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Mujer, responsabilidad y aborto

jueves, 6 de mayo de 2010

Mujer, responsabilidad y aborto
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co

Todo acto humano, es decir, todo acto llevado a cabo por el hombre -ser inteligente y racional-, con conocimiento de lo que hace, con consentimiento o advertencia de las consecuencias que pueden derivarse de la acción una vez realizada, consecuencias que él acepta y, consciente de éstas, lleva a cabo voluntaria y libremente lo que eligió como su acción, le crea necesaria e ineludiblemente, responsabilidad frente a la acción y frente a dichas consecuencias. Esto nos distingue de los seres irracionales a los cuales, como no pueden deliberar y sólo obedecen a sus instintos, no les podemos exigir responsabilidad por sus acciones.
De esta responsabilidad por las consecuencias de nuestros actos no podemos excluir el uso adecuado o inadecuado de la genitalidad y menos cuando de dicha relación surge una nueva vida, un nuevo ser humano, una persona humana como es, desde siempre, el vástago de la fecundación de un óvulo de mujer por un espermatozoide de varón, cualesquiera sean las circunstancias de esta fecundación. El concepto de salud implica el de prevención, y si los padres fueron irresponsables en su relación, no es racional ni justo que sea el hijo porque es su hijo, quiéranlo o no el castigado, y castigado con la pena de muerte que es lo que realmente significa el aborto voluntario. En justicia la sanción debe ser para los comprometidos en el acto generativo por irresponsables en su realización y por negarse a cumplir con su obligación frente a su hijo.
Para solicitar el beneplácito legal de la eliminación del nuevo ser, del embrión humano que sólo requiere de quienes lo engendraron un ambiente propicio para realizar el crecimiento y desarrollo característico de su especie, se trae a colación la igualdad de derechos del hombre y de la mujer, desconociendo así la función biológica natural: concebir en la mujer y fecundar en el varón, cuando hacen uso de su genitalidad. Conceder legalmente permiso a la mujer para deshacerse del fruto de esa relación no es igualar sus derechos con los del varón sino permitirle matar a quien ella misma llamó a la vida y que biológicamente es una vida diferente, ontológica y antropológicamente tan valiosa como la suya.
Ciertamente que el Estado debe preocuparse por impartir educación en el área de la salud, no obstante ser la familia la responsable en primer lugar de inculcar los valores de la sexualidad, incluyendo los de la genitalidad; pero no es educar por parte de aquél desamparar legalmente al hijo, indefenso, y en ninguna forma responsable de la incomodidad personal o social de sus padres, específicamente de su madre. Si es un derecho matar a quien nos incomoda, a quien no queremos, ¿por qué se sanciona como homicidio lo que hacen sicarios, guerrilleros, etc.?
Todos los seres humanos, todas las personas, hombres y mujeres, somos seres racionales que tenemos la capacidad y la imprescindible necesidad de elegir en todas y cada una de las acciones que llevamos a cabo como actos humanos, previa una deliberación inteligente y racional en la cual evaluamos las consecuencias de nuestras acciones y las aceptamos, y por las cuales debemos responder ante nosotros mismos y ante los demás. Somos “animales racionales”, inteligentes, libres, con una voluntad que determina nuestras acciones y una conciencia que nos indica si son justas o no lo son. No es cuestión religiosa sino puramente antropológica. Frente a estos “animales racionales” encontramos los “animales irracionales” que por carecer de una inteligencia racional, que por obedecer a instintos y no tener la capacidad de deliberar para evaluar lo justo de su proceder, están exentos de un juicio sobre el bien o el mal en sus actos.
Surge, pues, una pregunta: ¿por qué los movimientos feministas que dicen reivindicar los derechos fundamentales de las mujeres, seres racionales, reclaman que al menos legalmente se las trate como a “animales irracionales” y que no se les exija responsabilidad en los actos que realizan, actos que cuestan la vida a seres humanos indefensos y que no participaron en el origen de las causas que molestan e inquietan a sus progenitoras? ¿Por qué a estos movimientos les perturba hasta el delirio el carácter racional de la mujer y pretenden que se la tenga por “animal irracional”, irresponsable de sus acciones? ¿Será esto una verdadera defensa de los derechos y de la dignidad de la mujer? ¿Serán más dignas y humanas siendo consideradas legalmente como “animales irracionales” que como “animales racionales”? Y es de recordar que aún cuando las leyes positivas no castiguen su acción, éticamente no confundirlo con dictamen religioso su acción es repudiable, condenable, pues “no todo lo legal es ético”.

Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

http://www.periodicoelpulso.com/html/sep05/opinion/opinion.htm

Nota

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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