La eugenesia
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Francis Galton, primo de Charles Darwin, acuñó el término “eugenesia”, a finales del siglo XIX. La disciplina relacionada con el estudio y práctica del mejoramiento de las especies (vegetales y animales) mediante la selección de determinadas cualidades hereditarias llegaría a tener un gran desarrollo en la Inglaterra de comienzos de siglo pasado.
Karl Pearson, matemático, sucede a Galton en su cátedra de eugenesia de la Universidad de Londres. Sus tesis tendrían expresiones simples y contundentes: la tasa de nacimiento de los pobres constituye una amenaza para la humanidad; los superiores deben remplazar a los inferiores. A unos pocos años de iniciarse el siglo XX las ideas eugenésicas y de intervención demográfica tienen amplio despliegue en el mundo anglosajón: pronto vendrían las leyes de esterilización de amplia aceptación en diversos estados de los Estados Unidos en los años 30 y extendidas rápidamente a Alemania y a los países nórdicos. Después vino el exterminio como política de estado. Una de las primeras medidas del régimen hitleriano -elegido en las urnas- fue precisamente la que ordenaba la creación de los tribunales de eugenesia y la esterilización selectiva de aquellos a quienes el régimen consideraba indeseables o demasiado onerosos desde el punto de vista de la salud pública, en una despiadada concepción del análisis “costo-beneficio”. Se trató del inicio de la “rampa resbaladiza”; una vez pisoteada la dignidad individual, la política de estado pasa por encima, incluso, del derecho a la vida de los asociados. Con los anteriores datos históricos ciertos -el lector puede dar un vistazo a la palabra eugenesia en una fuente tan seria como la enciclopedia británica- es causa de estupor el retorno a las ideas de los años 30 que se está viviendo en la actualidad. Hoy proponen la esterilización como si prestaran un servicio novedoso y desinteresado a una sociedad pródiga en niños pobres y en problemas para solucionar. Quienes lo hacen, políticos, funcionarios, comentaristas, aprovechando las diversas tribunas públicas, quieren a la vez imaginar estar del lado de la “progresía”, de la filantropía y de las ideas avanzadas. No se trata de ideas avanzadas; la mentalidad eugenésica, y su vecina, la controlista y esterilizadora, no es novedosa. Es antigua, propia de regìmenes totalitarios en que la democracia se atribuyó con diversos mecanismos jurídicos el poder de usurpar los derechos del individuo. La hábil manipulación de la opinión pretende hacer pasar por filantrópicos aquellos principios que apenas han sido los “slogans” de control demográfico de una ideología de progresiva penetración en el público. Vale la pena considerar esto: la persona, su dignidad, su capacidad de ser responsable y de deliberar y decidir sobre sus actos, está por encima de las imposiciones de la mayoría en forma de leyes, sean aquellas eugenésicas o hagan parte de un plan de eliminación de quienes son considerados indeseables por terceros. Los planes controlistas de la China han terminado en una eliminación sistemática de millones de niñas. Reeditar esos errores no es modernismo, es apenas someterse de nuevo a los dogmas malthusianos y eugenésicos. Lo que hay en realidad es una inaceptable condición de injusticia y de ignorancia entre los pobres, algo que no se soluciona repartiendo premios por esterilizarse. Aquello es estimular a vender la dignidad humana a cambio de muy poco, aunque un funcionario de alto rango haga pública ostentación de ello, y aunque a ello hagan coro las publicaciones de farándula y de pensamiento “light” que pretenden uniformar la conducta de sus usuarios-clientes, haciéndoles creer que son libres, originales y filantrópicos en sus ideas.
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