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ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL PODER

domingo, 12 de julio de 2009

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL PODER
Por: Beatriz Eugenia Campillo Vélez

El Poder, un fenómeno complejo y enigmático, connatural al ser humano y relacionado íntimamente con la divinidad, relaciones que evocan los planos trascendentes de la persona humana así como sus pasiones mas terrenales, podría decirse que es un punto de encuentro entre lo sagrado y lo profano, ya que el querer dirigir y controlar a sus congéneres representa una constante lucha de ángeles y demonios, intereses encontrados que despiertan toda clase de sentimientos donde lo bueno y lo malo, es cuestión de enfoque.

Ya lo tenían claro los antiguos, cuando señalaban la sociedad necesita orden, el cual debe asemejarse al de los dioses, lo que hemos conocido bajo el nombre de Derecho natural, ese sistema que siguen las cosas para que exista armonía, pero que nuestro escaso conocimiento nos impide vislumbrar el orden en el caos, nuestro sistema es demasiado complejo como para pretender develar los designios de ese Ser Supremo que ordena todo. De tal suerte, que reconocemos de entrada nuestra ignorancia para gobernarnos, pues aunque nuestra visión es limitada, lo que nos hace vulnerables y fáciles de caer en los infiernos a pesar de nuestras buenas intenciones, como bien lo ilustra nuestra sabiduría popular. Ya en el Protagoras, los griegos catalogaban a la política como el secreto que nunca pudo ser robado a los Dioses, pero también nos advierten que Zeus se compadeció de nuestra condición y envió a Hermes para que nos entregara otras herramientas (el pudor y la justicia) y así lográramos sobrevivir a la dura tarea de soportarnos los unos a los otros(1) .

Vemos entonces la complejidad y el misterio del asunto del Poder, razón por la cual en este texto sólo pretenderemos enunciar algunas preguntas y algunos intentos de respuestas que la humanidad en su afán de comprender se ha osado expresar, ideas que las Ciencias Políticas han estudiado, pues es el Poder su núcleo central, donde especialmente con ayuda de la Teoría política ha creado los mas grandes conceptos que marcan la historia, bien por hacer una lectura de la realidad o bien por inspirar conductas en quienes lo ejercen. Como lo señala el profesor José Olimpo Suárez, “La filosofía griega estableció los dominios de interés que habrían de conformar toda nuestra cultura en adelante: es así como consideraron que el objeto de la lógica consistía en el esfuerzo por descubrir la verdad; que el objeto de la ética consistía en la determinación precisa del conocimiento del bien y de la justicia y, que, finalmente, el objeto de la política sólo podría ser un fenómeno particularmente enigmático: el poder político.” (2)

Para comenzar tratemos de responder qué es el poder, para lo cual acudiremos a algunos intentos que la academia ofrece. Así por ejemplo para el profesor Rafael del Águila: “El poder no es una cosa que uno tiene (como se tiene una espada o un tanque), el poder es el resultado de una relación en el que unos obedecen y otros mandan. No es posesión de nadie, sino el resultado de esa relación.”(3) , y continua diciendo que por eso este no puede vincularse simplemente con la violencia, sino en mayor medida con ideas, creencias y valores.

Según el profesor Romano Guardini, “sólo puede hablarse de poder en sentido verdadero cuando se dan estos dos elementos: de un lado, energías reales, que puedan cambiar la realidad de las cosas, determinar sus estados y sus recíprocas relaciones; y, de otro, una conciencia que esté dentro de tales energías, una voluntad que les dé unos fines, una facultad que ponga en movimiento las fuerzas en dirección a estos fines.”(4) Mientras que, “Para Foucault el poder no es mas que un nombre que sirve para indicar facetas de situaciones caracterizadas por relaciones de fuerza cambiantes”(5) .

