Diez razones que explican por qué la biotecnología no garantizará la seguridad alimentaria, ni protegerá el ambiente ni reducirá la pobreza en el tercer mundo
Miguel A. Altieri University of California, Berkeley
Peter Rosset Food First/Institute for Food and Development Policy
Octubre 1999
Las compañías biotecnológicas frecuentemente afirman que los organismos modificados genéticamente (OsMG) - específicamente las semillas transformadas genéticamente - son descubrimientos científicos indispensables necesarios para alimentar el mundo, proteger el ambiente y reducir la pobreza en países en desarrollo. Esta opinión se apoya en dos suposiciones críticas las cuales cuestionamos. La primera es que el hambre se debe a una brecha entre la producción de alimentos y la densidad de la población humana o tasa de crecimiento. La segunda es que la ingeniería genética es la única o mejor forma de incrementar la producción agrícola y, por tanto, enfrentar las necesidades alimentarias futuras.
Nuestro objetivo es objetar la noción de biotecnología como una solución de bala mágica a todos los males de la agricultura, mediante la aclaración de conceptos erróneos relacionados con estas suposiciones implícitas.
- No hay relación entre la ocurrencia frecuente de hambre en un país dado y su población. Para cada nación densamente poblada y hambrienta como Bangladesh o Haití, existe una nación escasamente poblada y hambrienta como Brasil e Indonesia. El mundo produce hoy más alimento por habitante que nunca antes. Existe suficiente para suministrar 4.3 libras por persona cada día: 2.5 libras de grano, frijoles y nueces, aproximadamente l libra de carne, leche y huevos y otra libra de frutas y vegetales. Las verdaderas causas del hambre son la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso. Demasiadas personas son muy pobres para comprar el alimento que está disponible (pero frecuentemente pobremente distribuido) o carecen de la tierra y recursos para cultivarlos ellos mismos (Lappe, Collins and Rosset 1998).
- La mayoría de las innovaciones en biotecnología agrícola han sido dirigidas a obtener ganancias más bien que empujados por la necesidad. La verdadera fuerza propulsora de la industria de ingeniería genética no es hacer a la agricultura del tercer mundo más productiva, sino preferiblemente generar ganancias (Busch et al 1990). Esto se ilustra al revisar las principales tecnologías hoy en el mercado: a) cultivos resistentes a los herbicidas tales como los frijoles de soya "Roundup Ready" de Monsanto, semillas que son tolerantes al herbicida Roundup de Monsanto, y b) cultivos "B1" las cuales son transformados por ingeniería genética para producir su propio insecticida. En el primer caso, la meta es ganar una mayor participación en el mercado para un producto patentado y en el segundo, promover las ventas de semillas al costo de dañar la utilidad de un producto clave en el manejo de una plaga (el insecticida microbiano basado en el Bacillus thuringiensis) en el que confían muchos granjeros, incluyendo la mayoría de los granjeros orgánicos, como una alternativa poderosa contra los insecticidas. Estas tecnologías responden a la necesidad de compañías biotecnológicas de intensificar la dependencia de los granjeros a las semillas protegidas por el llamado "derechos de propiedad intelectual", los cuales se oponen a los derechos de antaño de los granjeros de reproducir, compartir o almacenar semillas (Hobbelink 1991). Cada vez que sea posible las corporaciones solicitarán a los granjeros comprar los suministros de la marca de su compañía y prohibirán a los granjeros guardar o vender semilla. Al controlar el germoplasma de la semilla para la venta y forzar a los granjeros a pagar precios inflados por paquetes de semillas químicas, las compañías están determinadas a extraer la mayor ganancia de su inversión (Krimsky y Wrubel 1996).
