Algo sobre la ideología de género
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Un escoliasta con razón anotaba: “Al descubrir infiltraciones marxistas en un libro, sólo queda cerrarlo murmurando suavemente: ¡Ah, pereza!”; y añadía, refiriéndose a la misma tendencia ideológico-política: “La izquierda es la pendiente por donde ruedan todas las facilidades del espíritu”.
Ahora, ya avanzado el siglo XXI, estos agudos escolios –y otros no menos severos- vienen necesariamente a la memoria al leer las diatribas que periódica y sistemáticamente traen determinados columnistas pertenecientes a la categoría de quienes ya se sabe qué van a decir o con cuál consigna vienen de nuevo. Son aquellos que han tomado con vehemencia su papel como propagandistas de la “ideología de género”. Repiten unos conceptos fáciles de identificar, como “leitmotiv”: que el género es una “adquisición de la cultura”; que las mujeres han sido históricamente oprimidas y explotadas por una sociedad androcéntrica y patriarcal; que la historia es una sucesión dialéctica de enfrentamientos y de atropellos; que los “roles culturalmente construidos”; que la “deconstrucción del subordinamiento”; que el cambio de los roles de género por unos nuevos de “preferencia y orientación sexual”… En la misma dinámica está la combativa terminología de los “derechos sexuales y reproductivos” convertida desde hace unos años en pétreo dogma de dependencias oficiales como el ministerio de la Protección Social, ahora empeñado en la práctica de la ideología abortista. La constante repetición de aquellas consignas recuerda el sonido fingido de altavoces y el tumulto de pancartas de épocas pasadas. Corresponde al mismo tono de reivindicación y de llamado “a la lucha”. Hay excesivo volumen en la pretensión de reivindicaciones sobre atropellos -reales o imaginarios-; para ellos en eso consiste la historia, en un dialéctico y constante atropello contra determinados “géneros”, pero principalmente, contra las mujeres débiles y oprimidas. Pocos incautos caen en estas redes de propaganda, de resentimiento y de terminología abstrusa, como “roles culturalmente construidos” o “lenguaje hegemónico y deconstrucción del patriarcado”. ¿Por qué suena tan equívoco aquel pertinaz sonsonete? ¿Por qué, a pesar de la excesiva publicidad que les brindan determinados medios se evidencian unas contradicciones que alertan al más ingenuo de los lectores? ¿Por qué causa tanto cansancio esta cascada de reivindicaciones? La explicación quizás por simple sea sorprendente: porque se trata de consignas que no son ciertas y que no tienen un apoyo en la realidad. Son repetición de viejas premisas políticas que los activistas profesionales supieron oportunamente poner a la orden del día en escenarios de influencia mundial, como las conferencias de El Cairo y Pekín. Pero esta falta de consistencia merece comentario adicional, aunque genere ampolla y aunque Simone de Beauvoir insista en lo contrario: resulta que es falso que el “género se construya culturalmente”. La naturaleza existe, tiene realidad objetiva. Existe una condición femenina y existe una condición masculina. Son hechos dados. Datos ciertos, biológicos, cromosómicos, afectivos, neuroendocrinos. Por supuesto, también –pero nunca sólo- culturales. Existe una naturaleza humana de carácter constitucional y radical, sexuada. Y esta naturaleza, insisto humana, está dotada también de las esferas de la inteligencia y la voluntad. El ser humano es centro de decisión-acción, alguien de un tenor muy diferente a un simple ratón determinado e hipercomplejo. Los impulsos y las conductas humanas están bajo el control inteligente y voluntario de la persona. Ésta, hombre o mujer, centro de decisión-acción, puede ser coherente con su naturaleza y puede, por ejemplo, ser fiel y ser consecuente con ella misma. Por supuesto, esto es exigente en el campo de la conducta, algo que no está muy a tono con la ostentación del activismo propagandístico de diversas “preferencias de opciones de género” que ahora pretenden imponer como muestra de pluralismo. La ideología de género es apenas una refundición del marxismo: Engels, hacia 1884, proponía que la verdadera revolución socialista se llevaría a cabo cuando se aniquilara la familia, cuando el Estado terminara con la religión y cuando por fin tuviera lugar la nueva lucha de clases, la lucha de géneros. Los nuevos activistas no han descubierto nada. Apenas vociferan y repiten acríticamente sus aprendidos versos, como en la balada de los búhos estáticos -filosofantes filosofículos- las antiguas consignas de la fatal profecía marxista. Un discurso amargo, de resentimiento y de hipertrofia de la emotividad en el que la aniquilación de la reflexión se combina con la voluntad de generar discordia. De nuevo hay que darle la razón al escoliasta: “Marxismo y psicoanálisis han sido los dos cepos de la inteligencia moderna”.
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