Por su parte, “Weber define el poder como la posibilidad de que un actor en una relación este en disposición de llevar a cabo su propia voluntad, pese a la resistencia de otros, y sin que importe por el momento en qué descansa esa posibilidad (en la persuasión, en la manipulación, en la fuerza, en la coacción, etc.)”(6) . Situación que nos hace renunciar a las clásicas categorías morales de bueno o malo, ya que son difícilmente aplicables, empezando porque es el mismo poder quien determina lo que es bueno o malo, y su decisión la instaura bajo el rotulo de lo “objetivo”, “lógico” y “normal” dentro del sistema que pretende dirigir; lo que a lo sumo, nos permitirá juzgar lo conveniente o inconveniente de una situación. Weber agrega a su idea de Poder el concepto de la acción estratégica, la cual define como “aquella en la que el actor: 1) define el fin que quiere o le interesa alcanzar y 2) combina e instrumenta los medios que son necesarios o eficientes en la consecución de aquel fin.”(7)

Es de advertir que las definiciones dadas sobre el Poder son innumerables, debido a que este es tan antiguo como la misma humanidad, evidenciable incluso en el arte rupestre y en las primeras civilizaciones, que desde sus primeras manifestaciones simbólicas ya daban cuenta de arduos debates sobre las jerarquías y el orden. Pero para efectos de nuestro estudio, sirvan de ilustración las definiciones que hemos traído para mostrar el esfuerzo y la dificultad que se tiene al momento de unir criterios para expresar o describir en palabras algo que todos de alguna manera hemos conocido y sentido.

Otra pregunta, igualmente compleja es ¿Para qué el poder?, y aquí habrá que decir que algunos lo han visto como medio y han tratado de responder a esta cuestión; mientras que otros se inclinan por decir que es un fin en si mismo, evadiendo la pregunta, porque finalmente tener el poder debe verse materializado en alguna acción; de allí que asumir una u otra posición no termina por resolver el problema. Y es que son tan amplias las posibilidades, que resulta muy difícil tratar de condensarlas en algo menos etéreo, por ello es de recordar aquella máxima de “el poder para poder”, lo que evoca la idea clásica de Maquiavelo de la política como “el arte de lo posible”, donde mas que dar una lista taxativa de lo que se busca con el ejercicio del poder, así expresado abre un mundo de posibilidades que no se reducen a la pretensión ideal de la búsqueda del “bienestar general”, un concepto igualmente abstracto, que usualmente lo emplea quien ostenta el poder para complacer sus vanidades, camuflando caprichos en acciones verdaderamente necesarias. Recordemos además otra idea clásica en este sentido, y es la llamada pleonexia o deseo insaciable de poder, que se convierte, como lo han expresado varios autores, en una enfermedad que sólo se cura con más poder.

Una de las grandes causas que dificulta encontrar una definición adecuada de Poder y su finalidad, es que su mismo radio de acción es tan amplio que abre la posibilidad de ubicarlo en cualquier tipo de relación humana, pues prácticamente en todas encontramos una “voluntad que se ejerce sobre otras voluntades, buscando romper sus resistencias”(8) . En este orden de ideas el poder no es sólo político, aunque es al que nos referiremos aquí, sin embargo, no se negamos la existencia de otros tipos, y menos en la actualidad donde hay una interrelación tan fuerte entre ellos, de los cuales “Max Weber distingue los siguientes: el poder político (detentador de los medios de coacción), el poder económico (detentador de los medios de producción), y el poder ideológico (detentador de los medios de persuasión).”(9) , además cabria mencionar otros mas comunes y domésticos, como lo puede ser el poder de un padre sobre sus hijos o de un jefe sobre sus empleados, entre otros.

Una vez hecha esta distinción, y ahora sí ubicándonos en el Poder Político, partamos de la tesis, según la cual, la política es aquella actividad que le permite a los grupos humanos tomar decisiones colectivas, pero que a pesar de que en principio y teóricamente abogue por el interés general, muchas veces este se ve confundido con el de los particulares, también en razón de la dificultad que existe para reconocer la famosa “voluntad general”, término empleado por Rousseau para denominar en abstracto lo que todos queremos, especialmente porque en el ejercicio práctico, siempre alguien se atribuye la vocería y habla con ligereza en nombre de los “intereses del pueblo”. Mal necesario al cual difícilmente podremos renunciar, ya que a pesar de no contar con la participación, ni el consentimiento de todos, es lo que nos ha permitido avanzar y poner normas comunes. Hay que aclarar también que la cantidad de personas que tomen una decisión no garantiza el éxito de esta, y que la política no está para darle gusto a todo el mundo, de allí la dificultad cuando se empiezan a confundir los derechos con los deseos, la política simplemente intentará dar un marco común expresado en normas jurídicas, a fin de dar orden a la sociedad. De allí que el conflicto de intereses sea latente y que algunos autores afirmen que hablar de política es verse la cara con los demonios, pues el escenario teórico que de por sí es complejo, se agrava aun mas en la práctica donde existe una multiplicidad de actores que ejercen presiones distintas.

