con muchísimo respeto, exigiendo al máximo, pero siempre recordando que se trata de discursos, de argumentos y no de verdades últimas irrefutables, y que una cosa son las ideas y otra las personas, quienes merecen un buen trato a pesar de no estar de acuerdo con ellas. No se trata de caer en el extremo del relativismo, donde todo se acepta, el verdadero reto es encontrar un punto medio que permita el diálogo argumentado, donde tanto el docente como el estudiante se esfuercen por hacer una buena construcción.
El docente de Derecho debe ser conciente que sus estudiantes son distintos, que tienen fortalezas, debilidades y experiencias personales totalmente diferentes y que por ello, no debe ceñirse a un único modelo de evaluación del conocimiento. Fura de esto, es de gran importancia mostrar al estudiante las posturas que existen frente a determinado tema, a fin de que él libremente escoja la corriente de pensamiento a la que se acogerá. No se trata de restringir el discurso al que defiende el docente, aunque no es malo que este exprese abiertamente sus opiniones, hay que perderle el miedo a expresar lo que se cree, pues si se trata de despertar el espíritu critico en el alumno, nada mejor que él mismo vea esto reflejado en su profesor, independientemente de que compartan los mismo puntos de vista o no, de todas formas la idea es siempre estar dispuestos a dejarse convencer de la mejor argumentación, cediendo cuando sea necesario, sin enfrascarse en un mismo punto. La falsa idea de neutralidad en ocasiones suele traer más problemas que beneficios.
Es conveniente abrir el espacio a una permanente actualización y discusión de temas que acerquen al Derecho a la realidad, pues sólo de esa manera se logra una verdadera respuesta a las demandas sociales, “Una propuesta responsable para la enseñanza del derecho presupone una serie de definiciones y de datos empíricos sobre el tipo de sociedad en la que uno se encuentra o que busca alcanzar, y justificaciones valorativas de los cambios que se propongan o de la decisión de dejar todo como está. Sin embargo, la peor alternativa no consiste en ninguna de las respuestas que se propongan, sino en evitar hacer preguntas.” (6) Ser abogado no puede convertirse en simplemente memorizar y aplicar, es fundamentalmente el interpretar la realidad y la misma norma jurídica, en el marco de unos valores o principios lo que permite un ejercicio responsable de su profesión.
Citas
1. BÖHMER, Martin. La enseñanza del derecho y el ejercicio de la abogacía. Barcelona: Gedisa, 1999. p.16
2. Ibíd. p. 13
3. Ibíd. p. 13
4. Ibíd. p. 15
5. Ibíd. p. 16
6. Ibíd. p.15
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LA ENSEÑANZA DEL DERECHO
domingo, 12 de julio de 2009
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Beatriz Campillo
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18:23