Bioartistas tratan de zanjar brecha entre arte y ciencia
Por JESSICA M. PASKO
The Associated Press
Adam Zaretsky se pasó una vez 48 horas repitiendo hasta el cansancio el álbum "Greatest Hits" de Elgelbert Humperdinck a un plato con bacterias E.coli para determinar si las vibraciones o los sonidos influían en el crecimiento bacterial. Al observar el aumento en la producción de antibióticos de la bacteria, Zaretsky supuso que hasta las células se disgustaban al ser sometidas a "música de salón ruidosa y horrible".
Este sentido del humor es un fuerte componente de la obra de Zaretsky en el creciente terreno del bioarte, un término amplio para designar la fusión de arte, tecnología y ciencia que está atrayendo artistas, científicos y controversias.
Tras enseñar recientemente en el Instituto Politécnico Rensselaer, Zaretsky se ha convertido en una figura prominente en el campo del bioarte y el instituto se está erigiendo en un centro creativo de nuevas obras.
Los bioartistas usan tejidos vivos, bacterias, organismos vivientes y procesos vitales para intentar crear obras de arte que diluyen las distinciones tradicionales entre ciencia y arte. La mayoría de estas obras invitan a la reflexión social, transmitiendo críticas políticas y sociales mediante la combinación de procesos artísticos y científicos.
Una exhibición de obras de bioarte de Kevin Jones se vio en febrero en el Colegio de Arte Montserrat en Beverly, Massachusetts.
Las obras de Jones exploran el modo en que la biotecnología y otras ciencias están cambiando. Casi todas sus piezas están vivas, y los medios utilizados incluyen bacterias bioluminescentes y frutas podridas. Según la curadora asistente del Colegio Montserrat, Shana Dumont, la exhibición procuró hacer más accesibles los logros e implicaciones de la biotecnología, un objetivo que comparte la mayoría de los bioartistas.
El artista brasileño Eduardo Kac, un profesor del Instituto de Arte de Chicago y líder en bioarte, una vez se hizo implantar un microchip en su organismo para hacer que el público contemplase la relación entre los seres humanos y la tecnología.
"El bioarte es un modo de observar dónde interactuamos con nosotros mismos, la cultura humana y el resto del mundo viviente", dijo Zaretsky.
En el politécnico, el bioarte es un programa en crecimiento por medio de su programa iEAR (Arte Electrónico Integrado en Rensselaer).
El iEAR "nos ayuda a forjar alianzas y establecer conexiones a medida que desarrollamos el programa de bioarte", dijo Kathy High, profesora del politécnico y directora del programa. "Aquí somos afortunados porque hay mucha actividad en nanotecnología y bioingeniería".
High dijo que originalmente se involucró en el bioarte por medio de su interés en las cuestiones feministas, y gran parte de su trabajo previo se centró en el proceso del alumbramiento y las tecnologías reproductivas.
Zaretsky enseñó su curso "VivoArts: Estudio de arte y biología" en el Instituto el año pasado. El curso guía a una serie de artistas, científicos y estudiantes de medicina en la exploración de las ciencias biológicas por medio de proyectos que examinan la conexión humana con los sistemas vivientes.
Los cursos se proponen exponer a los artistas a los laboratorios, que dice suelen ser "los lugares más intimidantes y ajenos". En una asignación, un estudiante podría "pintar" con bacterias genéticamente modificadas. En otra, un alumno se incorpora a una obra de arte viviente.
Gran parte del arte involucra cultivos histológicos y transgenética, un término que abarca una serie de procesos de ingeniería genética mediante el cual el material genético de un organismo es alterado por el agregado de material genético sintetizado o transplantado de otro organismo.
Uno de los ejemplos originales de este tipo de arte transgenético fue Alba, un conejo viviente fosforescente creado por Kac en el 2000. Al insertar el gene proteínico fluorescente de un aguaviva en un óvulo fertilizado, Kac produjo un conejo que brilla con un color verde cuando es iluminado con luz azul.
Julia Reodica, una alumna del politécnico, incorporó su propio cuerpo además de células animales para su proyecto del 2004 "hymeNextTM". Utilizando muestras de tejidos de ratas y sus propias células vaginales, Reodica combinó nuevos medios y métodos escultóricos con cultivos histológicos para producir una serie de hímenes artificiales. Sus piezas pretenden enfrentar la sexualidad moderna y provocar ideas sobre el organismo femenino y el énfasis que nuestra cultura pone en la virginidad.
Reodica, originalmente estudiante de medicina, se volcó al arte comercial antes de buscar un modo de explorar la ciencia por medio del arte ilustrando a la vez mensajes sobre cuestiones sociales.
Una exhibición que presentó el Instituto en octubre llamado "Prototipo" detalló los procesos que involucró el proyecto "hymeNextTM" y sus otras obras, incluyendo una enorme réplica de células musculares que permite al observador caminar alrededor y atravesar el falso tejido. Otros proyectos en los que está trabajando incluyen una serie que titula "Esculturas vivientes" en las que crea una colección de embriones sintéticos de criaturas míticas.
No todo el mundo está entusiasmado con esta mezcla de arte y ciencia.
Kac y muchos otros han enfrentado oposición de grupos defensores de los derechos de los animales que les acusan de manipular injustamente criaturas vivientes para propósitos egoístas, y de grupos conservadores que cuestionan la moralidad de la transgenética y los cultivos de tejidos.
"La manipulación transgenética de animales es la continuación del uso de animales para propósitos humanos" independientemente de que se haga como algún tipo de crítica sociopolítica, dijo Alka Chandna, investigador de PETA (Gente para el tratamiento ético de los animales) en Norfolk, Virginia. "El sufrimiento y exacerbación de la tensión en los animales son muy problemáticos".
Para otros bioartistas, su trabajo los ha puesto bajo escrutinio legal.
Steven Kurtz, profesor en la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, fue arrestado bajo cargos federales de terrorismo hace tres años cuando la policía descubrió en su hogar determinados tipos de bacterias y otros materiales biológicos.
Kurtz sostiene que los especímenes eran para sus piezas de bioarte y dice haber sido tratado injustamente por su elección de expresión artística. Su juicio está pendiente.
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En la internet:
http://www.embracinganimal.com
http://www.vivolabs.org
http://www.emutagen.com
http://www.critical-art.net
http://www.elnuevoherald.com/122/story/54334.html