Buscar

Historia de una tristeza

miércoles, 29 de julio de 2009

Historia de una tristeza
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo

Como si se tratara de estrenar zapatos o un nuevo automóvil, centenares de mujeres van al quirófano a remodelar su cuerpo. A aquella masiva peregrinación hacia el riesgo se acude también como si el propio cuerpo fuera otro de los artículos que se adquieren o intercambian en el centro comercial. Una sintomática expresión de esta conducta es promocionada por las fotografías de las revistas de farándula con el “antes y después”. Sin escote y con escote. Sin sonrisa y con sonrisa.
Basta que la apreciación subjetiva del propio yo de cada quien manifieste algo de insatisfacción con su apariencia física –sumada al oportuno y constante estímulo de unas pautas de la colectividad que presionan en el mismo sentido- para que se configure el argumento suficiente para llevar a las gentes a las salas de cirugía. Todo, naturalmente, ofrecido y encontrado a cambio de buenas sumas de dinero. Se reciben tarjetas de crédito y se ofrecen facilidades. Las menos pudientes de la muchedumbre también tienen los modos de hacer valer su “derecho” a estos recambios: las prótesis mamarias se modifican al gusto, las inyecciones de sustancias que perfeccionan el contorno corporal se suman a las liposucciones colectivas. Como resultado se obtienen mujeres uniformadas no ya en el modo de vestir sino en el modo de ser, en ordenada fila alrededor de un simétrico ordenamiento del pensamiento en lo que atañe al gusto y la actitud ante lo corporal; por supuesto, la sexualidad va incluida en este proceso alienante. ¿Cómo negar la evidente conexión entre el aspecto de los senos moldeados por criterios de moda y el hecho cierto de la instalación sexuada del ser humano según livianos criterios de “postmodernidad”? Suceden las cosas como si todo fuera parte de la exhibición y promoción de una mercadería más, como si lo correcto fuera el dominio tiránico de cada subjetividad que en poco se diferencia de la de centenares de vecinas. En esta plaza de mercado se dan cita las voluntades de poderes particulares: cada quien se cree autónomo y “feliz” pues trata de parecerse a alguien. Además, con facilidad se encuentran disponibles los tecnócratas mercadotecnistas que se aprestan a satisfacer deseos y necesidades de clientes en una dinámica complaciente y amable que no es sino disfraz de explotación. El tema de la cirugía estética en lo que atañe a las siliconas y a la glándula mamaria –haciendo salvedades obvias de enfermedades que no son la norma- puede relacionarse con el de la afanosa búsqueda de paraísos artificiales y con la hipertrofia mediática de un yo que en realidad es débil e inauténtico pero que cree estar acudiendo a la autonomía y a la libertad. Quizás las mujeres con los senos igualmente turgentes compartan una simetría en el modo de aparecer ante la vida en una atmósfera colectiva de degradación de la feminidad alimentada por el poder de compra. Hay un sombrío tono de deterioro de la feminidad auténtica en este ambiente de hiper-erotización: las exageraciones pronto recuerdan la caricatura cuando no lo francamente grotesco. Quizás también esto corresponda a una igualdad en el vacío, en la tristeza respecto al propio yo que se niega a la aceptación de sí mismo; en el mar de la inautenticidad no se sabe cuál de aquellos vacíos es más grande, desértico y profundo. Son gajes de un consumismo que quien sabe adonde conducirá finalmente. Es el caso de la banalidad, de tratar al cuerpo como cosa. Puesto que no se trata del “cuerpo de alguien” en particular, sino de “ella misma”: de la totalidad de la persona involucrada en su destino. Con tanta razón pensadores se han referido al cuerpo como signo, lugar y manifestación de la totalidad de la persona. Esto es más acertado y correcto que la tonta expresión “soy dueña de mi cuerpo”, expresión que, además de falsa, es otra de las consignas ideológicas de género, en una época que propone lo banal y el vacío existencial como norma y como actitud generalizada y políticamente correcta.

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=112633&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=1322

Nota

Este es un espacio para compartir información, la mayoria de los materiales no son de mi autoria, se sugiere por tanto citar la fuente original. Gracias

Perfil

Mi foto
Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

contador gratis