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¿Y las humanidades?

sábado, 1 de agosto de 2009

¿Y las humanidades?
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo

Algunos datos de la realidad cotidiana hablan de un serio déficit en la formación profesional de quienes son los protagonistas. Aquellas preocupantes carencias no tocan sólo aspectos técnicos de las actuaciones de egresados universitarios en diversos ámbitos; parece como si fuese el lucro personal o el beneficio egoísta lo que moviera a las actuaciones de gentes que son motivo constante de noticia: se pueden mencionar torres descomunales cuyas estructuras torcidas denuncian en lo que terminan proyectos comerciales que ocultan truculentos mecanismos de enriquecimientos particulares, propios de la picaresca de buscones como don Pablos o como otros pícaros conducidos a las galeras por amor, pero por amor al dinero ajeno…
Las maniobras habilidosas en el campo de la industria, de la política, de las finanzas, involucran el sometimiento de la libertad personal a los intereses materiales propios y de terceros, y la sumisión a ideologías y a modas, por parte de quienes debieran marcar caminos de autenticidad y de criterio independiente. No en vano debería ser mayor el escrutinio de los medios de comunicación en los aspectos morales del desempeño de los ciudadanos mientras mayores sean las responsabilidades y los niveles de decisión de aquellos; este principio debería tener validez tanto para el ámbito gubernamental como en el privado. Son frecuentes los funcionarios y burócratas empeñados en la técnica, reducidos al cumplimiento ciego de los mandatos de su inmediato superior, ignorando los evidentes cuestionamientos que pueden hacerse en lo que atañe a la justicia y a la licitud moral de las acciones y decisiones que afectan a terceros. Si no existen las herramientas racionales de discernimiento prudencial, la formación de los profesionales será apenas un proceso de entrenamiento de ejecutores técnicos, de repetidores de tecnologías, de comerciantes y “emprendedores” cuyo norte moral estará en la búsqueda del enriquecimiento personal mediante el uso y el abuso del saber y del poder, ignorando el sentido de la responsabilidad social y poniendo en entredicho conceptos como el de la solidaridad. En consecuencia de un déficit intelectual, serán sujetos que entenderán el sacrificio como una abstracción teórica que corresponde a los otros. Jamás a ellos mismos. Quizás esto sea una consecuencia de la ausencia de humanidades en los procesos educativos. Es inexistente, cuando no mediocre o equivocada, la formación universitaria en historia, en filosofía, en lógica, en religión, en historia de las civilizaciones, en estética. La pérdida del norte antropológico es campo propicio para los subjetivismos y relativismos, los “pretextantismos” de que hablara Giovanni Papini: el lucro personal y el egoísmo descarado hace parte del irrespeto al valor que se vive en épocas de cinismo e impertinencia. La necesidad de fundamento humano del actuar da realidad a la solidaridad entendida como responsabilidad hacia el semejante; el merecido trato al otro como a un igual, con especial consideración hacia quien se encuentra en situación de fragilidad por cualquier causa. Un profesional humanizado jamás descalificará o se aprovechará de quien atraviese momentos de pobreza y de máxima dependencia; puede ayudar efectivamente a construir un mejor país dentro del marco del respeto. Si no hay humanidades en su formación, no hay norte para la actuación: será para él lo mismo norte que sur, bueno que malo, ocho que ochenta. Todo será cuestión de “interpretación”: finalmente allá cada cual, en el espectro del nihilismo y de la disolución de las normas de convivencia y del respeto mutuo. Las humanidades aportan al discernimiento, al ejercicio de la prudencia que diferencia entre el “poder hacer” y el “deber hacer”, en fin, entre el vivir, y el vivir bien, no de cualquier manera, como se pretende en la civilización del utilitarismo. A fin de cuentas, las ciencias positivas, con sus excelentes aplicaciones concretas, no responden las preguntas fundamentales sobre el sentido, sobre el bien y el mal, sobre las implicaciones remotas de los procesos de decisión-acción en el marco de la libertad. Todos estos interrogantes humanos son reales; quien los omite niega las dimensiones más fundamentales del ser y reduce su actuar al de un autómata.

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idcuerpo=1&dscuerpo=Sección%20A&idseccion=3&dsseccion=Opinión&idnoticia=61555&imagen=&vl=1&r=buscador.php&idedicion=714

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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