Buscar

Lenguaje y verdad

viernes, 14 de agosto de 2009

Curso Filosofía del Lenguaje II
Prof. Jaime Nubiola
Universidad de Navarra
Lenguaje y verdad
Rafael Dawid de Vera
rdawid@alumni.unav.es




Tanto el segundo Wittgenstein como John Langshaw Austin subrayan el carácter instrumental del lenguaje. Las palabras son útiles que empleamos diariamente para interaccionar con los miembros de nuestra comunidad lingüística, no sólo nos sirven para referirnos a los hechos, sino que a la vez nos permiten ejecutar un sinfín de acciones: dar órdenes, rogar, rezar, halagar, insultar... No tienen por qué ajustarse sin más al mundo, debidamente empleadas pueden transformarlo, de ahí que exijan un uso responsable y circunspecto. A medida que las conocemos aumenta nuestra aptitud comunicativa, y por tanto las posibilidades de intervenir en nuestro entorno y en quienes nos rodean. Para hacer cosas con palabras primero debemos saber manejarlas, pero como son múltiples y sus usos diversos, y constantemente se transforman bajo el influjo de las inopinadas alteraciones del código lingüístico, nunca terminamos de conocerlas.
El lenguaje nos brinda la posibilidad de trascender el aislamiento, no hay mejor acceso a nuestro interior. El primer propósito del diálogo consiste en demostrar nuestra humanidad a los demás, y por consiguiente, nuestro derecho a que se nos considere como hombres y se nos trate como tales. Nos encontramos ante la piedra angular de la sociedad, pues la confianza que procede de esta aceptación recíproca posibilita cualquier alianza ulterior. A través de la palabra nos manifestamos ante el prójimo, nuestro ser se despliega ante él. De esta manera puede comprender que somos reales, participar de nuestras penas y alegrías, advertir nuestros propósitos y discernir el modo en que le afectan. No saber expresarse equivale a estar poco o mal vestido, el lenguaje, al igual que el indumento, nos humaniza. Un vocabulario acaudalado y una dicción correcta ayudan a determinar quienes somos, y por tanto facilitan la comunicación. Todos los males que la soledad acarrea acechan constantemente a quienes no se molestan por mejorar su expresión.
Al designar estamos haciendo algo más que dar simple cuenta de los hechos: los construimos. Los enunciados, asociaciones de palabras con sentido y referencia, no son meras representaciones de acontecimientos, figuras como pensaba Wittgenstein, sino que conforman la realidad misma, o al menos aquella que nos es dado conocer. Al igual que el pensamiento no puede extenderse más allá de los conceptos, el mundo no puede rebasar el cerco que el lenguaje tiende a su alrededor. Puede que no sea preciso buscar el punto misterioso en el que uno y otro conectan, tratar de dilucidar la razón de su isomorfía, pues tal vez sean una y la misma cosa. Mencionar algo sin recurrir a nombres, verbos, adjetivos… es, simplemente, imposible; lo que pueda hallarse tras estas categorías ni nos incumbe ni podemos conocerlo.
Al nombrar introducimos orden y jerarquía en el inmenso desbarajuste de los fenómenos. El hombre primitivo comenzó aludiendo a lo más inmediato, pero, progresivamente, sus ojos fueron reparando en realidades más distantes hasta que acabó topándose con el Absoluto. Cuál sería el espanto (o asombro, como solemos llamarlo) de nuestros ancestros cavernarios al reparar en la indefectibilidad de la muerte, al contemplar una puesta de sol, el mar embravecido o un cielo tormentoso. Lo que no controlamos nos infunde un gran temor que en buena medida logramos paliar gracias al lenguaje, capaz de tornar cognoscible y familiar lo desconocido y sorprendente. La palabra es el primer paso de la razón, delimita los hechos, y al hacerlo extrae las formas del caos primigenio.
Aristóteles y Tomás de Aquino entienden la verdad en términos de adecuación. Para el santo se trata de una propiedad del juicio que depende de la correspondencia del intelecto y lo real. Esta teoría ha sido, de una forma u otra, la más defendida a lo largo de la historia, pero Austin la rechaza. La verdad es una correlación mucho más compleja de lo que los realistas pretenden, pues en ella intervienen otros factores además de la mente y el mundo. Es un valor que se asigna a determinados enunciados, siempre en el marco de unas convenciones demostrativas y descriptivas, en una situación comunicativa concreta. Su fuerza nace del acuerdo de una comunidad de hablantes, y no exclusivamente de una supuesta simetría entre el pensamiento y los sucesos. La verdad o falsedad de un enunciado se subordina al contexto que le es propio. Ninguna proposición es verdadera en virtud de un rasgo interno, es decir, no hay nada que sea verdadero en sí o por sí mismo.
La verdad no es un arquetipo del que participen nuestros juicios, pues no existe al margen de lo que decimos, de dónde, cuándo y por qué lo hacemos, y de a quién nos dirigimos. Que la expresión "la tierra gira en torno al sol" sea verdadera no sólo se debe a que los hechos concuerden efectivamente con su contenido, pues la teoría heliocéntrica es la comúnmente compartida por los miembros de la actual sociedad civilizada. Ptolomeo no creería a alguien que le dijera lo mismo, puede que ni siquiera lo comprendiese. La verdad, según Austin, no se entiende con independencia de la situación total de habla y sobrestimar cualquiera de sus componentes es incurrir en generalidades que ensanchan la zanja entre realidad y lenguaje. Cuando la verdad deja de ser mundana el hombre pierde su tutela y ésta deviene incontrolable, los más graves atropellos se cometen entonces en su nombre. Lo que Austin propone es un método eficaz de combatir el dogmatismo.



Diseño de la página: Izaskun Martínez
Última actualización: 2 de junio 2006

Nota

Este es un espacio para compartir información, la mayoria de los materiales no son de mi autoria, se sugiere por tanto citar la fuente original. Gracias

Perfil

Mi foto
Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

contador gratis