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Utilitarismo: el mayor bien para el mayor número

miércoles, 15 de julio de 2009

Utilitarismo: el mayor bien para el mayor número
Kerby Anderson
Introducción
Probablemente escuchó decir a un político que había aprobado una norma legal porque hacía el mayor bien para el mayor número de ciudadanos. Tal vez haya escuchado a alguien justificar sus acciones porque eran para el bien general.

En este artículo vamos a hablar de la filosofía detrás de este tipo de acciones. La filosofía se conoce como utilitarismo. Si bien es una palabra larga, es de uso común a diario. Es la creencia de que la única norma de moral está determinada por su utilidad.

Los filósofos lo llaman un sistema "teleológico". La palabra griega telos significa 'fin' o 'meta'. Esto significa que este sistema ético determina la moral basándose en el resultado final. Mientras que la ética cristiana está basada en reglas, el utilitarismo está basado en resultados.

El utilitarismo comenzó con las filosofías de Jeremy Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873). El utilitarismo obtiene su nombre de la pregunta de prueba de Bentham: "¿De qué sirve?". Él concibió la idea cuando se encontró con las palabras "la mayor felicidad para el mayor número" en Treatise of Government, de Joseph Priestly.

Jeremy Bentham desarrolló su sistema ético alrededor de la idea del placer. Se apoyó en el antiguo hedonismo que buscaba el placer físico y evitaba el dolor físico. Según Bentham, las acciones más morales son aquellas que maximizan el placer y minimizan el dolor. Esto ha sido denominado a veces "cálculo utilitario". Una acción sería moral si produce la mayor cantidad de placer y la menor cantidad de dolor.

John Stuart Mill modificó esta filosofía y la desarrolló aparte del fundamento hedonista de Bentham. Mill usó el mismo cálculo utilitario, pero en cambio se centró en maximizar la felicidad general calculando el mayor bien para el mayor número. Mientras Bentham usó el cálculo en un sentido cuantitativo, Mill lo usó en un sentido cualitativo. Él creía, por ejemplo, que algunos placeres eran de una calidad superior a otros.

El utilitarismo ha sido aceptado por tantas personas simplemente porque parece tener mucho sentido y parece relativamente sencillo de aplicar. Sin embargo, cuando fue propuesto por primera vez, el fue una filosofía radical. Intentó establecer un sistema moral aparte de la revelación divina y la moral bíblica. El utilitarismo se centraba en los resultados antes que en las reglas. En última instancia, el enfoque en los resultados demolió las reglas.

En otras palabras, el utilitarismo proveyó una forma para que las personas vivieran vidas morales aparte de la Biblia y sus indicaciones. No había ninguna necesidad de apelar a la revelación divina. La razón, antes que la revelación, era suficiente para determinar la moral.

Los fundadores del utilitarismo
Jeremy Bentham fue un importante teórico en filosofía de la ley angloamericana y uno de los fundadores del utilitarismo. Desarrolló esta idea de la utilidad y un cálculo utilitario en Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1781).

Al principio de esa obra, Bentham escribió: "La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Les corresponde sólo a ellos señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que haremos. Por un lado, la norma del bien y del mal, por el otro la cadena de causas y efectos, están sujetos al trono de ellos. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos, en todo lo que pensamos; todo esfuerzo que hagamos para librarnos de nuestra sujeción servirá solo para demostrarla y confirmarla".{1}

Bentham creía que el dolor y el placer no sólo explican nuestras acciones sino también ayudan a definir lo que es bueno y moral. Él creía que este fundamento podría brindar una base para la reforma social, legal y moral en la sociedad.

Es clave para su sistema ético el principio de utilidad. Es decir, ¿cuál es el mayor bien para el mayor número?

Bentham escribió: "El principio de utilidad significa aquel principio que aprueba o desaprueba cada una de las acciones según la tendencia que aparenta tener para aumentar o reducir la felicidad de la parte cuyo interés está en cuestión; o, lo que es lo mismo en otras palabras, para promover u oponerse a esa felicidad". {2}

John Stuart Mill fue un erudito brillante que estuvo sujeto a un rígido sistema de disciplina intelectual y fue mantenido separado de los niños de su propia edad. Cuando Mill era adolescente, leyó a Bentham. Mill dijo que le embargó la sensación de que "todos los moralistas anteriores habían quedado superados". Él creía que el principio de utilidad "daba unidad a mi concepción de las cosas. Ahora tenía opiniones: un credo, una doctrina, una filosofía; en uno de los mejores sentidos de la palabra, una religión; la inculcación y difusión de lo que podría convertirse en el principal propósito externo de una vida".{3}

Mill modificó el utilitarismo de Bentham. En tanto que Bentham estableció un utilitarismo del acto, Mill estableció un utilitarismo de la regla. Según Mill, uno calcula lo que está bien comparando las consecuencias para todos los agentes pertinentes de reglas alternativas para una circunstancia particular. Esto se hace mediante la comparación de todas las circunstancias o entornos pertinentes similares en cualquier momento.

