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Ser y no ser, simultáneamente

miércoles, 29 de julio de 2009

Ser y no ser, simultáneamente
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo

Se ha dicho que el principio de no contradicción es una exigencia del pensamiento lógico-racional. Algo no puede ser y no ser al mismo tiempo. No es, de modo simultáneo, día y noche en el mismo sitio, así como no es lo mismo la afirmación “correcto” que “incorrecto”. En este principio de razón está fundamentada una buena porción del convivir humano civilizado. Mediante la aplicación de la lógica de modo honesto y riguroso, es posible para las personas un norte práctico para emitir apreciaciones sobre la realidad.
Nada valen la memoria, la sagacidad, el avance tecnológico, el asombroso “poder hacer” de que se dispone hoy, si no se plantean las ideas dentro del mundo de lo lógico. Cuando se renuncia a la lógica se suele afirmar que algo es y a la vez no es. Las consecuencias de este desbarajuste para la práctica del vivir concreto cada quien puede descubrirlas, si quiere hacerlo. Mucho más ahora, cuando se suele ocultar la verdad tras incontables tecnicismos y sofismas. “Todas las opiniones son respetables”, acostumbran decir, mientras se poco se menciona esto: “hay unas opiniones mejores que otras”. El producto del razonamiento ordenado suele aproximarse más certeramente a la verdad, mientras que cuando se afirma algo contradictorio se puede concluir: allí hay una mentira. Hay autoridades “científicas” contemporáneas que afirman esto: hay fetos que son pacientes y hay fetos que no son pacientes. Esa asombrosa y actual contradicción -aunque puede remontarse a los tiempos de los sofistas, pues ya Protágoras con su sinuosa mezcla de escepticismo relativista se quiso resignar a que el conocimiento no es posible- es carta de presentación de una nueva retórica teñida de academia. Los sofistas engrosan hoy la larguísima fila de retóricos que a lo largo de generaciones han sabido hacerse pasar como autoridades de peso. Hay referencias bibliográficas que merecen análisis muy cuidadoso pues sus autores tienen ahora fuerte influencia en al ámbito médico de los Estados Unidos y del mundo entero; influyen en las opiniones y recomendaciones de entidades rectoras que son escuchadas casi con reverencia en todo el planeta. Concentramos el análisis en una de sus arbitrariedades (son más, con fatales consecuencia tanto en el ámbito de la práctica clínica como en el mundo de las leyes). Hay –dicen- fetos paciente y fetos no paciente. Es la madre quien “otorga” tal estatuto a su hijo. Si ella decide continuar con el embarazo, su hijo es paciente, y en este caso, se establecen obligaciones del médico hacia aquél. Por ello Chervenak y McCullough no encuentran objeción racional a la eliminación de seres humanos por medio del feticidio. Los citados autores promueven el aborto eugenésico, el diagnóstico prenatal para la detección y eliminación de mongolismo y defectos abiertos del tubo neural, y en otras circunstancias. Promueven además la idea de que el obstetra carece de competencia para hacer un escrutinio lógico sobre los valores y creencias de la madre. Según ellos, el obstetra es una especie de observador neutral, un aséptico proveedor de servicios de tecnología médica que accede acríticamente a las solicitudes de sus “usuarios-clientes” según variables decisiones, necesidades y prioridades. El papel del médico se reduce al accionar de un sujeto sin prioridades, necesidades o decisiones propias: es sólo un espectador amorfo en lo que atañe a la ejecución de acciones técnicas impuestas por otras personas. Negar la cuestión intrínseca de la condición personal del feto -usted y yo lector somos personas de modo “intrínseco”, independientemente de si estamos en ejercicio de la conciencia o no, de que estemos consignados como indeseables en los archivos de la KGB o de la Gestapo debido a nuestras raza, carga genética o ideas políticas. Más allá de la opinión de cualquiera, tal es uno de los principios fundantes de la democracia, también de la lógica: la igualdad entre los seres humanos. La imposición de criterios “extrínsecos”, en este caso la voluntad de una persona como base de obligación del respeto a la vida de una tercera persona, es una lamentable abdicación de la razón. Los autores citados incurren en graves contradicciones, en confusiones deliberadas, en falsedad, en negación de la razón y de los datos que brinda la realidad. Se convierten en retóricos del siglo XXI: son los nuevos Protágoras que van por ahí diciendo que algo es y no es al mismo tiempo. También ellos exigen que el diálogo científico sea razonable y documentado: por supuesto. Son, como se ve, capaces de decir cualquier cosa.

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=109607&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=1289

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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