- La integración de las industrias de semillas y químicas parece destinada a acelerar incrementos en los gastos por acre de semillas más productos químicos, lo que procura significativamente menos utilidades a los cultivadores. Las compañías que desarrollan cultivos tolerantes a los herbicidas están tratando de cambiar tanto costo por acre como sea posible del herbicida hacia la semilla por la vía de los costos de la semilla y/o costos tecnológicos. Las reducciones crecientes en los precios de los herbicidas estarán limitadas a los cultivadores que compren paquetes tecnológicos. En Illinois, la adopción de cultivos resistentes a los herbicidas constituye el más caro sistema de semilla de frijol de soya más pesticida en la historia moderna - entre US$40.00 y US$60.00 por acre en dependencia de los precios, presión de infestación, etc. Tres años atrás, el promedio de los costos de semilla más control de plaga en fincas de Illinois era de US$26 por acre y representaba 23% de los costos variables: hoy representan 35-40% (Benbrook 1999). Muchos granjeros están dispuestos a pagar por la simplicidad y robustez del nuevo sistema de manejo de plagas, pero tales ventajas pueden tener corta duración ya que surgen problemas ecológicos.
- Pruebas experimentales recientes han mostrado que las semillas fabricadas por ingeniería genética no aumentan el rendimiento de los cultivos. Un estudio reciente del USDA Servicio de Investigación Económica muestra que los rendimientos de 1998 no fueron significativamente diferentes en cultivos provenientes de la ingeniería genética contra los que no provenían de la ingeniería genética en 12 de las 18 combinaciones de cultivo/región. En las seis combinaciones de cultivos/región donde los cultivos Bt o HRCs OJO VER QUE SIGNIFICA EN INGLES LAS SIGLAS prosperaron mejor, exhibieron rendimientos crecientes entre 5-30%. El algodón tolerante al glifosfato no mostró aumento significativo del rendimiento en ninguna región donde fue encuestado. Esto fue confirmado en otro estudio que examinaba más de 8,000 pruebas de campo, donde se encontró que las semillas de soya Roundup Ready producían menos bushels de frijoles de soya que variedades similares producidas convencionalmente (USDA, 1999).
- Muchos científicos explican que la ingestión de alimentos construidos por ingeniería genética no es dañina. Sin embargo, la evidencia reciente muestra que existen riesgos potenciales al comer tales alimentos, ya que las nuevas proteínas producidas en dichos alimentos pueden: actuar ellas mismas como alergenos o toxinas, alterar el metabolismo de la planta o el animal que produce el alimento, lo que hace a éste producir nuevos alergenos o toxinas, o reducir su calidad o valor nutricional como en el caso de los frijoles de soya resistentes a los herbicidas que contenían menos isoflavones, un importante fitoestrógeno presente en los frijoles de soya, que se considera protegen a las mujeres de un número de cánceres. Actualmente, hay una situación en muchos países en desarrollo que importan frijol de soya y maíz de los EEUU, Argentina y Brasil, donde alimentos construidos genéticamente están comenzando a inundar los mercados, y nadie puede predecir todos sus efectos en la salud de los consumidores, la mayoría de ellos ignorantes de que están comiendo tal alimento. Debido a que el alimento fabricado por ingeniería genética se mantiene sin rótulo, los consumidores no pueden discriminar entre alimento por IG y no-IG, y de surgir serios problemas de salud, sería extremadamente difícil rastrearlos hasta su origen. La falta de etiqueta también ayuda a proteger a las corporaciones que pudieran ser potencialmente responsables de obligaciones (Lappe y Bailey, 1998).
- Las plantas transgénicas que producen sus propios insecticidas siguen estrechamente el paradigma de los pesticidas, el cual está fracasando rápidamente, debido a la resistencia de las plagas a los insecticidas. En lugar del fracasado modelo "una plaga un producto químico" , la ingeniería genética enfatiza una aproximación "una plaga un gen", que ha mostrado fracasar una y otra vez en pruebas de laboratorio, ya que las especies de plagas se adaptan rápidamente y desarrollan resistencia al insecticida presente en la planta (Alstad y Andow 1995). No solamente fracasarán las nuevas variedades sobre las de corto a mediano plazo, a pesar de los llamados esquemas de manejo de la resistencia voluntaria (Mallet y Porter 1992), sino que en el proceso pudiera hacer ineficaz al pesticida natural "Bt", en el cual confían los granjeros orgánicos y otros que desean reducir la dependencia de productos químicos. Los cultivos Bt violan el principio básico y ampliamente aceptado de "manejo integrado de pesticidas" (MIP), que es que la confianza en una tecnología particular de manejo de plagas tiende a provocar cambios en especies de plagas o la evolución de resistencia a través de uno o más mecanismos (NRC 1996). En general, mientras mayor sea la presión de selección en el tiempo y espacio, más rápida y más profunda la respuesta evolucionaria de las plagas. Una razón obvia para adoptar este principio es que reduce la exposición de la plaga a los pesticidas, lo que retarda la evolución de la resistencia. Pero cuando el producto es preparado por ingeniería genética dentro de la misma planta, la exposición de la plaga salta de mínima y ocasional a exposición masiva y continua, lo que acelera dramáticamente la resistencia (Gould 1994). El Bt será rápidamente inútil tanto como peculiaridad de las nuevas semillas al igual que como una vieja ayuda rociado cuando resultaba necesario por los granjeros que desean escapar de la rutina de los pesticidas (Pimentel et al 1989).