Análisis del utilitarismo
¿Por qué llegó a ser tan popular el utilitarismo? Hay varias razones para su atractivo.

Primero, es un sistema ético relativamente fácil de aplicar. Para determinar si una acción es moral uno debe simplemente calcular las consecuencias buenas y malas que resultarán de una acción específica. Si lo bueno supera a lo malo, entonces la acción es moral.

Segundo, el utilitarismo evita la necesidad de apelar a la revelación divina. Muchos de los que adhieren a este sistema ético están buscando una forma de vivir una vida moral aparte de la Biblia y una creencia en Dios. El sistema reemplaza la revelación por la razón. La lógica, antes que una adherencia a principios bíblicos, guía la toma de decisiones de un utilitarista.

Tercero, la mayoría de las persona ya usa una forma de utilitarismo en sus decisiones diarias. Tomamos muchas decisiones no morales cada día basadas en las consecuencias. En la fila para pagar en la caja buscamos la cola más corta para poder salir por la puerta más rápidamente. Tomamos la mayoría de nuestras decisiones financieras (librar cheques, comprar mercadería, etc.) según un cálculo utilitario de costos y beneficios. Así que tomar decisiones morales usando el utilitarismo parece una extensión natural de nuestros procedimientos de toma de decisión diarios.

Hay, también, una serie de problemas con el utilitarismo. Un problema que tiene es que conduce a una mentalidad de que "el fin justifica los medios". Si cualquier fin valedero puede justificar los medios para alcanzarlo, no se tiene un verdadero fundamento ético. Pero todos sabemos que el fin no justifica los medios. Si fuera así, entonces Hitler podría justificar el Holocausto porque el fin era purificar la raza humana. Stalin podría justificar la matanza de millones de personas porque estaba intentando lograr una utopía comunista.

El fin nunca justifica los medios. Los medios deben justificarse a sí mismos. Una acción específica no puede ser juzgada como buena simplemente porque puede conducir a una buena consecuencia. Los medios deben ser juzgados por alguna norma objetiva y consistente de moral.

Segundo, el utilitarismo no puede proteger los derechos de las minorías, si la meta es el mayor bien para el mayor número. Los estadounidenses del siglo XVIII podrían justificar la esclavitud en base a que brindaba una buena consecuencia para la mayoría de estadounidenses. Sin duda la mayoría se beneficiaba de la mano de obra barata, aun cuando la vida de los esclavos negros fuera mucho peor.

Un tercer problema con el utilitarismo es la predicción de las consecuencias. Si la moral está basada en los resultados, entonces tendríamos que ser omniscientes para predecir precisamente las consecuencias de cualquier acción. Pero, cuando mucho, sólo podemos adivinar el futuro, y a menudo estas estimaciones razonadas son erróneas.

Un cuarto problema con el utilitarismo es que las consecuencias mismas deben ser juzgadas. Cuando ocurren resultados, todavía debemos preguntar si son resultados buenos o malos. El utilitarismo no brinda ningún fundamento objetivo y consistente para juzgar los resultados, porque los resultados son el mecanismo usado para juzgar la acción misma.

La ética de la situación
Una forma popular de utilitarismo es la ética de la situación propuesta por primera vez por Joseph Fletcher en su libro Situation Ethics: The New Morality.{4} Fletcher reconoce que la ética de la situación es, en esencia, utilitarismo, pero modifica el principio del placer y lo llama el principio del agape (amor).

Fletcher desarrolló su sistema ético como una alternativa para dos extremos: el legalismo y el aninomianismo. El legalista es como los fariseos en tiempo de Jesús, que tenían todo tipo de leyes y reglamentaciones, pero sin corazón. Enfatizaban la ley por sobre el amor. Los antinomianos son como los libertinos del tiempo de Pablo, que promovían su anarquía.

El fundamento de la ética de la situación es lo que Fletcher llama la ley del amor. El amor reemplaza a la ley. Fletcher dice: "Seguimos la ley, si es que lo hacemos, por amor".{5}

Fletcher llega a citar ciertos pasajes bíblicos en apoyo de su argumento. Por ejemplo, cita Romanos 13:8, que dice: "No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley".

Otro pasaje que cita Fletcher es Mateo 22:37-40: "Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente ... Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas".

Quienes proponen la ética de la situación sostienen que estos breves versículos requieren un único absoluto (la ley del amor). No puede derivarse ninguna otra ley universal de este mandato de amar. Aun los Diez Mandamientos están sujetos a excepciones basados en la ley del amor.

