El caso del obstetra solitario
Carlos A. Gómez Fajardo, MD - elpulso@elhospital.org.co
La tasa de mortalidad materna es uno de los más sensibles indicadores de las condiciones de salud de un determinado país. En los países desarrollados (el “primer mundo”), aquella suele ser muy baja desde hace muchas décadas. Se trata del resultado obvio de la disponibilidad racional de recursos, de excelentes niveles de educación y políticas de atención prenatal, de organizados y eficientes niveles de comunicaciones y pronta referencia de pacientes a unidades hospitalarias de mayor complejidad cuando así se requiere. Estas constantes se han observado desde los inicios del siglo XX, cuando se organizaron los primeros programas de atención materna e infantil.
El Japón vive una paradoja en este sentido. Siendo un país de altísimo nivel de desarrollo, tiene las tasas de mortalidad neonatal y perinatal más bajas del mundo; es lo que corresponde a unos buenos niveles de atención inmediata para el recién nacido. Pero, al mismo tiempo, son altas sus cifras de mortalidad materna, especialmente por lo relacionado con hemorragia obstétrica. Sus tasas son comparativamente altas para los datos que se encuentran aceptables en otros países desarrollados.
Un serio estudio (JAMA 2000;283:2661-2667) describe los resultados del cuidadoso análisis multidisciplinario de 230 casos de muerte materna en dos años consecutivos en el Japón. Mediante estrictos criterios se evaluó la causa de las defunciones: revisiones de historias clínicas, análisis de registros e informes de necropsias; la hemorragia obstétrica aparece como un hallazgo frecuente. Además, se encuentra la relación entre los casos de mortalidad clasificados como “prevenibles” y la situación del obstetra solitario y relativamente aislado, cuya práctica ocurre en sitios periféricos de bajo nivel de complejidad. Es frecuente allí la atención obstétrica por un solo especialista, sin el apoyo de anestesiólogo, y con poca oportunidad de compartir el manejo rápido de las situaciones y casos complejos con otros especialistas.
Se conoce el valor de la prevención mediante la mejora en las condiciones de la práctica clínico-quirúrgica de la obstetricia. Se sabe que debe mejorar la infraestructura hospitalaria y la mayor disponibilidad de especialistas en sistemas de cubrimiento total de los servicios de urgencias, con trabajo presencial en equipos bien estructurados: anestesia obstétrica, laboratorio clínico y banco de sangre, apoyo de capacidad hospitalaria y de otras especialidades para los casos de mayor complejidad.
Para el Japón es imperativo aún el mejoramiento global de condiciones de atención sanitaria en el tema de la maternidad. Debe mejorar en remisión, en comunicación, en soporte tecnológico multidisciplinario. Esto ocurre en un entorno que ya tiene grandes avances en aspectos educativos y sociales.
Notablemente, en el artículo de JAMA no existe referencia al activismo abortista de la ideología de género que pretende ahora -sobre todo en el tercer mundo- hacer creer a la gente que el aborto (la política que trata de imponer el Ministerio de la “Protección Social” en Colombia) sea determinante para disminuir la mortalidad materna y lograr la cuestionable “safe motherhood”, convertida, como sucede tan frecuentemente con los problemas sanitarios, en bandera de activistas políticos presuntamente comprometidos con causas sociales.
En cambio, sí ocurre entre nosotros otra circunstancia: sí tenemos obstetras solitarios, obligados a complejos procesos de decisión-acción, agobiados por largas jornadas de trabajo en las cuales las posibilidades de oportunidad en discusión y apoyo sobre casos complejos son limitadas y escasas.
En este tema hay una gran responsabilidad en quienes diseñan e imponen las políticas de atención sanitaria. Es al obstetra a quien corresponde el enfrentamiento dramático de estas situaciones. No están, a ésas horas y en ésas circunstancias, presentes y al tanto de lo que ocurre, los distantes diseñadores y administradores de las políticas. Obedece al imperativo ético de la justicia que se debe a las madres, la generación de condiciones dignas y técnicamente correctas para el ejercicio de esta especialidad.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.
http://www.periodicoelpulso.com/html/0805may/opinion/opinion.htm