Con las huellas en su tinta
VÍCTOR SUÁREZ
Las captahuellas quedarán como un caso de la historia criminal venezolana.
La tecnología de captura, almacenamiento, cotejo y transmisión de los rasgos biométricos de las personas se ha desarrollado aceleradamente. El terrorismo internacional ha sido uno de sus impulsores. Las agencias de seguridad de diversos países han sido los principales campos de prueba. Malhadada la hora en que llegó a Venezuela por los caminos verdes.
Las huellas digitales, el iris, el ADN, la voz, el sudor, la saliva, entre otros rasgos vitales, han sido deconstruidos para decodificar la identificación de las personas. Mucho tiempo, mucho talento, mucho dinero, han sido invertidos en los centros mundiales de investigación y desarrollo para lograr la síntesis de los procedimientos que han permitido aislar la individualidad.
En Venezuela no se discute si la tecnología sirve o no sirve, sino para qué la han estado usando y para qué la van a utilizar nuevamente.
Después del 11 de septiembre de 2001, las máquinas para impresión y resguardo digitales de huellas digitales (redunde, que va bien) se están haciendo comunes en los aeropuertos más importantes del mundo. Cualquier punto de entrada a Estados Unidos, por ejemplo, ya está equipado con este mecanismo de control de inmigración. Las tradicionales tarjetas magnéticas de identificación están siendo sustituidas por el simple dedo índice que, colocado sobre un sensor, abre o deja cerrada una puerta en alguna corporación. La huella digital está siendo utilizada como contraseña de entrada a sistemas de computación de alta sensibilidad y reserva confidencial.
Las captahuellas se masifican. En los servicios de identificación y de seguridad social, en las aduanas, en los puertos y aeropuertos, en los servicios de seguridad nacional e internacional. En los centros de documentación criminal se sustituyen las viejas planillas en papel, que llevan estampadas con tinta las diez huellas de los malhechores, por archivos computarizados donde se alojan sus datos, entre ellos las huellas digitales.
Llegará un momento en que la cédula de identidad (tarjetilla de papel/plástico deteriorable, maleable, falsificable, traficable), no sirva sino de repuesto para que el ciudadano demuestre su identidad en caso de algún accidente que le haya inutilizado temporal o definitivamente las yemas de los dedos de las manos.
Estado del guiso
Casi doscientos millones de dólares han sido gastados en Venezuela para imponer un sistema que desde el comienzo causó la suspicacia de propios y extraños. La anterior directiva del Consejo Nacional Electoral, de la que sobrevive extensa parentela política en la actual, hizo todo lo posible por mantener en el terreno de lo difuso lo que llamaríamos la bondad del producto. Misteriosos viajes oficiales y oficiosos a Nueva York y otras ciudades, oscuros personajes (técnicos y negociantes) que se alojan y trabajan en la más absoluta reserva en sitios rodeados de la más estricta protección militar y policial.
La actividad periodística, que quiere saber y comunicar con alguna exactitud el estado de cocción del guiso, se ha topado con tapias que niegan cualquier acceso.
En esta columna, en la época del referendo revocatorio (agosto de 2004), detallamos todos los componentes del sistema de identificación biométrica que había contratado el CNE. Con quiénes (Cogent Systems y Gilat), qué capacidad de procesamiento, almacenamiento y cotejo, qué capacidad de transmisión, qué velocidad en la transmisión de los resultados de las consultas, dónde estarían colocados el telepuerto y la sala de control (Universidad Bolivariana, en Los Chaguaramos, azotea y piso 9), márgenes de precisión, pagos sucesivos, número de antenas receptoras, satélites a utilizar, centros alternos de operación, etc. Pasadas las derrotas (y las victorias), agentes del CNE revelaron el fiasco de las captahuellas. Después de más de 7 millones de capturas, no llegaron a 60 las duplicaciones de voto detectadas por el sistema.
El diario Últimas Noticias difundió el hecho. La conclusión sigue siendo la misma, pero documentada por los resultados: las captahuellas no han servido para lo que dicen que sirven (garantizar que efectivamente un elector equivalga a un voto).
El precio pagado por la nación para detectar una duplicación de voto, debe estar en cola para optar a un puesto en El Libro de Récords.
Estado del ánimo
Los estudiosos de la Colina Creativa, equipo profesional que descubrió el célebre archivo incrustado en las máquinas de votación de Smartmatic, que permitía conocer la secuencia del voto, meses después concluyó en lo mismo que habíamos dicho aquí. Las captahuellas, a través de mecanismos alternos y clandestinos de interceptación (desvíos permitidos de los enlaces de telecomunicaciones) y manejo de la data emitida desde cada centro de votación, le daba al Gobierno la ventaja de conocer, en tiempo real, el estado del comportamiento electoral de la ciudadanía en todo el territorio nacional. De allí las sucesivas prórrogas que otorgó el CNE, de allí los esfuerzos gubernativos para acarrear voluntades para sufragar a deshora, de allí el triunfo del NO.
Las exit polls tomaron fotos precisas del ánimo popular mientras hubo normalidad, pero a la postre se equivocaron porque dejaron de tomar muestras en la noche. Con conocimiento de causa, en el CNE se comportaron como cómplices y no como árbitros.
Acoso y control
Ahora también. El CNE, en el colmo de la ineficiencia, ha declinado la facultad de manejo de las captahuellas en estas elecciones, como había sido prometido al país. Pdvsa contrata capacidad satelital, sin fiscalización, para los mismos efectos. Cantv se desmarca, sus redes de telecomunicaciones sólo servirán de vehículo para transferir la data que emitan las máquinas de votación.
Por su parte, la voluntad opositora está resuelta. No le teme a las captahuellas. El problema es gubernamental. Las necesita como medio de presión y acoso. Para tratar de detener el deslave de su propia fanaticada. A ese votante desengañado que se encuentra entrampado en los claustros virtuales (redes sociales) que ha construido el régimen.
El rector Vicente Díaz clama ante un cuarteto de sordos para que las eliminen definitivamente. El Presidente-candidato se hace el loco al declarar que le da lo mismo si están o no están. Los voceros oficialistas ni siquiera presionan para que las dejen. El trabajo verdadero lo hace la mayoría del CNE, que se empeña en utilizarlas para poder justificar lo que vendría después.
El candidato de la unidad nacional, Manuel Rosales, dijo esta semana en Valencia: "Ya habrá tiempo para investigar qué hubo detrás de esa negociación".
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