“Con palabras de Maquiavelo, quien quiera hacer política debe estar dispuesto a internarse en la «senda del mal», es decir, debe estar dispuesto a sacrificar su ética al objetivo político que tenga que obtenerse. La política, de hecho, no es una actividad cooperativa, sino de conflicto entre personas, grupos, intereses, visiones del mundo, etc. la ciencia de la política se convierte aquí en la ciencia del poder.”(10)

Ahora bien, en aras de la discusión a esta visión le oponemos la propuesta por Arendt, quien “rompe con la idea del poder como un mecanismo que responde al esquema medios/fines y lo define como «la capacidad humana no sólo de actuar, sino de actuar en común, concertadamente». Según eso, el poder no es nunca la propiedad de un individuo, sino que «pertenece» al grupo y se mantiene sólo en la medida en que permanezca unido.”(11) Pero cuidado, no podemos confundir esto con asumir que el poder se reduce a la democracia, lo que seria una ingenuidad, aunque se pueda intuir que esta forma sea privilegiada en la definición, pero es notorio que lo planteado por Arendt contempla posibilidades mas amplias, puesto que el permanecer en grupo se puede lograr por mecanismos totalitarios, podemos decir que se habla de consenso en cuanto hay una legitimación para seguir un poder, mas no indica que las decisiones del poder sean tomadas por la mayoría o de forma participativa, en otras palabras: nadie niega que una monarquía absoluta es una forma de ejercer el poder político, por vía de la legitimación tradicional de Weber, donde una población decide obedecer, y en esto consiste el consenso que permite la unión y el mismo ejercicio de ese poder como autoridad, ahora, es claro que esto no implica ninguna participación en lo que el Rey disponga, bajo este sistema sólo se obedece y se puede aconsejar porque el Rey así lo pida. Mutatis mutandis, es lo planteado por Thomas Hobbes, con su figura del Leviatán, existe un acuerdo en el contrato social, por medio del cual se le entregan derechos al Estado, pero de ahí en adelante es él quien ejerce el poder, y en virtud de ese mismo contrato, entendiendo que es un mecanismo de legitimación para dar el paso del estado de naturaleza al estado de civilidad, le podrán ser exigidos el cumplimiento de ciertos deberes, como lo son el respeto a la vida y la garantía de la seguridad.

Ahora tenemos que hacer otra aclaración, y es que “cuando estamos en presencia de la imposición de una voluntad a otra, dice Arendt, eso no cabe denominarlo poder sino violencia.”(12) Y de allí la importancia de la legitimidad del poder que ya aducíamos, y es que cuando falla este elemento solo hay una dominación temporal, pues una vez eliminada la superioridad de quien imponía la voluntad lo mas probable es que no se siga el comportamiento que hasta el momento se llevaba, o que se presente la venganza, fenómeno que ya advertía Maquiavelo, pues quien se ve sometido a una voluntad sin su consentimiento es un enemigo potencial, “A los hombres se les ha de mimar o aplastar, pues se vengan de las ofensas ligeras ya que de las graves no pueden: la afrenta que se hace a un hombre debe ser, por tanto, tal que no haya ocasión de temer su venganza.”(13)

A esto habrá que agregar, que “un poder coactivo, para ser considerado como poder político debe ser de un lado exclusivo, en el sentido que debe impedir (criminalizar o penalizar) el recurso de la fuerza por parte de los sujetos no autorizados; de otro lado debe ser legítimo, o considerarlo tal, en el sentido que debe ser reconocido como válido bajo algún título, y por tanto aceptado por los subordinados.”(14) , y aquí entramos también a la cuestión sobre el por qué obedecemos, la cual puede ser respondida por el miedo, la necesidad o los beneficios que nos otorgue estar bajo el mando de un poder.

