Griten por quienes no pueden gritar
Jóvenes: No aborten esos niños que pueden tener una vida feliz en sus brazos o en los de padres adoptivos, quienes los esperan con sus brazos abiertos. Jóvenes: Sean ustedes los que den un grito pacífico pero convocante y comprometedor a una comunidad que sustituyó los valores por el vacío de una vida fácil. Griten por esos niños no nacidos que no pueden gritar.
EL COLOMBIANO
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Medellín
Publicado el 28 de julio de 2009
Es bueno que en Medellín se vaya a construir la Clínica de la Mujer que, además, valdrá 17 mil millones de pesos? La respuesta no es sencilla. Es esencial saber con claridad cuál es su misión fundamental y fundacional. Cuál es su objetivo básico.Percibimos, analizando la carta que envió a esta casa editorial la doctora Luz María Agudelo Suárez, Secretaria de Salud de la Alcaldía de Medellín, que se trata de un centro asistencial, uno de cuyos objetivos esenciales será facilitar a muchas jóvenes abortar, amparadas en el Decreto 4444 del 13 de diciembre de 2006.Quizás esta clínica de salud sea legal. Pero no todo lo legal es éticamente aceptable. Así muchos se peguen de la legalidad para dar vía libre a comportamientos, alegatos jurídicos y actos de gobierno carentes de ética.Y no nos estamos refiriendo a la moral católica, sino a los mínimos éticos que deben guiar a todo ser humano. El primero, el respeto a la vida. Y nosotros, en esta empresa de comunicaciones, luchamos por la vida de todo ser, especialmente de todo ser humano.Entonces, ¿cómo podríamos aprobar que se acabe con la vida de un niño en gestación, un ser que tiene el código genético desde que el óvulo materno es fecundado por el espermatozoide masculino? ¿Que se acabe con la vida de una personita que en el vientre materno siente, se alegra y se entristece? ¿Que desarrolla con prontitud el cerebro y vive alerta, que se comunica por códigos más universales que la palabra?Este ser humano es indefenso, en especial por cuanto no puede hablar. La palabra es un comportamiento social adquirido dentro del entorno cultural en el que se vive después de nacer. Por no tener la palabra, el bebé abortado no grita que quería vivir, que ese era su derecho.La Clínica de la Mujer tendrá servicios buenos y podrá valerse de la experiencia de otros centros idóneos que ya manejan las temáticas que también incluirá dentro de sus servicios: la educación preventiva para un manejo responsable de la sexualidad, de los factores de riesgo, la atención ginecológica. Este centro médico seguramente apoyará preferencialmente a todo ser humano de sexo femenino en todo lo que tenga que ver con su salud integral.Lástima, sí, que sea una clínica en donde se practicarán abortos, en donde trabaje personal de la salud que, por uno u otro motivo, pretenderá ignorar la esencia de su misión que es buscar la vida de todo ser humano, sin excepción alguna. Que olvidará o pretenderá olvidar, por uno u otro motivo, el Juramento Hipocrático.Lástima que sectores de nuestra comunidad estén inmersos en un materialismo sin sentido de la trascendencia. Donde prima el placer y el facilismo, para no usar una palabra ya obsoleta pero vigente, el hedonismo. Una comunidad que olvidó ejercer la autoridad con razones pero con firmeza, dentro de un marco de principios éticos esenciales. Una comunidad en la que los padres temen a los hijos y ha olvidado conjugar el verbo dialogar.Es cierto que hay un inmenso problema social, pero la solución no puede ser una clínica que, pegada a la ley, haga fácil el aborto, tal vez olvidando que hay otras salidas, además de la educación preventiva que evite embarazos prematuros.Entre ellas, asumir la paternidad y maternidad responsables, porque, del mismo modo que hay derechos, hay deberes. Entregar, en adopción, los niños no deseados. Hay millones de parejas dispuestas a recibir los bebés, cuyos padres biológicos no quieren o no pueden atender debidamente.Jóvenes: No aborten esos niños que pueden tener una vida feliz en sus brazos o en los de padres adoptivos, quienes los esperan con sus brazos abiertos. Jóvenes: Sean ustedes los que den un grito pacífico pero convocante y comprometedor a una comunidad que sustituyó los valores, por el vacío de una vida fácil. Griten por esos niños no nacidos que no pueden gritar.
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