LA COLUMNA
De cuando alguien es su propio padre
MANUEL IGLESIAS
E evidente que con gran rapidez nos acostumbramos a todo y una prueba de ello es la noticia de la clonación de animales que son llevadas a cabo por equipo de científicos de distintos países, que ya se ha visto como algo relativamente normal, cuando no hace tantos años el mundo se asombraba por la clonación de la oveja Dolly.
La marcha de estas cosas nos hace temer que más tarde o más pronto, se va a llegar a la clonación humana. La experiencia demuestra que si existe una posibilidad en la ciencia, alguien la desarrolla algún día y no existen más limitaciones para ello que la propia capacidad técnica y de los conocimientos, puesto que confiar en reparos morales en un mundo en donde hay toda clase de personas y creencias, incluidas las que no creen en nada y mucho menos en las barreras éticas, se antoja una utopía. Y más aún cuando a alguien se le presenta la oportunidad de pensar que puede convertirse en una especie de sucedáneo de Dios, creando vida.
Lo que sigue sin aclararse del todo, si es que llega a existir en nuestra sociedad individuos producto de la clonación, es qué consideración jurídica tiene un personaje creado de esa manera. Parece algo sencillo, pero no resulta tal. ¿La copia idéntica no es, en cierta forma, el original mismo? ¿se puede distinguir a uno en relación al otro en cuanto a derechos, por ejemplo, de herencia familiar?
¿Es un hermano del clonado?, ¿un gemelo con decena de años de diferenciaen la edad? ¿un hijo?, ¿es el mismo clonado?, ¿qué derechos y obligaciones tiene?, ¿iguales que el ejemplar primigenio?, ¿cuál es la relación respecto a poderes de terceros sobre un patrimonio, por ejemplo, los hijos del original?
Es un mundo jurídico apasionante, porque es de suponer que si llegara a producirse un clonado –o miles- no podrá considerarse a los mismos algo así como una 'no-persona', sino que se incorporaría al género humano. Pero si no se le ubica respecto a ese qué es en relación al original, no se puede establecer cómo le afectan las leyes que tipifican la propiedad y los derechos. Porque ya existen los bebés probetas, pero se trata de la aplicación de medios técnicos a un sistema de progenie que sigue fundamentado en un proceso hombre-mujer. Pero en este caso se trata de una copia pura y dura.
Y eso abre otros tantos interrogantes no aclarados en el campo de las leyes de la sociedad, como respecto al complejo mundo de las creencias religiosas. ¿Poseería la misma alma, en el concepto judeo-cristiano, pero compartida?, ¿sería, anímicamente, un ser diferente, pese a ser un clon?
De momento, todo es una especie de juego que se presta a la especulación en una charla intrascendente, pero quién sabe si dentro de unos años nos estaremos haciendo estas mimas preguntas y otras de una manera mucho más seria, para afrontar una situación que sería inédita en toda la historia del hombre.
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