La ética de la situación acepta el punto de vista de que el fin justifica los medios. Sólo los fines pueden justificar los medios; los medios no pueden justificarse a sí mismos. Fletcher cree que "ninguna acción aparte de las consecuencias previsibles tiene significado ético alguno".{6}

Joseph Fletcher cuenta la historia de Lenin, que se había cansado de que le dijeran que no tenía ética. Después de todo, usó una filosofía muy pragmática y utilitaria para imponer el comunismo sobre el pueblo. Así que algunos que lo rodeaban lo acusaron de creer que el fin justifica los medios. Finalmente, Lenin replicó: "Si el fin no justifica los medios, entonces, en nombre de la cordura y la justicia, ¿qué los justifica? ".{7}

Como el utilitarismo, la ética de la situación intenta definir la moral con una filosofía de que "el fin justifica los medios". Según Fletcher, la ley del amor exige el mayor amor para el mayor número de personas a largo plazo. Pero, como veremos en la próxima sección, no siempre sabemos cómo definir el amor, y no siempre sabemos lo que va a ocurrir a largo plazo.

Análisis de la ética de la situación
Tal vez el mayor problema con la ética de la situación es que la ley del amor es demasiado general. Las personas tienen diferentes definiciones de lo que es el amor. Lo que algunos consideran que es un acto amoroso, otros podría considera una acción desprovista de amor.

Además, el contexto del amor varía de situación en situación, y ciertamente varía de cultura en cultura. Así que hasta es difícil derivar principios morales que puedan ser conocidos y aplicados universalmente. En otras palabras, es imposible decir que seguir la ley del amor es hacer tal y cual cosa en cada circunstancia. Las situaciones y las circunstancias cambian, así que la respuesta moral puede cambiar también.

La exhortación a hacer la cosa amorosa es aún menos específica que hacer lo que sea el mayor bien para el mayor número. Tiene prácticamente tanta fuerza moral como decir que hagamos "lo bueno" o "lo correcto". Sin una definición específica, no es más que una perogrullada moral.

Segundo, la ética de la situación adolece del mismo problema que el utilitarismo para predecir las consecuencias. A fin de juzgar la moral de una acción, tenemos que conocer los resultados de la acción que estamos por realizar. A menudo, no podemos conocer las consecuencias.

Joseph Fletcher reconoce esto cuando dice: "No siempre podemos adivinar el futuro, aun cuando siempre estamos siendo forzados a intentarlo".{8} Pero, según su sistema ético, tenemos que conocer los resultados a fin de hacer una elección moral. De hecho, debemos estar relativamente seguros de las consecuencias, porque si no nuestra acción sería, por definición, inmoral.

La ética de la situación también supone que la situación determinará el significado del amor. Pero el amor no está determinado por los particulares de nuestra circunstancia, sino meramente condicionado por ellos. La situación no determina lo que está bien o mal. La situación, en cambio, nos ayuda a determinar qué mandamiento bíblico se aplica en esa situación específica.

Desde la perspectiva bíblica, el problema con el utilitarismo y la ética de la situación es que, en última instancia, no brindan un marco moral consistente. La ética de la situación también nos permite hacer el mal para lograr el bien. Esto es totalmente contrario a la Biblia.

Por ejemplo, Proverbios 14:12 dice que "Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte". El camino a la destrucción está hecho de buenas intenciones. Esta es una falla fundamental de un sistema ético de "el fin justifica los medios".

En Romanos 6:1 Pablo pregunta: "¿Qué concluiremos? ¿Que vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde?". Su respuesta es: "¡De ninguna manera!".

El utilitarismo intenta brindar un sistema moral aparte de la revelación de Dios en la Biblia, pero termina por no lograrlo.

Notas

1. Jeremy Bentham, An Introduction to the Principles of Morals and Legislation, impreso en 1781 y publicado en 1789 (Batoche Books: Kitchener, ON Canada, 2000), 14.
Ibid.
John Stuart Mill, "Last Stage of Education and First of Self-Education," Autobiography, 1873 (New York: P.F. Collier & Sons, 1909-14).
Joseph Fletcher, Situation Ethics: The New Morality (Philadelphia: Westminster, 1966).
Ibid., 70.
Ibid., 120.
Ibid., 121.
Ibid., 136.
© 2004 Probe Ministries. Todos los derechos reservados.

Traducción: Alejandro Field


Acerca del autor

Kerby Anderson es el director nacional de Probe Ministries International. Recibió su B.S. de Oregon State University, M.F.S. de Yale University, y M.A. de Georgetown University. Es autor de varios libros, incluyendo Genetic Engineering (Ingeniería genética), Origin Science (La ciencia de los orígenes), Living Ethically in the 90s (Cómo vivir éticamente en la década del 90), Signs of Warning (Señales de advertencia), Signs of Hope (Señales de esperanza), y Moral Dilemmas (Dilemas morales). Director general y colaborador de los libros Marriage, Family and Sexuality y Technology, Spirituality, & Social Trends, de Kregel Publications.

Es un columnista nacionalmente sindicado cuyas editoriales han aparecido en los periódicos Dallas Morning News, Miami Herald, San Jose Mercury, y Houston Post.

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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