Ahora, sobre el origen del poder político, Séneca aporta una caracterización importante donde lo identifica con la mezcla de tres elementos: el oro, la espada y la palabra; definición que sigue siendo vigente, pues el poder tiene un fuerte componente económico, es coactivo, pero es justamente lo discursivo, las ideas que se transmiten, lo que garantiza su aceptación y continuidad. En otras palabras, es reconocido que el origen histórico del poder es la violencia, la fuerza, mediante la cual se busca el dominio y control de población y territorio; sin embargo este es sólo el inicio, pues dicho poder, siempre busca convertirse en autoridad, para ser obedecido, y es justamente la legitimidad, la que permite el transito del poder a la autoridad, esta última “sería el ejercicio institucionalizado del poder y conduciría a una diferenciación, más o menos permanente, entre gobernantes y gobernados, los que mandan y los que obedecen”(15). De tal suerte que transformar el poder violento en política es parte de la cultura, pero ¿qué es lo legítimo?, “legítimo, diría de nuevo Weber, es aquello que las personas creen legítimo. La obediencia se obtiene sin recurso a la fuerza cuando el mandato hace referencia a algún valor o creencia comúnmente aceptado y que forma parte del consenso del grupo”(16) , justamente este autor señala tres formas de legitimidad: la racional (la que encuentra su sustento en las constituciones y las leyes), la tradicional (al modo de las monarquías) y la carismática (la que se gana el político por su capacidad de llegarle a la gente, esta es la de los caudillos). También el profesor José Olimpo Suárez trae una clasificación bastante ilustrativa, donde habla de cuatro formas: la teocracia (teoría de la autoridad divina), el esclavismo (teoría de la subordinación natural), la aristocracia política (teoría del poder-autoridad basada en el conocimiento verdadero) y el contractualismo político (el poder-autoridad fundado en el consentimiento)(17) .

“Tanto la teoría política como la teoría jurídica sostienen que para que el poder sea válido debe ser justificado. Bobbio bajo este enfoque afirma que solo la justificación hace del poder de mandar un derecho y de la obediencia un deber. La justificación transforma una relación de mera fuerza en una relación jurídica”(18)

Y esta necesidad de que el poder aunque en principio es violencia, busque ser legitimado en parte da respuesta a la pregunta de Maquiavelo, de si es mejor ser amado o temido, a lo que él mismo responde, “Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que amado. Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues —como antes expliqué— ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta, se rebelan.”(19) , En suma, el príncipe debe procurar ambas cosas, pero debido a su dificultad es mas seguro ser temido, lo que no es sinónimo de estar ejerciendo la violencia de forma permanente, sino de ser referente de autoridad, para garantizar también un respaldo a la hora de enfrentar enemigos. En fin, legitimarse consiste en buscar una justificación que permita tener el control, pero ante todo ser acatado, por amor o miedo.

Otro problema que surge, es quién debe gobernar y cómo debe hacerlo, al menos bajo qué sistema debe operar. Pero para abordar este aspecto resulta indispensable al menos enunciar algunas ideas sobre el Estado, una de las más grandes creaciones humanas en el campo de la política que ha marcado la historia, y que justamente aparece ante la necesidad de resolver cómo manejar el poder, y a su vez cómo controlarlo.

La teoría del Estado merece un estudio independiente y muy profundo, pero para nuestro interés valdrá tan sólo con recordar que el Estado se convierte en una figura abstracta y superior que permitirá preservar derechos y deberes fundamentales, en principio sin importar quien este en el gobierno. Su evolución es amplia y la realidad social de cada lugar determina sus características, pero sin duda es la tradición liberal, la que mayores aportes ha legado, nos referimos a planteamientos como el de Thomas Hobbes (aunque a este autor muchos lo miran con recelo, por ubicase cerca del totalitarismo), John Locke (padre del liberalismo), Juan Jacobo Rousseau, y recientemente autores que han dado nuevos aportes como Robert Nozick y John Rawls. Quienes apostando por una legitimidad contractualista o racional en términos de Weber, han logrado dar sustento a la construcción de lo que hoy nos permite convivir sin matarnos, y en efecto superar en buena parte, aunque no en su totalidad, el estado prepolítico, de incivilidad o de naturaleza; ahora bien, tendremos que diferenciar, y en esto hay que tener cuidado, es que no significa que algunos pueblos, como los de Oriente, que no siguen estas tradiciones estén en un estado prepolítico, como algunos con total ignorancia se han atrevido a aseverar. Frente a esto y siguiendo al profesor Beriain(20) , tendremos que decir que aunque estos postulados son en esencia Modernos y Occidentales, no por ello son los mejores, así como tampoco podemos decir que ser moderno es sinónimo de occidentalidad, Oriente tiene otras formas de legitimar el poder y que les permite igualmente vivir bajo la protección de un Estado, distinto al nuestro, pero que según su cultura cumple con unos deberes y les provee unos derechos, además se pueden igualmente catalogar como modernos, toda vez que sus postulados de fondo son los mismos, estos Estados orientales buscan el desarrollo, el progreso y en términos económicos y militares compiten en igualdad de condiciones en el escenario internacional.

