CANTABRIA
Nace en Valdecilla el primer bebé de España hijo de una mujer trasplantada de los dos pulmones
A la madre, Sonia Peña, le habían recomendado no quedarse embarazada, pero asumió el riesgo y todo ha salido bien
01.04.10 - 00:15 -
VIOLETA SANTIAGO | SANTANDER.
Lucía Arlazón Peña pesó 3,6 kilogramos y midió 52 centímetros. Dentro de unos años podrá contar que su nacimiento -el martes, en el Hospital Cantabria de Santander- marcó un hito médico. Porque es hija de un militar, José Antonio, y de una administrativa, Sonia, pero también de la valentía de ambos, que decidieron traerla al mundo con todos los informes científicos en contra. La madre es la primera trasplantada de los dos pulmones que da a luz en España y pasará a formar parte de la literatura médica de la neumología nacional e internacional, dado que sólo existen 15 casos como el suyo en el registro mundial pertinente.
La pequeña dormitaba ayer plácida y ajena a la alegría que ha provocado a su alrededor, tanto en el seno de la familia como en el equipo de Neumología de Valdecilla que ha supervisado el proceso. Está en observación, en una cuna de la sala de Neonatología. Tapada con una manta blanca de lunares, nada la distingue de cualquier bebé recién llegado. La gran diferencia está en la fortaleza de la mujer que la sostiene en brazos con delicadeza y que dice, entre risas, que debe tener «un gen de la maternidad súperdesarrollado».
Y es que el milagro ha sido posible partiendo de un deseo simple: Sonia Peña quería ser madre. El 'quería' léanlo con mayúsculas. A toda costa y aún a riesgo de su vida, tal y como le advirtió su médico, el neumólogo Felipe Zurbano. A manos de este profesional llegó en 2003 una joven leonesa en estado casi terminal, «muy grave, debido a una fibrosis pulmonar idiopática». La chica, a sus 23 años, respiraba con gran dificultad y apenas podía hacer esfuerzos. Y la enfermedad se desarrollaba a tal velocidad que cuando llegó a Valdecilla -desde la ciudad de Burgos, donde reside-, el trasplante de pulmón se tuvo que decidir bastante rápido.
«El doctor nos llegó a decir que, si en 72 horas no aparecía un donante, pintaba muy mal». Que Sonia Peña se moría. «Le quedaba poquísimo», contaban ayer por una parte el doctor y, por otra, la familia. La operación se hizo en tiempo récord y la recuperación de la paciente también batió marcas. «En 18 días estaba otra vez en mi casa». Y enseguida empezó a hacer «vida normal», aunque ya le habían advertido que no podría tener hijos, porque la medicación que debe tomar de por vida (para evitar que el organismo rechace los pulmones que alguien le regaló) es bastante fuerte.
En esa 'existencia como todas', Sonia se casó con José Antonio, que le había acompañado durante toda la enfermedad. Y, después, ambos empezaron a preguntarles a los especialistas por el margen que tenían para un embarazo. Durante cinco años no recibieron más que largas, así que se dedicaron a informarse «sobre adopciones, una madre de alquiler...». El padre de la criatura relataba ayer que él veía, sin embargo, que lo que Sonia quería era «ser madre. Ella». Y tomaron la decisión, contra la opinión de los expertos, que hicieron un informe advirtiendo de todos los peligros que avaló Valdecilla. Les venían a decir que no se aventurasen, que tenían casi todas las papeletas para que saliera mal, incluso con gran riesgo para la vida de la chica.
Pero, en este caso, la naturaleza acabó ganando a la ciencia. «Influyó el que soy leonesa y, por tanto, cazurra y testaruda», se acusa a sí misma la protagonista. Se lanzaron. Y la madre de Sonia se quedó «sin palabras» cuando recibió por teléfono la noticia del embarazo. Ayer, la habitación 430 del Hospital Cantabria estaba poblada de abuelos (Alfredo y Julia, los maternos, y José Antonio y María del Carmen, los paternos) que rebosaban orgullo por la nieta. Y mucho más por el coraje de Sonia, hija y nuera, «que nunca perdió la sonrisa cuando sufrió el trasplante de pulmón» y «que se hubiera muerto de pena si no llega a ser madre». Emocionados todos, con los ojos brillantes.
La mujer trasplantada que hoy tiene 30 años reconoce (entre bromas y no bromas) que la dulce Lucía «va a ser la niña más mimada del mundo... pocas habrá habido tan deseadas». La felicidad no le cabe en el cuerpo. Los nueve meses de espera se le han hecho eternos, pensando en que algo saliera mal. «Era consciente: no había más que ver que no me habían dado el consentimiento». Pero el empeño de tener descendencia le podía. «Llegó un momento en que hasta me fastidiaba cruzarme en la calle con una embarazada». De modo que pensaron, los dos: «A ello, y que sea lo que Dios quiera».
Tienen claro que no son muchas las parejas que se hubieran atrevido. Y justifican: «somos niñeros». Ahora, la familia en pleno pide algo muy sencillo para el futuro de su bebé: «Que tenga siempre el ánimo tan alto como su madre».