Responsabilidad y seguridad
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Dada la condición estructural del ser humano, su racionalidad y su ineludible necesidad en todas las circunstancias de su existencia -incluyendo la satisfacción de necesidades puramente orgánicas-, de optar por ejecutar alguna acción en sentido positivo o negativo, la inmensa mayoría de los sistemas de educación, por no decir la totalidad, prefirieron como meta ideal crear ante todo un sólido sentido de responsabilidad basado en el sumo respeto que exige la persona, tanto de quien ejecuta el acto humano como el de la persona o personas que reciben el resultado de esa acción. Esta responsabilidad trae como lógica consecuencia que se analice y se busque la mayor seguridad para que ni el actor ni las demás personas puedan ser rebajadas a la simple condición de objeto, ni que se desconozca su dignidad incondicional reduciéndolas a la condición de medio para conseguir un fin, por noble que éste aparente ser.
Sin embargo, desde altas esferas del Estado, que deberían tener como máximo empeño educar a los ciudadanos, en formar en ellos principios de honestidad y de respeto por la dignidad propia de cada persona y la de los demás, se ha lanzado una intensa campaña en la que se invierten los términos y se proclama que el sexo seguro se limita al uso de preservativo, y se subraya esta idea facilitando por todos los medios el logro de condones.
No es mi intención discutir los aspectos de seguridad en el uso de estos elementos, pues aún cuando alcanzara el ciento por ciento, lo aberrante es que desde esas altas esferas estatales se prefiera la seguridad a la responsabilidad, y con mayor razón en una campaña dirigida especialmente a seres humanos que viven una etapa del desarrollo en la cual se escudriñan los valores y las enseñanzas recibidas, y se estructurán los que orientarán su comportamiento en el futuro. Esto parece más una campaña de adiestramiento que de educación, en el sentido verdaderamente antropológico.
Es obvio, verdad de Perogrullo, que este adiestramiento no va a funcionar únicamente en lo que hace relación a la genitalidad, sino que conformará la manera de enfrentar la vida en todos las áreas, que se hará parte del ethos, de la conducta habitual de estas personas, y no será la responsabilidad, la honestidad, lo que oriente sus acciones sino la seguridad, sin importar los medios que tengan que poner en práctica para lograrla.
Si como parece hasta ahora es una filosofía formativa y social del Estado, es de esperar que también, y en nombre de la equidad, se adelanten intensas campañas en las que todos los ciudadanos recibamos las instrucciones oficiales necesarias sobre: evasión segura de impuestos, fraude seguro en las próximas elecciones, consecución fraudulenta pero segura de títulos universitarios, etc.
¿Debemos concluir que entre nosotros, que en el Estado Colombiano, el delito de quienes hoy pagan condenas de cárcel u otras penas no merecen las sanciones impuestas por sus crímenes, sino por no haber sido lo suficientemente hábiles al ofender a la sociedad y en burlar la ley para no ser descubiertos?
Se enseña y reclama no responsabilidad, honestidad, sino habilidad para faltar sin poder ser señalado. Esto es dar carta de presentación oficial, legal, a la corrupción.
Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.
http://www.periodicoelpulso.com/html/0804abr/opinion/opinion.htm