Es importante afirmar, que como forma de gobierno en Occidente se ha privilegiado la Democracia, cabe anotar que sus bondades no son per se, sino que surgen en oposición a las demás formas, por eso se considera la forma menos mala y por ende un mal necesario. De la Democracia, son notorios dos problemas la dictadura de la mayoría y la aporía de la tolerancia y como consecuencia un fenómeno, el llamando “cansancio de la democracia” (21) , y es que curiosamente las personas suelen cansarse de este sistema, en parte porque implica un mayor compromiso, el cual cuando empieza a fallar da muestras de corrupción, clientelismo, entre otros.

Pasando a otro asunto, es necesario advertir que no obstante ser compleja la idea de Estado, hay un escenario todavía mas problemático en términos de poder y es la llamada “anarquía internacional”, que se presenta por la ausencia de un poder superior a los Estados que los dirija. Para controlar un poco esto se han planteado soluciones desde la tradición Racionalista o Liberal, donde se acude al Derecho con la creación de organismos supranacionales, del corte de la ONU, o las mismas Cortes Internacionales, y el Derecho Internacional Público; pero a su vez aparecen otras formas reflejo de las Teorías Realistas, donde se evidencia aquella idea de Lasalle, según la cual el Derecho trata de dar causes, pero la política los desborda; es así como hablamos de potencias hegemónicas que dictan el orden mundial, y que debido a su superioridad económica o militar asumen el mando político, incluso valiéndose del Derecho, reduciendo los planteamientos racionalistas a simples herramientas para legitimar su poder, por ejemplo en la ONU, donde se predica la igualdad de las naciones, encontramos figuras como el Consejo de Seguridad y el derecho al veto que poseen sus miembros permanentes, muestra ineludible de su poder, producto de ser vencedores en la guerra. Y si a esto le sumamos otras formas no tan visibles como la “diplomacia secreta”, encontraremos que los hilos del poder son cada vez mas complejos, y que los Estados las mas de las veces son disfraces para que un grupo de personas influyentes tomen decisiones escudadas en ellos. Es así como se cuestiona la soberanía o el poder de los Estados, al cobrar mayor importancia la “comunidad internacional”, como también otros actores, hablamos de grupos económicos influyentes, ONG’s internacionales, entre otros. De allí que el poder se tome como algo oculto, sombrío, que se evidencia en figuras como el llamado “poder tras el poder”, personas u organizaciones que no se hacen visibles, pero que tienen un poder de decisión todavía mayor que quien fue elegido pasa ostentar dichas facultades. Esta situación es real y aunque en una primera lectura pueda recordar las historias de conspiración, el estudioso de la política deberá perderle el miedo a tratar fenómenos que él conoce y sabe que existen, por la misma naturaleza que del Poder hemos venido esbozando en este ensayo.

Es este orden de ideas, digamos que el poder también es actualizable y hace uso de las herramientas que el momento histórico le provee para conseguir sus fines, razón por la cual, hoy es indispensable abordar el asunto del biopoder, como una modalidad del poder tradicional, que ha entrado si se quiere a reemplazar y potenciar las actuaciones tradicionales que teníamos de este gran fenómeno, haciéndolo casi omnipresente y especialmente difícil. Además de esto tenemos que recordar que la unión histórica entre la política y lo militar es innegable, y es justamente la estrategia de la guerra, la que ha proveído a la humanidad de los mas grandes avances tecnológicos, no es coincidencia que quienes han hecho una carrera armamentista importante, tengan a su vez los mas avanzados conocimientos y una altísima capacidad de innovación.