- La lucha global por participación en los mercados está llevando a las compañías a desplegar masivamente cultivos transgénicos en todo el mundo (más de 30 millones de hectáreas en 1998) sin el adecuado avance en la experimentación de impactos a corto o largo plazo en la salud humana y en los ecosistemas. En los EEUU, la presión del sector privado ha llevado a la Casa Blanca a decretar "sin diferencia sustancial" la comparación entre las semillas alteradas y las normales, evadiendo así la prueba normal del FDA y el EPA. Documentos confidenciales hechos públicos en un litigio por demanda en curso, reveló que los propios científicos del FDA no coinciden con esta determinación. Una razón es que muchos científicos están preocupados de que el uso en amplia escala de cultivos transgénicos plantea una serie de riesgos ambientales que amenazan la sustentabilidad de la agricultura (Goldberd, 1992: Paoletti y Pimentel, 1996: Snow y Moran 1997: Rissler y Mellon, 1996: Kendall et al 1997 y Royal Society, 1998):
- La tendencia a crear amplios mercados internacionales para productos particulares, está simplificando los sistemas de cultivo y creando uniformidad genética en los panoramas rurales. La historia ha mostrado que un área muy grande sembrada con una sola variedad de cultivo es muy vulnerable a nuevas parejas de cepas de patógenos o plagas de insectos. Además, el uso extendido de variedades transgénicas homogéneas llevará inevitablemente a la "erosión genética", según las variedades locales utilizadas por miles de granjeros en el mundo en desarrollo sean reemplazadas por las nuevas semillas (Robinson, 1996).
- El uso de cultivos resistentes a los herbicidas debilita paulatinamente las posibilidades de diversificación de cultivos y reduce así la agrobiodiversidad en tiempo y espacio (Altieri 1994).
- La transferencia potencial a través del flujo de genes de los genes de cultivos resistentes a los herbicidas hacia parientes salvajes o semidomesticados puede llevar a la creación de supermalezas (Lutman, 1999).
- Existe un potencial para las variedades resistentes a los herbicidas de convertirse en serias malezas en otros cultivos (Duke, 1996, Holst y Le baron 1990).
- El uso masivo de cultivos Bt afecta a los organismos que no son objetivo y a los procesos ecológicos. Evidencia reciente muestra que la toxina Bt puede afectar a los insectos beneficiosos depredadores que se alimentan de las plagas de insectos presentes en los cultivos Bt (Hilbeck et al, 1998), y que el polen movido por el viento de los cultivos Bt encontrado en la vegetación natural que rodea los campos transgénicos puede matar a los insectos no objetivo tales como la mariposa grande de alas anaranjadas con borde y venas negras (Losey et al, 1999). Es más, la toxina Bt presente en el follaje de los cultivos enterrados después de la cosecha puede adherirse a los coloides del suelo por hasta 3 meses, lo que afecta negativamente las poblaciones de invertebrados del suelo que descomponen la materia orgánica y desempeñan otros papeles ecológicos (Donnegan et al, 1995 y Palm et al, 1996).
