Groningen: un protocolo intolerante
Carlos Alberto Gómez Fajardo, MD - elpulso@elhospital.org.co
Es muy conocido en la práctica médica contemporánea el efecto negativo que tiene lugar cuando en la misma priman la despersonalización, los fríos criterios “costo-eficiencia”, el manejo burocrático y normativo en el cual intervienen impersonalmente protagonistas -enfermos y médicos- que se convirtieron en sujetos sin rostro, distantes, apáticos funcionarios o usuarios que reducen sus actuaciones a las de robots de un escenario de “protocolos”, rodeado de muros altos, fríos y sin ventanas.
Una prueba -actual y dramática- de esta alteración del original “ethos” humano de la profesión médica, está en la propuesta de unos pediatras holandeses que defienden la muerte selectiva (infanticidio) de niños con severos trastornos, especialmente los nacidos con mielo-meningocele. Se trata del “Protocolo de Groningen”. En criterio de esos funcionarios, hay niños cuya “calidad de vida” no cumple con requisitos mínimos para ser aceptados por la sociedad. Por tanto, deben ser “suprimidos”, para evitarles sufrimientos a ellos y a sus padres. Hay cuestionamientos lógicos ante aquella concepción utilitarista del acto médico, que se torna en acción a favor de la muerte. Quizás por su evidencia parezca sorprendente la necesidad de afirmarlo, pero así es: con el Protocolo de Groningen se pretende violar descaradamente la Declaración Universal de Derechos Humanos en su artículo 3º: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.Hay otro olvido injustificable en la sociedad europea de inicios del siglo XXI: se deja de tener en cuenta que precisamente en el Código de Nuremberg, se hizo énfasis en la situación de las personas con limitaciones de la autonomía. Se impone el deber de tener especial cuidado con el tema de consentimiento: “…el consentimiento voluntario del sujeto humano es absolutamente esencial”. Al olvido de las lecciones de Nuremberg sobre el consentimiento en poblaciones en situación de fragilidad, se añaden otros olvidos: La declaración de Helsinki-Tokio (1964-1975) reza en su introducción: “La misión del médico es velar por la salud de la humanidad. Sus conocimientos y su conciencia deben dedicarse a la realización de esta misión”.Sobre todo, hay una falta de memoria histórica, con honda cercanía geográfica: pretenden olvidar los pediatras holandeses que precisamente con la Alemania nazi se dio inicio a las políticas de exterminio mediante la institucionalización de la muerte de algunos calificados como indeseables -comenzando por los niños enfermos- decretada por los “Tribunales de Eugenesia”.Hoy reaparece la mentalidad costo-eficiencia de aquellos ominosos años 20 del siglo pasado: se imponen los criterios de “calidad de vida”, que pretendiendo objetividad llevaron a la sociedad a creer que realmente era un beneficio la aniquilación de los que fueron rotulados “indeseables”. Alfred Hoche y Karl Bingding sostuvieron esas tesis en aquel ambiente académico y jurídico: había vidas “que no merecen ser vividas…”. Los modernos pediatras holandeses que proponen el fatídico “Protocolo de Groningen”, copian las políticas de eugenesia que Europa habría querido olvidar. A ello se suman otros planes de gran alcance, como el “Eurocat Working Group”. Cuánta actualidad tienen hoy las palabras de H. Arendt (“Responsabilidad y juicio”; Paidós, Barcelona 2003): “… Auschwitz había sido creada para la ejecución de matanzas administrativas que debían llevarse a cabo con arreglo al más estricto reglamento. Dicho reglamento había sido redactado por los asesinos de despacho y parecía excluir -probablemente había sido redactado precisamente para eso- toda iniciativa individual, para bien o para mal. El exterminio de millones de personas fue planificado para que funcionara como una máquina…”.¿Es aquella máquina de exterminio diferente de lo que hoy se conoce como “Protocolo de Groningen”? .
http://www.periodicoelpulso.com/html/0904abr/opinion/opinion.htm