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“Cuando el médico falla”

domingo, 12 de julio de 2009

“Cuando el médico falla”

Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co

El título de este artículo es tomado del editorial de El Tiempo, 26 de octubre de 2008, editorial que hace un análisis de errores médicos, ilustrado con impresionantes ejemplos. El editorialista hace un somero recuento de las posibles causas de esos errores, con énfasis en la “mala práctica”, en la “formación dudosa” de los médicos, “en un sistema de salud que alteró la esencia del acto médico; los bajos ingresos y la pérdida de autonomía frente al manejo de los pacientes, así como la atención apresurada de los enfermos bajo un esquema mercantilista” y recalca sobre la necesidad de que los profesionales de la medicina no se escuden en las situaciones adversas -los "eventos adversos"- en el ejercicio de su misión, como excusa a su falta de responsabilidad.
Es, sin duda, un análisis relativamente completo, pero, como en muchos otros presentados en los medios de comunicación de masas, el énfasis recae sobre la conducta del médico y poco o nada sobre las situaciones en las que éste tiene actualmente que desempeñar su misión a causa de la Ley 100 de 1993, ley perversa desde su origen, pues tras el seductor ideal de salud igualitaria para todos los colombianos -lo que no se logró-, hizo de la medicina un ejercicio comercial, con todos los vicios del mercantilismo, en el cual unas cuantas instituciones creadas por la misma Ley -EPS, IPS- trafican con la vida, con la salud, con la integridad de seres humanos y, luego, hacen recaer la responsabilidad en los médicos, cuya libertad de acción honesta ha sido conculcada en beneficio de las rentas monetarias de dichas instituciones.
La salud no puede ser un bien de consumo ya que hace parte esencial de la existencia y es el cuidado de ésta, de la existencia, lo que confiamos al médico cuando acudimos a la consulta. La misión fundamental del médico, aunque parezca paradójico, no es el cuidado de la salud sino el de la vida del paciente, y esta vida es la que se mercantiliza en las instituciones creadas por la Ley 100. En otras palabras, se negocia con vidas humanas al amparo de una ley, en una nación cuya Constitución vigente, la de 1991, proclama en el artículo 17: “Se prohíben la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres humanos en todas sus formas”.
«Ser médico es diferente de saber medicina». Ser médico implica una actitud, una vocación de servicio a la persona humana, manifiesta Félix Martí Ibáñez. La salud por sí misma carece de sentido, pues nadie desea estar sano por el placer de estar sano, como bien lo expresa Siebeck, citado por Laín Entralgo: «No hay salud cumplida sin una respuesta satisfactoria a la pregunta: Salud, ¿para qué? No vivimos para estar sanos sino que estamos y queremos estar sanos para vivir y obrar».
« [...] La labor del médico, su privilegio es ayudar a una persona; malgasta mucho de su oportunidad cuando limita su atención a la enfermedad de su paciente», nos enseña James Roswell Gallagher, el creador de la medicina del adolescente, y Laín Entralgo proclama: «La relación entre el médico y el paciente no puede ser satisfactoria si no tiene su término en el paciente mismo… no en la sociedad, ni en el Estado, ni en el buen orden de la naturaleza, sino en el bien personal del sujeto a quien se diagnostica y trata, y por lo tanto el sujeto mismo» (subrayado fuera de texto).
Debemos recalcar algo: “esa formación dudosa” de los futuros médicos apenas comienza y cada día será más crítica: los hospitales que se enorgullecían de su título de Universitario desaparecieron por la Ley 100, pues sobreviven de los contratos con las EPS, IPS, que no permiten que sus afiliados sea sujetos de enseñanza médica, no siempre por respeto a éstos sino porque esta práctica disminuye sus ingresos monetarios y porque en el fondo pueden manipular más fácil a los profesionales mal preparados. Así las cosas, inclusive las Facultades de Medicina que disponían de buenas áreas de práctica honesta y humana para sus estudiantes, ven menguada esta indispensable experiencia. Infortunadamente, estos aspectos fundamentales en la correcta atención de los pacientes, se soslaya y se da la impresión de que todo depende del cuerpo médico y que el Estado, que es el llamado a volver las cosas al buen camino, no tiene responsabilidad, toda la responsabilidad, al respecto.
Errores médicos han existido siempre y es imposible evitarlos: en primer lugar, porque la medicina no es una ciencia exacta, porque todo acto médico, por bien preparado que esté académica y éticamente el profesional, cae dentro del rango de la incierta certidumbre de lo biológico; en segundo lugar, porque como en todo quehacer humano ha habido, hay y habrá quien piense solamente no en cumplir su deber sino en explotar para su propio provecho lo que es una misión humanitaria, una obligación social.
¡Grave y urgente es la tarea de nuestros legisladores que se hacen los sordos frente a los hechos que vivimos día a día, en relación con el ejercicio honesto de la profesión médica.

http://www.periodicoelpulso.com/html/0901ene/opinion/opinion.htm

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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