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De víctimas a victimarias

viernes, 7 de mayo de 2010

De víctimas a victimarias

Ramón Córdoba Palacio MD - elpulso@elhospital.org.co

El pasado 8 de marzo, Día de la mujer, los medios de comunicación nos ilustraron sobre las discriminaciones, los crueles e injustos vejámenes que han padecido las mujeres en todas las culturas y épocas históricas, y lo justo de sus luchas porque se reconozca su dignidad, sus indispensables e insustituibles contribuciones al progreso general de la humanidad, hechas con generosidad, con honestidad, con sincero amor. Paradójicamente, unos días después, los mismos medios nos mostraban una multitud de mujeres vociferantes que exigían se les mantuviera la autorización legal de decretar ellas mismas la muerte de sus hijos, de esos hijos que según ellas perturban su felicidad o que rechazan por cualquier otra causa, hijos que no intervinieron en ningún momento ni en ninguna forma en los hechos que provocaron su presencia en ese vientre maternal. Exigían la potestad de suprimir la vida de alguien indefenso, inocente en la extensión plena del vocablo, sin que dicha supresión de la vida sea penalizada ni pueda señalarse como inhumana la con-ducta de quien llamada por la naturaleza de los acontecimientos a defenderlo, lo elimina como reo de delitos que no cometió, como chivo expiatorio de los propios errores de quien lo concibió sin consentimiento de la víctima: su hijo.
Y a favor de tan antinatural tendencia surgen con equívoco ropaje de ayuda humanitaria, “de salud sexual y reproductiva”, sutiles métodos abortivos como la llamada “píldora del día siguiente”, métodos seguros para suprimir la vida del hijo por la imposibilidad biológica de anidar el embrión en el endometrio, farmacológica y voluntariamente alterado. Desaparece el escenario de salas quirúrgicas, de instrumental médico, de doctores o enfermeras, de comadronas, etc., pero no la atroz realidad de una madre que niega al hijo que ella engendró, a su propio hijo, el derecho a vivir, que elimina consciente y voluntariamente la vida del ser que llamó a la existencia, de una madre que condena a muerte ese nuevo ser humano por haber respondido al fenómeno biológico que ella y su compañero desencadenaron y del cual no es responsable el hijo que ella mata. Para hacer desaparecer toda huella de su conducta irresponsable, la madre elimina a quien no participó, insistimos, en los hechos que materializaron su existencia.
“Salud sexual y reproductiva”, ¿para quién? ¿Para la mujer incapaz de realizar sus uniones sexuales, genitales, con responsabilidad? La “carga hormonal” de la píldora del día siguiente, Levo-Norgestrel -el Postinor 2-, no fortifica su voluntad ni su responsabilidad, antes bien puede contribuir a que sus actos irresponsables se repitan porque tiene a mano la manera de suprimir los efectos que, aunque biológicamente naturales y esperados, no son de su agrado. ¿Tendremos que agregar a los libros de medicina el embarazo como un nuevo capítulo de patología? ¿Salud para el hijo? ¿Podremos aceptar como salud la supresión de la vida, de una vida que comienza y en la cual no se presenta ninguna manifestación de enfermedad? ¿Será que para el embrión la vida es una patología?
En sana lógica no se encuentra ningún sentido de salud en la difusión de la mencionada “píldora del día siguiente” y menos aún un sentido de verdadera ayuda humanitaria para la madre y su hijo con esta forma de eliminar la vida de éste. El acto de matar al propio hijo, inocente e indefenso, no deja de ser una acción antinatural y éticamente condenable porque se ejecute con medios cada vez más sofisticados y menos espectaculares, medios que sólo tienen como fin primario el enriquecimiento de unos pocos a costa del dolor y el error de otros, la comercialización de la existencia de los seres humanos cuya desaparición como seres vivos llena sus arcas.
Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

http://www.periodicoelpulso.com/html/jun04/opinion/opinion.htm

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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