El biopoder, se define como el uso que el Poder hace de la ciencia y la tecnología, para interferir, crear, suprimir o modificar, la vida en sus diversas manifestaciones; incluso en elementos abióticos los que afectan directamente el desarrollo de cualquier forma de vida. Es de anotar que a diferencia de las disciplinas que se encargan del estudio de sus efectos como lo son la Bioética y el Bioderecho, y de las cuales se puede predicar que marcan el nacimiento de nuevas ciencias, distintas de las tradicionales, la Ética y el Derecho, en el caso del biopoder, debemos decir que se trata de un fenómeno, mas no de una disciplina, y que por esto aparece simplemente como una nueva modalidad del poder, que por sus métodos merece un estudio particular y como consecuencia de esta interacción entre poder y ciencia, se ven cambios notorios de los cuales mencionaremos algunos.

En primer lugar digamos que la política ya no se reduce exclusivamente a lo público, porque recordemos que tradicionalmente se ha entendido por política “una actividad humana que se desarrolla en el plano de la vida pública y cuya meta principal se encarna en el bienestar y la supervivencia de todos los miembros de la comunidad”(22) , ahora el énfasis se ha puesto en las relaciones mas intimas y “privadas”, porque el biopoder entra a determinar de una manera mas clara el día a día de las personas e incluso su corporeidad e identidad.

En segundo lugar, vemos una atenuación del papel del Estado tal y como hacíamos alusión en la evolución de esta figura, donde se ha venido acogiendo “La imagen “microfísica” de Foucault, que el poder social difuso, devenido acéfalo y anónimo, es en el fondo la verdadera sustancia del poder político.”(23) , cobrando una gran importancia el lenguaje, los medios de comunicación, entre otros, permitiendo que aparezcan legislaciones contrarias a lo que los países en un acto de soberanía decidieron en sus constituciones. Justamente Habermas conciente de este problema trata de plantear, con su teoría de la acción comunicativa, un método que consista en “especificar ciertas condiciones formales o procedimientos mínimos que nos hagan capaces de distinguir una deliberación conjunta basada en la razón y el interés general de otra basada en la fuerza, manipulación o el engaño.”(24) , pero sabemos que esto no pasa de ser un esfuerzo teórico por darnos las reglas que deberíamos cumplir para llegar a consensos no forzados, aunque de entrada es un poco ingenuo pues se trata de situaciones ideales, donde los interlocutores sepan claramente de qué se esta tratando, que se hable con la verdad y exponer abiertamente las intensiones para logar un ambiente de confianza; es obvio que su dificultad reside en que ni siquiera en las relaciones mas simples se sigue todo el tiempo estas normas, aunque sería lo ideal, y que nadie en política expondrá claramente lo que pretende, porque seria ponerse en una condición de desventaja. Sabemos que seria ideal lo planteado por Habermas, pero también somos concientes que en la práctica y mas aun en ciertas relaciones de poder, lastimosamente no sirve, pues recordemos que el modelo deberá ser puesto en marcha por todos los actores, y resulta difícil confiar cuando están en juego tantos intereses y donde nadie es neutral.

En tercer lugar y unido a lo ya mencionado, vemos como el control y la vigilancia actual, parece revivir la idea del panóptico, un espacio amplio que puede ser observado en su totalidad desde un solo punto, parece que la metáfora del mundo como teatro(25) , cobrara vida, pues parecemos actores siguiendo libretos establecidos por ciertos poderes globales, los cuales obviamente no salen a escena y todo controlado con cámaras pequeñas o webcam’s y otras de mayor tamaño, como pueden serlo los satélites. Estamos en una sociedad dominada por el temor, donde sacrificamos cualquier espacio de intimidad, con tal de sentirnos protegidos; es como si el Estado, ese gran Leviatán hubiera perdido sus poderes y nos encontráramos de nuevo en un estado de naturaleza, la diferencia es que como ya no es un poder legitimo, identificable, fruto de un pacto, esta vez fue necesario mantenernos en un miedo constante para garantizar el dominio, incluso creándonos enemigos globales. Nuevamente advertimos, es posible que todo esto suene a una teoría de la conspiración, pero repetimos que conociendo de lo que pueden ser capaces los juegos del poder y la ambición humana, no nos podemos permitir ser ingenuos.