- Existe potencial para la recombinación de vectores para generar nuevas cepas virulentas de virus, especialmente en plantas transgénicas producidas por ingeniería genética para la resistencia viral con genes virales. En plantas que contienen genes con cubierta de proteína, existe una posibilidad de que tales genes sean absorbidos por virus no emparentados lo que infecta la planta. En tales situaciones, el gen extraño cambia la estructura de la cubierta de los virus y puede conferir propiedades tales como método cambiado de transmisión entre plantas. El segundo riesgo potencial es que la recombinación entre los virus ARN y un viral ARN dentro del cultivo transgénico puede producir un nuevo patógeno que conduce a más severos problemas de enfermedad. Algunos investigadores han mostrado que la recombinación ocurre en plantas transgénicas y que bajo ciertas condiciones produce una nueva cepa viral con un rango hospedero alterado (Steinbrecher, 1996).
La teoría ecológica predice que el panorama de homogenización a larga escala con cultivos transgénicos agravará los problemas ecológicos ya asociados con el monocultivo en la agricultura. La expansión incuestionable de esta tecnología en los países en desarrollo pudiera no ser prudente o deseable. Hay fortaleza en la diversidad agrícola de muchos de esos países, y no debe ser inhibida o reducida por el monocultivo extensivo, especialmente cuando las consecuencias de hacerlo así resulta en serios problemas sociales y ambientales (Altieri, 1996).
Aunque la consecuencia de los riesgos ecológicos ha recibido alguna discusión en círculos gubernamentales, internacionales y científicos, las discusiones frecuentemente se han practicado desde una perspectiva estrecha que ha rebajado la seriedad de los riesgos (Kendall et al. 1997: Royal Society 1998). De hecho los métodos para la evaluación de los riegos de cultivos transgénicos no están bien desarrollados (Kjellsson y Simmsen, 1994) y existe una preocupación justificable de que el actual campo de pruebas de bioseguridad dice poco acerca de los riesgos potenciales ambientales asociados con la producción a escala comercial de cultivos transgénicos. Una preocupación principal es que las presiones internacionales para ganar mercados y ganancias está resultando en compañías que liberan cultivos transgénicos demasiado rápido, sin la apropiada consideración por los impactos a largo plazo en las personas o el ecosistema.
- Existen muchas preguntas ecológicas sin respuesta con relación al impacto de cultivos transgénicos. Muchos grupos ambientalistas han indicado la creación de una regulación apropiada que medie entre la experimentación y la liberación de cultivos transgénicos para compensar los riesgos ambientales y demandar una mejor evaluación y comprensión de las consecuencias ecológicas asociadas con la ingeniería genética. Esto es crucial ya que muchos resultados que surgen del comportamiento ambiental de los cultivos transgénicos liberados sugieren que en el desarrollo de "cultivos resistentes", no hay solamente la necesidad de probar los efectos directos en el insecto objetivo o maleza, sino también los efectos indirectos en la planta (por ej. crecimiento, contenido nutritivo, cambios metabólicos), suelo y organismos que no son objetivo. Desafortunadamente, los fondos para la investigación sobre evaluación del riesgo ambiental son muy limitados. Por ejemplo, el USDA gasta solamente 1% de los fondos asignados a la investigación biotecnológica sobre evaluación de riegos, alrededor de US$1-2 millones por año. Dado el actual nivel de despliegue de plantas de ingeniería genética, tales recursos no son suficientes para incluso descubrir la "punta del iceberg". Es una tragedia en desarrollo que tantos millones de hectáreas hayan sido plantadas sin adecuados patrones de bioseguridad. Mundialmente, tal área (en acres) se expandió considerablemente en 1998 con el algodón transgénico que alcanzó 6.3 millones de acres, maíz transgénico: 20.8 millones de acres y frijol de soya: 36.3 millones de acres, ayudados por convenios de mercado y distribución en los que participan corporaciones y distribuidores (por ej. Ciba Seeds con Growmark y Mycogen Plant Sciences con Cargill) en ausencia de regulaciones en muchos países en desarrollo. La polución genética, a diferencia de los derrames de aceite, no puede ser controlada arrojando un botalón en su derredor, y por tanto sus efectos no son recuperables y pueden ser permanentes. Como en el caso de los pesticidas prohibidos en los países nórdicos y aplicados en el sur, no hay razón para asumir que las corporaciones biotecnológicas asumirán los costos ambientales y de salud asociadas con el uso masivo de cultivos transgénicos en el sur.
