PERIODICO EL MUNDO - Impresión artículo
Fecha de impresión: 2008/05/15
Fecha del artículo: 11:51 pm | 14 de Mayo de 2008
Vestigium
Hablando de la salud
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Romano Guardini ha escrito: “La enfermedad no es un acontecimiento biológico, sino también biográfico, en el cual se hace efectiva la existencia personal de este ser humano…”: el pensador alemán se refiere con ello a las cuestiones más fundamentales que se pueden considerar en torno a la definición de la salud y la enfermedad, al sentido antropológico de que está dotado el hecho de enfermar.
Con razones equiparables, el historiador de la medicina Pedro Laín Entralgo en su extensa obra se ha referido a los “modos de enfermar” de los distintos periodos históricos de la humanidad, y al modo cómo la medicina científica los ha enfrentado -desde que es ciencia- es decir, desde los remotos años de Alcmeón de Crotona, en el siglo V aC. Es precisamente en aquel lejano mediterráneo donde los médicos (physiologoi: entendimiento de la naturaleza) comenzaron a diferenciar racionalmente entre el mythos y el logos. El médico, clásicamente, ha actuado entendiendo por qué hace lo que hace y esto sucede porque dirige sus esfuerzos al conocimiento de la naturaleza (physis).
El primero de estos conocimientos es el planteado por el problema del ser del propio ser humano. La persona constituye el sujeto-objeto de que se ocupa el terapeuta; el médico griego se pregunta por la naturaleza del ser que padece la enfermedad. No se interroga sólo sobre su hígado defectuoso, su hueso fracturado, sus “humores” que se han desequilibrado conduciendo al desorden en que consiste la enfermedad. La medicina se ocupa de la persona en su integridad, de aquel en cuyo proyecto existencial, en cuya trayectoria biográfica, se ha presentado la condición patológica como un carácter adicional al modo de ser particular de la persona en cuestión.
Con esta somera aproximación antropológica bien se comprenden las afirmaciones del propio Laín Entralgo cuando se refiere a la salud como un “hábito psico-orgánico al servicio de la vida y la libertad de la persona…”
El acto médico por naturaleza hace énfasis en la persona; este es un carácter esencial de la práctica clínica: la centralidad de la persona y su dignidad, ante este alguien concreto obliga la aproximación del terapeuta con una actitud respetuosa.
Guardini y otros exponentes de la antropología filosófica del siglo pasado han destacado el carácter personal y biográfico de la salud como un bien. Ha entendido la integridad del ser personal, con sus ámbitos corporal, psíquico y espiritual. Este modo de entender la salud (a la vez novedoso y clásico) va mucho más allá de la pobreza dualista quizas heredada de Descartes, quien imaginó mecánicamente al cuerpo (res extensa) como un conjunto de órganos, algunos de ellos descompuestos y por lo tanto susceptibles de ser cambiados y reparados en una especie de factoría o taller. Sin demeritar los evidentes adelantos del poder hacer brindado por la técnica -históricamente la profesión del sanador ha tenido lugar de la mano del ingenio; desde el estetoscopio hasta la biología molecular, desde la percusión hasta la resonancia magnética nuclear- el arte de curar se enriquece y se tiñe de verdadero sentido humano cuando está radicalmente impregnado de su naturaleza propia, la humanidad.
Hoy la sociedad tecno-céntrica pretende creer algo diferente. Las usuales definiciones de salud como bienestar conceden una exagerada importancia a un hipotético y subjetivista cumplimiento de deseos y solicitudes, más moldeados por la moda que por la realidad. Con razón se ha insinuado que la definición de la OMS ni siquiera cumple los requisitos de lo que podría ser “salud” en veterinaria; es una definición desprovista de sentido antropológico y más coherente con los ideales de un consumismo desbordante que pretende satisfacer las demandas de “usuarios-clientes”.