Bioarte: del laboratorio a la galería
Una coneja con piel verde, huevas de esturión microinyectadas con mostaza o queso para obtener un nuevo tipo de sushi... Con manifestaciones más extremas que otras, el bioarte utiliza técnicas de manipulación genética para llamar la atención sobre ellas. El punto de vista artístico y científico
¿Podría trazarse un paralelo entre la creación de Frankenstein y la coneja Alba? Las motivaciones bien podrían ser las mismas. La escritora británica Mary Wollstonecraft Shelley abordó desde su novela temas como la moral científica, la creación y destrucción de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios. Corría el año 1818 y con Frankenstein nacía la ciencia ficción: un género literario.
A fines del siglo XX, un artista brasileño sacudió al mundo desde la misma temática y colocó en el centro de las miradas a una disciplina artística: el arte transgénico.
Eduardo Kac, profesor del Instituto de Arte de Chicago, mostró su obra en el festival Ars Electrónica de 1999. Alba, era una coneja a la que presentó como el primer mamífero fluorescente: su piel, en determinadas circunstancias, despren-día un fulgor verde. Para ello, Kac modificó los genes de la coneja con proteína verde fluorescente (GFP), una sustancia extraída de las medusas.
El artista explicó, ante una boquiabierta audiencia, que si los avances de la genética son capaces de cambiar por completo a la sociedad, la única manera de reflexionar sobre estos cambios a través del arte, es utilizando las mismas herramientas y técnicas que los científicos.
El escándalo no tardó en producirse. Las opiniones en contra y a favor de Alba coparon el por entonces no tan masivo ciberespacio y hasta sobrepasaron los límites de la web.
Para Kac, en tanto, el nacimiento de Alba no suponía el fin de su proyecto, sino el principio. Su obra no consistía en crear un ser transgénico, sino en convivir con él.
Ante la presión de las críticas, las autoridades del Instituto de Investigación Agronómica de Francia, donde Alba fue creada, decidieron quedársela.
Arte y ciencia
El arte transgénico sacaba carta de ciudadanía y, por extensión, llevó a la primera plana a la manifestación de la que es un subgénero: el bioarte. Natalia Matewequi, investigadora en la UNLP sobre el tema, dice que “no hay una única definición de bioarte. existen una variedad de posturas teóricas algunas más radicales que otras que explican ese concepto y que pueden incluir prácticas como el body art, el software art, la performance, el arte robótico, la vida artificial o el arte transgénico”.
“La postura teórica a la cual adhiero
-continúa la especialista- es la que define al Bioarte como una práctica que trabaja con material orgánico vivo (células, bacterias, plantas, ratones) y técnicas científicas (clonación, transgénesis, ingeniería tisular) como medio de expresión artístico”.
¿Es lícito utilizar las polémicas técnicas de manipulación genética en nombre del arte? La respuesta ensayada desde el Bioarte es que esta expresión utiliza la tecnología de la época para dar testimonio del contexto político y social del momento. Lo mismo que hizo Wollstonecraft Shelley desde la escritura en los albores del siglo XIX, invitando a reflexionar sobre los avances de la ciencia y la tecnología. O Aldous Huxley, desde Un mundo feliz en 1932, ya en los albores de las técnicas de manipulación genética.
Matewequi, investigadora en el Instituto de Historia del Arte de la Facultad de Bellas Artes de la universidad local, entiende que “en nombre del arte se permite casi todo, y la cuestión ética es uno de los puntos principales del desarrollo del Bioarte”.
Por su parte, Mariano Pistorio, docente del área de Biotecnología y Biología Molecular de la UNLP, dice que “los marcos éticos de utilizar seres vivos con fines estéticos los debe establecer la sociedad de acuerdo a sus valores. Es la opinión de la comunidad científica en general, el respeto a las distintas formas de vida y la no manipulación de ellas con fines estéticos”.
Pablo Refi
http://www.diariohoy.net/notas/verNoticia.phtml/html/268549479/?1024, diciembre 10 de 2007