Medicina basada en la prudencia
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Con frecuencia se hace referencia a la necesidad del análisis prudencial de situaciones clínicas concretas, en especial cuando estas se presentan en los espectros de la máxima dificultad, tanto en los procedimientos diagnósticos como en las propuestas terapéuticas en circunstancias de complejidad tecnológica.
En esta era en que la medicina ha evolucionado hacia una alta especialización e “instrumentalización”, es minuciosa la capacidad de medir o cuantificar con asombrosa precisión determinadas realidades objetivas. Basta ver los innumerables patrones de medición de datos y parámetros fisiológicos, bioquímicos, hematológicos, cardiovasculares y de funcionamiento de diversos órganos y sistemas, que se lleva a cabo de modo rutinario en los pacientes que han ingresado por diversas razones en unidades de cuidados intensivos. El paradigma contemporáneo de tan alta intervención mediada por la tecnología hace parte del incremento exponencial de la disponibilidad de las ayudas tecnológicas útiles en la interpretación de las realidades clínicas del paciente concreto. Karl Jaspers, uno de los más destacados pensadores médicos del siglo XX ya lo había comentado en su significativa obra “La práctica médica en la era tecnológica”: “… cuanto mayor el conocimiento y la pericia científicos, cuanto más eficiente la aparatología para el diagnóstico y la terapia, más difícil resulta encontrar un buen médico, tan sólo un médico”. El psiquiatra y pensador alemán escribía esto a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado. Por otra parte, no es de extrañar la actual preocupación social y política acerca del exponencial incremento de los costos de la atención médica y de la necesidad de intervenir en ello por diversos mecanismos: auditoria, normatización de las prácticas, medidas regulatorias, “managed care”. A la gran complejidad de la práctica clínica se añade un innegable deterioro del panorama en el aspecto jurídico que cada vez interviene con mayor peso en la relación médico-paciente en un entorno en que la “autonomía” del segundo a veces quisiera aniquilar la del primero. Estos son problemas existentes en ambos mundos, en el de la avanzada económica y tecnológica y en el que se encuentra en vías de desarrollo; es una constante global. No obstante lo anterior, tiene validez el compromiso con el “non nocere” hipocrático como principio rector de la práctica clínica contemporánea. El médico con capacidad de discernimiento ético -diferenciación entre el bien y el mal de acuerdo a escalas racionales de valor, y por supuesto, con elección deliberada, libre y consciente del bien como opción- está en capacidad de poner mucho de su parte para promover y favorecer el bien del paciente. Existe el peligro de caer en la confusión del concepto “salud” con el de “venta de tecnologías médicas”. Estos son dos temas bien diferentes, comercial el uno, de rango antropológico el otro. La realidad de enfermar es un dato de orden existencial. La historia clínica constituye un “relato pato-biográfico”, abarca la condición existencial de ambos (médico y paciente) y supone en toda su entidad la presencia entre ellos de una relación de carácter interpersonal. Por otro lado, está la realidad constantemente presente de la iatrogenia, el abuso comercial de determinadas tecnologías y modas, la poderosa influencia del “marketing” y de los medios masivos de comunicación en el tema del consumismo en aspectos sanitarios. Es cierto que la amenaza del encarnizamiento terapéutico y la pérdida del sentido de la proporcionalidad terapéutica existen y van de la mano de una hipertrófica “medicalización” de la vida cotidiana. Tiene especial importancia el ejercicio de la “phrónesis”, la clásica virtud de la prudencia para el discernimiento de lo que es bueno y malo por arte del médico tratante. Es básica la confianza del paciente en ese compromiso por parte de quien lo trata. Este concepto es aplicable también para equipos e instituciones en las cuales el manejo interdisciplinario es una condición pareja al nivel de complejidad e intromisión instrumental. La medicina basada en la prudencia afirma la fidelidad al “ethos” hipocrático: “primum non nocere”: de ella se habla poco y debería ser motivo más frecuente de consideración en las cátedras de las diversas especialidades.
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