- Como el sector privado ha ejercido más y más dominio en promover nuevas biotecnologías, el sector público ha tenido que invertir una cuota creciente de sus escasos recursos en incrementar las capacidades biotecnológicas en instituciones públicas incluyendo el CGIAR OJO VER SIGLAS y en evaluar y responder a los retos planteados al incorporar tecnologías del sector privado en los sistemas agrícolas existentes.Tales fondos serían mucho mejor utilizados para extender el apoyo a la investigación basada en la agricultura ecológica, ya que todos los problemas biológicos que la biotecnología se propone pueden ser solucionados utilizando aproximaciones agroecológicas. Los efectos dramáticos de las rotaciones y el intercalamiento en la salud y productividad de la cosecha, al igual que el uso de agentes de control biológicos en la regulación de plagas han sido repetidamente confirmados por la investigación científica. El problema es que la investigación en instituciones públicas refleja cada vez más los intereses de las instituciones financieras privadas a expensas de la investigación de bien público tales como control biológico, sistemas de producción orgánicos y técnicas generales agroecológicas. La sociedad civil debe solicitar más investigación sobre las alternativas a la biotecnología por universidades y otras organizaciones públicas (Krimsky y Wrubel, 1996=. Existe también una necesidad urgente de desafiar al sistema de patentes y derechos de propiedad intelectual intrínseco al OCI OJO VER SI ES ASI la cual no solamente provee a las corporaciones multinacionales del derecho de tomar y patentar recursos genéticos, sino también acelerarán la tasa a la cual las fuerzas del mercado ya alientan el monocultivo con variedades transgénicas genéticamente uniformes. Basados en la historia y la teoría ecológica, no es difícil predecir los impactos negativos de tal simplificación ambiental en la salud de la agricultura moderna (Altieri, 1996).
- Aunque pudiera haber algunas aplicaciones útiles de la biotecnología (por ej. las variedades resistentes a la sequía o cultivos resistentes a la competencia de malezas), porque estos rasgos deseables son poligénicos y difíciles de construir por ingeniería, estas innovaciones tomarían por lo menos 10 años para estar listas para uso en el campo. Una vez disponibles y si los granjeros pueden afrontarlos, la contribución al fortalecimiento del rendimiento de tales variedades serían entre 20-35%; el resto de los aumentos del rendimiento debe provenir del manejo agrícola. Mucho del alimento necesario puede ser producido por los pequeños agricultores localizados en el mundo utilizando tecnologías agroecológicas (Uphoff y Altieri, 1999). De hecho, nuevas aproximaciones de desarrollo rural y tecnologías de bajo insumo encabezados por granjeros y ONGs en el mundo están haciendo ya una contribución significativa a la seguridad alimentaria a los niveles familiar, nacional y regional en Africa, Asia y Latino América (Pretty, 1995). Se han alcanzado aumentos de rendimiento al utilizar aproximaciones tecnológicas, basadas en principios agroecológicos que enfatizan la diversidad, sinergismo, reciclaje e integración; y los procesos sociales que destacan la participación y autorización de la comunidad (Rosset, 1999). Cuando tales características son optimizadas, se logra el incremento del rendimiento y la estabilidad de la producción, al igual que una serie de servicios ecológicos tales como la conservación de la biodiversidad, la rehabilitación y conservación del suelo y agua, mecanismos mejorados de la regulación natural de las plagas, etc. (Altieri et al, 1998). Estos resultados son un punto de partida para lograr la seguridad alimentaria y la preservación ambiental en el mundo en desarrollo, pero su potencial y futura extensión depende de inversiones, políticas, apoyo institucional y cambios de actitud por parte de los que hacen la política y la comunidad científica, especialmente el CGIAR OJO VER SIGLAS el cual debe dedicar mucho de sus esfuerzos para ayudar a los 320 millones de granjeros pobres en ambientes marginales. El dejar de estimular a las personas dedicadas a la investigación agrícola y al desarrollo, debido a la desviación de los fondos y la práctica hacia la biotecnología, desperdiciará una oportunidad histórica de elevar la productividad agrícola a formas de mejoramiento social económicamente viables y ambientalmente benignas.
REFERENCIAS
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FOR MORE INFORMATION
- The Parable of the Golden Snail
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http://www.foodfirst.org/