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Los sofismas de los abortistas

viernes, 7 de mayo de 2010

Los sofismas de los abortistas
Ramón Córdoba Palacio, MD elpulso@elhospital.org.co

Si no fuera por la trágica realidad que conscientemente ocultan -porque no puedo pensar que lo hagan por ignorancia-, serían dignos de admiración los esfuerzos de quienes aprueban y a lo mejor han practicado, practican o practicarán el aborto, por demostrar lo benéfico de su campaña, pues han rebajado la mortalidad de mujeres por “aborto inseguro”, más guardan un ominoso silencio en relación con el aumento de seres humanos -es decir, personas- en estado embrionario sacrificadas por ellos voluntariamente. Ese ominoso silencio nos hace pensar que ellos mismos, los abortistas, no están convencidos de que para un problema de salud pública, según su criterio, como es la muerte de mujeres que se someten por sí mismas a maniobras abortistas, el remedio eficaz sea matar a otros seres, a los hijos de éstas madres. Sin embargo, con sus falaces estadísticas se proclaman defensores de los derechos de la mujer -el inconcebible derecho de desconocer el derecho fundamental a la vida de quien ella procreó, el nada noble derecho a matar impunemente a un ser indefenso-.
A lo largo de la historia de la humanidad, el que con la venia del Estado ejecutaba o ejecuta a quien el mismo Estado legítima o ilegítimamente considera indigno de vivir, se ha llamado y se llama aún en algunos lugares: “verdugo”. En nuestro idioma, verdugo es «Persona muy cruel o que castiga demasiado y sin piedad» (D. R. A. E.). Igualmente, la historia nos enseña que los condenados a desaparecer por el poder del Estado tienen un juicio y un defensor de sus derechos, juicio real y verdadero defensor o simple apariencia, más en el caso de los niños en etapa vital intrauterina, ni siquiera por pudor la Corte Constitucional colombiana exige para aceptar la muerte de estos seres humanos una pantomima de juicio con defensor. Sin embargo, los abortistas, médicos o no, despliegan la bandera de defensores de la vida conscientes de que asesinan a una persona que no participó en la situación que soporta su madre y que muere para que ésta disfrute de su deseo, de su irresponsabilidad. También los verdugos reunidos en gremio pueden alegar ante la historia que suprimiendo vidas defendían la vida y que el respectivo Estado no sólo no los penalizaba, más aún, a veces exaltaba su “profesión”.
Sin embargo, y en honor a la verdad, debemos registrar cambios, para bien o para mal, pero cambios al fin y al cabo: el verdugo en la antigüedad ocultaba todo su rostro excepto los ojos, en la actualidad el verdugo o «Ministro que ejecuta las penas de muerte…» (D. R. A. E.), sólo usa tapabocas o mascarilla médica porque considera que llevar a cabo lo que denomina «aborto seguro» lo dignifica, pues suprime la vida de seres humanos asépticamente y, además, fija el precio a su intervención. Por algo es doctor verdugo o verdugo doctorado.
Más aún, la mentalidad médica frente a los problemas de salud pública ha sido, y debe ser con verdadera lógica científica, la de analizar racionalmente la causa real del problema, pero nunca se había proclamado que para resolver dichos problemas, para disminuir la mortalidad que producen, la solución sea suprimir la vida de seres humanos, seres humanos que no son los que embarazan a las madres abortistas ni quienes las inducen al «aborto inseguro».
Con la mentalidad y la lógica de los abortistas, que no es otra que la de ignorar la causa y suprimir los efectos; frente al resurgir de la tuberculosis, el sida, la malaria, etc., debe matarse a los pacientes para que no difundan la enfermedad, y así la mortalidad por estos verdaderos problemas de salud pública, disminuirá radicalmente.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

http://www.periodicoelpulso.com/html/ago06/opinion/opinion.htm

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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