El pesimismo de Malthus
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Thomas R. Malthus, sumido en una envolvente mezcla de pesimismo y de cálculo utilitarista con respecto a lo que es el ser humano, planteó su apocalíptico panorama sobre el crecimiento poblacional dentro del marco del positivismo inglés.
Sus pronósticos eran desalentadores: la población -especialmente la de los pobres- crece en proporción geométrica, mientras los recursos alimentarios lo hacen apenas en progresión aritmética. La conclusión aparente es fatal: no habrá alimento para tantos y el mundo no podrá albergarlos. La realidad de hoy, en cambio, es la progresiva, injusta y asimétrica distribución de los recursos: en los países ricos la gente se muere de enfermedades relacionadas con la obesidad, la vida muelle y el sedentarismo. Los pobres mueren de hambre, de miseria y discriminación; las 84 personas más ricas del mundo tienen unas fortunas que superan el PIB de China, país con 1.300 millones de habitantes; los 15 sujetos más ricos del mundo amasan una fortuna que es superior al PIB total del conjunto de los países del África subsahariana. El bicentenario dogma maltusiano, a pesar de las grandes evidencias que la historia presenta en su contra, ha hecho una gran carrera. Especialmente entre aquellos que se creen con la autoridad y la capacidad para dirigir el desarrollo de las naciones desde los sitios claves: gobiernos y organizaciones internacionales del más alto nivel. Las campañas de controlismo poblacional dentro de la ideología malthusiana continúan a la orden del día en sus metas orientadas a disminuir las tasas de natalidad de los países pobres. Repiten la versión actual de la consigna falsa: con la baja natalidad mejora el desarrollo de los pueblos. Se imponen políticas abortistas; se hace creer que el desarrollo económico se debe al control poblacional, en ingenua inversión de la ecuación de causalidad. Se repiten las consignas antipoblacionales tal como las dictara el clérigo anglicano de inicios del siglo XIX. El tema hoy se condimenta con los extremismos ecologistas que propugnan por la defensa de la naturaleza y simultáneamente promueven la aniquilación de los débiles por medio del control eugenésico. En el vecindario están la “ideología de género” y el errático concepto de los “derechos sexuales y reproductivos”. Esas variantes contemporáneas hacen énfasis en un grave error antropológico, que es entender al ser humano como predador. Ya Julián Marías había hecho la advertencia sobre el peligro de la “visión zoológica” del ser humano. Los países ricos enfrentan ahora las consecuencias de bajas tasas de reemplazo generacional; no hay niños, no hay jóvenes; hay viejos exigentes, acostumbrados a gastar sus jugosas pensiones de jubilación y poco dispuestos a disminuir sus beneficios. No hay masa de trabajadores jóvenes que alcance a llenar las exigencias generadas por el cambio de la estructura piramidal de la población. Las familias se fragmentan en el egoísta caos de motivación y de sentido existencial que acontece en medio de la opulencia. En algunos países nórdicos renacen xenofobias y obtusos nacionalismos, mientras las masas inmigrantes provenientes del tercer mundo llegan ansiosas a ocupar sus puestos de trabajo. La realidad brutal de una injusta distribución de recursos se expresa en el círculo vicioso típico del sur: pobreza-ignorancia-baja productividad-poca capacidad y oportunidad de competir-pobreza. El avance del antinatalismo ocurre al mismo tiempo que la muerte selectiva de miles de embriones humanos producida por los procesos de tecnologías de reproducción asistida. El “hijo deseado” nórdico no es más que el “baby to carry home”, como el cliente lo desee. En el sur, en cambio, es el “no deseado”: los problemas no son de recursos y de espacio para albergar a la población; son de asimetría, injusticia y egoísmo en escala masiva. Merece la pena revisar la responsabilidad de quienes someten su capacidad de discernimiento y análisis de realidades demográficas, históricas y sociológicas, y ocupan aún el puesto de propagandistas de eternas frases que les imponen desde los niveles más elevados de organismos financieros internacionales. No se debe olvidar que para Kissinger en 1974 el crecimiento demográfico de algunos países en vía de desarrollo constituía una amenaza para la seguridad nacional del suyo. Asombrosamente el extremismo ecologista contemporáneo se pone al servicio de la falacia neomalthusiana, desde los años veinte exitosamente divulgada por las organizaciones controlistas que los han conducido dócilmente -rebaño- a creer que el aborto es “un derecho”.
http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=26057&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=321
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El pesimismo de Malthus
miércoles, 29 de julio de 2009
Etiquetas:
CONTROL DE NATALIDAD
Publicado por
Beatriz Campillo
en
21:08