Por último y a marea de conclusión, advirtiendo que se quedan muchas ideas importantes por fuera de este texto, digamos que “Naturalmente, más allá del deseo y la buena voluntad, siempre se ha erigido la realidad social de los intereses humanos como una verdadera trampa para estas teorías, generando en consecuencia la violencia, la agresión, la muerte y, finalmente el mas triste de todos los espectáculos políticos: la guerra civil. Pese a esta desgarradora narración de la historia de la civilización occidental es necesario reconocer también que la otra cara de la moneda esta formada por teorías y productos culturales que han intentado dominar la violencia por medio de la razón, buscando siempre crear las condiciones para una convivencia justa y pacifica”(26) , pero de aquí llamemos la atención sobre una idea y es que el poder ha ocupado muchas discusiones, pero también ha cobrado muchas victimas y amenaza muchos derechos, incluso de los seres mas vulnerables que deberían ser protegidos, por lo que es importante continuar su estudio ya que no es simplemente una discusión teórica o una entretención de intelectuales, pues todo lo que hemos planteado tiene incidencia directa en nuestras vidas y mas hoy donde nuestras esferas de libertad cada vez están mas reducidas, curiosamente cuando mayores derechos se predican, claro está, nuevamente otro juego discursivo del Poder.


BIBLIOGRAFIA

• BERIAIN, Josetxo. Modernidades en disputa, Anthropos, Barcelona 2005.

• BOBBIO, Norberto. BOVERO, Michelangelo. Origen y fundamentos del poder político, Grijalbo, México, 1985

• DEL ÁGUILA, Rafael. Manual de Ciencia Política, Madrid, Trotta, 2000

• GONZALEZ GARCIA, José María. Metáforas del poder. Madrid: Alianza Editorial, 1998.

• GUARDINI, Romano. El poder: Un intento de orientación. Ediciones Cristiandad, 1981

• MAQUIAVELO, Nicolas. El príncipe. Libresa

• SUÁREZ MOLANO. José Olimpo. Syllabus sobre Filosofía Política. Medellín: Editorial UPB, 2004

• SUÁREZ MOLANO, José Olimpo. Notas de clase del curso Teoría Política 1, dictado en la Facultad de Ciencias Políticas. Universidad Pontificia Bolivariana. 2005

Citas

1. Cfr. SUAREZ MOLANO. José Olimpo. Syllabus sobre Filosofía Política. Medellín: Editorial UPB, 2004. p. 12
2. Ibíd. p.14
3. DEL ÁGUILA, Rafael. Manual de Ciencia Política, Madrid, Trotta, 2000. p. 23
4. GUARDINI, Romano. El poder: Un intento de orientación. Ediciones Cristiandad, 1981. pp.14, 15
5. BOBBIO, Norberto. BOVERO, Michelangelo. Origen y fundamentos del poder político, Grijalbo, México, 1985, p. 61
6. Op Cit, DEL ÁGUILA, p. 24
7. Ibíd. p. 24
8. SUÁREZ MOLANO, José Olimpo. Notas de clase del curso Teoría Política 1, dictado en la Facultad de Ciencias Políticas. Universidad Pontificia Bolivariana. 2005
9. Ibíd.
10. Op Cit, DEL ÁGUILA, p. 22
11. Ibíd. p. 30
12. Ibíd. p. 31
13. MAQUIAVELO, Nicolas. El príncipe. Libresa. p. 70
14. Op cit. BOBBIO, p. 46
15. Op Cit, DEL ÁGUILA, p. 26
16. Ibíd. p. 27
17. Cfr. Op Cit, SUAREZ, Syllabus.
18. Op Cit, BOBBIO, p.13
19. Op cit. MAQUIAVELO. p. 134
20. Cfr. BERIAIN, Josetxo. Modernidades en disputa, Anthropos, Barcelona 2005.
21. Cfr. Op cit, SUAREZ. Syllabus.
22. Ibíd., p. 16
23. Op cit, BOBBIO. p.60
24. Op cit, DEL AGUILA, p.33
25. Cfr. GONZALEZ GARCIA, José María. Metáforas del poder. Madrid: Alianza Editorial, 1998. pp 99 - 142 (Capt 4 “Teatrum mundi: Teatro, Mascara y escena política”).
26. Op cit, SUAREZ. Syllabus. p, 7

Nota

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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