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Richard Rorty: repensar la democracia

miércoles, 12 de agosto de 2009

Richard Rorty: repensar la democracia

Uno de los legados que dejó el filósofo Richard Rorty fue la tesis neopragmatista, que consiste en abandonar la perspectiva iluminista de fundar la política en un argumento trascendental y aceptarla como un ejercicio que, a partir del diálogo intercultural, permita aceptar instituciones y formas de relación social que sean buenas para todos.
José Olimpo Suárez Molano,
Ph.D, Doctor en Filosofía. Miembro del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia y Coordinador del Área de Ciencias Políticas de la UPB.
1. El filósofo norteamericano Richard Rorty acaba de morir. Sus ideas y tesis se enmarcan en el denominado neopragmatismo contemporáneo. Tales ideas y tesis se han mostrado como francamente chocantes para la tradición académica de occidente. El profesor Rorty, para el goce de muchos de sus lectores, retomó la vieja forma del tábano socrático: la actitud de crítica no sometida al marco tradicional de la argumentación lógica, sino el ejercicio inteligente de proponer enfoques diferentes sobre conceptos e ideas que ya se habían dado por buenas y evidentes. La filosofía deviene así un ejercicio de interrogación sobre las condiciones de la vida y del ser humano en relación a todo aquello que le da sentido y valor a esas vidas. Esta actitud que se conoce como ironismo se despliega con toda su fuerza en la trama particular de la teoría política: el sentido y la fuerza de la democracia política.
2. El profesor Rorty desea separar la democracia de sus fundamentos metafísicos tradicionales, anclados, como se sabe, en los terrenos de la Ilustración europea. Para los filósofos liberales defensores de la democracia, Locke y Kant en particular, las relaciones políticas se fundaban ontológicamente en el postulado de la libertad y los derechos humanos individuales, derivado todo ello en último análisis de la facultad incontrovertible de la razón. La razón se convirtió así en el criterio legitimador del poder político que veía en la naturaleza humana, el fundamento último de la política.
3. Pues bien, la tesis neopragmatista, defendida particularmente por el profesor Rorty, consiste justamente en abandonar la perspectiva iluminista de fundar la política en un argumento trascendental y aceptarla como un ejercicio que a partir del diálogo intercultural permite aceptar instituciones y formas de relación social que sean buenas para todos, en particular para la creación de individuos libres y responsables. Aquí se ponen en evidencia dos formas de argumentación legitimadoras: de un lado, aquellos discursos que creen haber alcanzado la verdad de lo político en términos de la esencia única del poder y las relaciones humanas. De otra parte, el discurso legitimador esteticista propuesto por los neopragmatistas con fuertes raíces nietzschanas, que aceptan la justificación a partir de la exhortación puramente retórica encarnada en la polémica y la narración. La primera forma de argumentación se convalida a partir de su validez formal, en tanto que la segunda busca su aceptación por medio de atracción estética.
4. Por este camino, el profesor Rorty nos invita, entonces, a abandonar todo intento por proveer apoyo metafísico para soportar todos nuestro valores humanitarios y democráticos y, a cambio de ello, a adoptar la contingencia de nuestras sociedades sin ningún temor, y asumir lo que él denomina ironismo liberal: toma de distancia frente a los léxicos últimos de la política en términos de verdades trascendentales. El héroe de la teoría rortiana es entonces el ironista liberal, que debe reemplazar al héroe de la modernidad encarnado en el científico positivista. La democracia en términos del neopragmatista debe conducir hacia la solidaridad antes que hacia la objetividad. Por ello, la propuesta rortiana consiste en abandonar la fe en un destino único de la especie humana y postular, por el contrario, una vida que sea mezcla de narcisismo privado y pragmatismo público. Desde esta perspectiva, el neopragmatismo toma la forma de una variante de la posmodernidad por cuanto la crítica a la razón y a un método único de conocimiento son puestos en cuestión. Naturalmente, el enfoque rortiano es mucho más fuerte que las variantes francesas o alemanas de evaluación filosófica sobre la modernidad. Los neopragmatistas invitan a tomar en serio las consecuencias tanto del giro lingüístico como del giro pragmático.
5. El profesor Rorty intenta convencernos de que no es necesario fundamentar racionalmente la democracia. Aquí comienza el debate con el profesor Jürgen Habermas, para quien existe un vínculo necesario entre democracia, racionalismo y universalidad. Para los neopragmatistas no se requiere de una teoría de la verdad para comprender y defender la democracia. Lo que se impone es más bien el reconocimiento de la finitud de las sociedades, de la finitud del lenguaje y por ello se impone la tarea de construcción de instituciones cada vez más amplias e inclusivas. En otras palabras, el profesor Rorty hace suya la idea de su maestro intelectual John Dewey, para quien la democracia debía ser una forma de vida realizada a través de la educación y la deliberación. Si las formas de la democracia tanto representativas como participativas han mostrado sus limitaciones en términos políticos, solo resta por el momento apoyar la propuesta de la democracia deliberativa.
6. Cultivar la vida, el yo, deviene así el más alto valor que la democracia puede tutelar. Aquí estamos ahora en el ojo del huracán, pues tanto la academia como los políticos tradicionales no pueden aceptar este enunciado que les dejaría sin retribución a sus buenas conciencias y sin argumentos para la tarea redentora propia de los intelectuales ilustrados. Realizarse a sí mismo no es asunto de poner en acto, señala el profesor Rorty, una esencia fija y ahistórica del ser humano conforme a una moral predeterminada o de una supuesta dignidad del ser humano. El debate sobre los derechos humanos a partir de un principio metafísico, la dignidad, no es más que la hipócrita aceptación de un etnocentrismo enmascarado; de lo que se trata más bien es de convencer a las otras culturas de las bondades de una tal concepción política.
7. El reclamo esteticista de Nietzsche reaparece en boca del neopragmatista que busca defender la vida humana en términos de la valoración absoluta de los proyectos de vida: "… toda vida humana es la elaboración de una complicada fantasía personal y, a la vez, el recuerdo de que ninguna elaboración así concluye antes de que la muerte la interrumpa. No puede completarse porque no hay nada que completar, solo hay una trama de relaciones por volver a urdir, una trama que el tiempo prolonga cada día" . Esta es la tarea propia de la democracia en términos pragmatistas, un proyecto que se separa del discurso tradicional ilustrado y que da en qué pensar.

http://unperiodico.unal.edu.co/ediciones/104/21.html

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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