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La caja de Pandora

viernes, 7 de mayo de 2010

La caja de Pandora

Ramón Córdoba Palacio MD - elpulso@elhospital.org.co

Es frecuente oír decir a nuestra gente: “se necesitaron tantos muertos para que solucionaran este problema”, o, ¿cuántos muertos se necesitarán para que arreglen esto? Continúan los hospitales cerrando servicios y restringiendo atención porque no producen dinero pese a la asistencia de alta calidad para sus pacientes; se presentan con frecuencia reclamos de salarios y, más grave aún, reclamos de elementos indispensables para prestar a los pacientes la oportuna y adecuada ayuda a sus quebrantos de salud, a veces muy graves. Y las autoridades de salud, los responsables de salvaguardar la vida y la salubridad de todos los colombianos según la Constitución vigente, siguen buscando el mal y la solución en el tonel sin fondo de la economía, cuando el mal -incorregible mientras subsista la Ley 100- es el cambio de finalidad de la atención médica que en vez de prestar ayuda de alta calidad en esta área de la actividad humana, tiene ahora, por ordenamiento legal, que producir dinero que mantenga llenas las arcas de las empresas comerciales conocidas como las EPS y las IPS.
Como en el mito griego de la caja de Pandora, la caja con el deslumbrante aspecto de un regalo de los dioses, que estaba repleta de daños y desgracias, la Ley 100 con la engañosa apariencia de salud de calidad para todos, de solidaridad e igualdad para los desprotegidos económicamente, puso precio en dinero a la existencia humana y creó instituciones intermediarias que tienen como finalidad explotar tan funesto comercio y acrecentar así cada vez más sus réditos y a las que nada, absolutamente nada, las obliga con la atención médica adecuada de sus “clientes” o “usuarios”, fuera de que estén a paz y salvo, que éstos cumplan directa o indirectamente con sus cuotas. La existencia y la integridad de la persona humana y su condición de salud, se convirtió, por determinación legal -Ley 100-, en elemento de consumo, con instituciones que la venden según el dinero disponible del cliente y no de acuerdo con la dignidad incondicional de quien la requiere.
Más de una persona ha fallecido en las puertas de instituciones de atención médica -al menos así las denominan-, llevando en sus manos la evidencia para-clínica de su enfermedad, que requiere atención urgente, porque su nombre no aparece en pantalla, porque no tienen orden de remisión, porque debe volver a su pueblo a que le cambien la tarjeta del Sisbén, etc. Más de un enfermo ha soportado el deterioro de su estado de salud -realmente de su existencia-, por las mismas causas o porque las órdenes de exámenes paraclínicos o de substancias o intervenciones terapéuticas se indican para cuando la enfermedad y el tiempo las hacen inútiles y hasta humillantes. Obviamente estos pacientes figuran en la estadística como colombianos “cubiertos por el sistema de salud, Ley 100”, pero no se tiene en cuenta la calidad de la atención. ¡Cuántas evidencias al respecto guardan los expedientes en los Tribunales de Ética Médica y cuántas más dormirán el sueño del olvido en el prontuario de quejas de la Superintendencia Nacional de Salud! ¡Cuánto se revelaría sobre el engaño de la infortunada Ley 100 si esta Superintendencia evaluara adecuada y oportunamente las quejas que recibe!
Más aún, en el afán mercantilista según el cual todas las instalaciones deben rentar para que sean viables, ¿cuántos exámenes inútiles, injustificados en relación con la condición de salud del paciente y, a veces, de grave riesgo para éste se están indicando? ¿Cuántas hospitalizaciones injustificadas desde el punto de vista estrictamente médico se están exigiendo, hospitalizaciones que aportan dinero a los mercaderes de la salud, de la existencia humana, amparados por la ley?
Se habla de reformas y surge una inquietud: ¿aparecerá una ley que indique que debemos acercarnos a las ventanillas de las empresas bancarias a reclamar atención de salud en vez de dinero, una ley que cambie la finalidad de dichas entidades y ordene que produzcan salud en vez de dinero al tenor de la exaltada pero tenebrosa Ley 100, la cual cambió la finalidad de la medicina al exigir llenar las arcas de unos pocos a costa de una deficiente atención médica?
Un colega señala con descarnada certeza que en relación con la salud lo que hoy impera es: “Si eres joven y sano, ¡bienvenido!, mas si eres de edad o enfermo, mejor muérete: nos puedes costar mucho dinero que no debemos gastar en tu persona, ya que de todas maneras, tarde o temprano, morirás”.
Sólo hay una manera de evitar los daños y males de la Caja de Pandora: cerrar permanente y definitivamente dicho “regalo de los dioses” 6
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-

http://www.periodicoelpulso.com/html/jul04/opinion/opinion.htm

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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