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La noche de Elie Wiesel

lunes, 17 de agosto de 2009

VESTIGIUM
La noche de Elie Wiesel
Carlos Alberto Gomez Fajardo


En el pequeño Sighet, un pueblo de Transilvania (actual Rumania), la vida de la comunidad judía había transcurrido en aparente tranquilidad hasta la primavera de 1944. Por supuesto, también en aquellos días de guerra allí se escucharon rumores sobre trenes y sobre deportaciones.

La gente, teniendo en cuenta que el frente estaba lejano, afirmaba confiadamente lo que parecía obvio: “ellos no vendrán hasta aquí”.

Pero un día suceden cosas: llegan la policía húngara; llegan soldados alemanes. Hay nuevas y severas normas, hay horarios para salir a la calle. Pronto las autoridades conforman dos pequeños “ghettos” en el pueblo. Pocos días más tardes comienza el éxodo. La comunidad judía de Sighet es evacuada.

Con lo resumido en los dos anteriores párrafos ha comenzado la larga noche del escritor Elie Wiesel. La noche de la máxima deshumanización. La noche de la pérdida del sentido de lo humano en el comportamiento de algunos seres humanos. Desde entonces lo que sucede rápidamente es la aplicación de los criterios de selección: ancianos, mujeres y niños son dirigidos hacia determinadas secciones; los hombres jóvenes y vigorosos son también seleccionados. Se les marca con un número tatuado en el brazo. Elie Wiesel hasta aquel momento, el de su ingreso a un campo de concentración, apenas era un adolescente judío que había ido al colegio y que estudiaba el Talmud. Más tarde escribiría: “No olvidaré aquella noche, la primera noche en el campo, la que convirtió mi vida en una larga noche cerrada con siete sellos”.

Wiesel ve desaparecer a su madre y a su hermanita. Ve la columna de humo que sale de aquellas chimeneas que nunca olvidará.

Después comparte sufrimientos y humillaciones con su padre. El hambre, el frío, la brutalidad de los golpes y maltratos de los guardianes y de los otros reclusos son la norma. Primero Auschwitz, luego viajes interminables en tren, congelación, cadáveres. Asiste como testigo a los episodios de colapso moral y físico de quienes no pudieron resistir más la ignominia… En el interminable viaje ferroviario hacia Buchenwald presencia escenas de solidaridad y de locura, estampidas y luchas a muerte por un trozo de pan. La nieve calma la sed. En enero de 1945 es testigo de la agonía de su padre, cuyo ejemplo de tenacidad lo sostuvo anímicamente para sobrevivir.

La noche de Elie Wiesel se ha prolongado por el resto del siglo XX. Esta noche se manifiesta por las realidades cínicas de la indiferencia y apatía de quienes ahora creemos –irracionalmente- en nuestra comodidad, en la sensación aparente de tranquilidad generada por el progreso material. Como si la tranquilidad se comprara en el centro comercial; como si fuese un objeto de consumo y de compraventa en el supermercado o en las bolsas de valores. Como si realmente “compráramos futuros” al invertir en títulos y en commodities.

Existe la realidad actual de una larga noche. Es la noche de la negación de la persona humana. La de la injusticia, la del hambre, la de la muerte selectiva de los débiles, la de la insolidaridad. La de la equívoca victoria de quienes tienen armas y creen tener el derecho de retener a otros seres humanos.

Wiesel quiere llamar la atención sobre el tema de la indiferencia que nos afecta a muchos. Podemos erróneamente creer –como quizás algunos judíos ilusos lo creyeron en su momento, en aquella primavera del año 44- que esto no es con nosotros. Semanas más tarde llegaron por ellos. Comenzaron su noche interminable: “Nunca dejaba de nevar. Permanecíamos en el suelo del vagón, por días y noches, unos encima de otros, sin decir palabra. No éramos más que cuerpos congelados. Con los ojos cerrados, apenas esperábamos la próxima parada, para descargar nuestros muertos”.

EL MUNDO 8 de Mayo de 2008


Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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