Vestigium
De clínicas y de géneros
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Aunque la máxima autoridad municipal ha manifestado que se trata de un asunto que ya es "histórico", las importantes objeciones que se han planteado a la "Clínica de la Mujer" por parte de numerosas voces, merecen consideración especial.
Una de las objeciones fundamentales que se ha planteado es que su inspiración inicialmente fue presentada con despliegue mediático como centro de la eufemística "IVE". La IVE es la "interrupción voluntaria del embarazo", o sea, aborto, como es en realidad a lo que hacen referencia las normatividades emitidas por el Ministerio de la Protección Social con motivo de la sentencia C-355.
Con claridad se ha manifestado que se objeta la "ideología de género" que inspiró a esta institución como punto de servicio sanitario a una población femenina. Y aquella ideología es ciertamente cuestionable. Lo es en grado sumo, cuando los funcionarios oficiales se subyugan a sus delineamientos, y aceptan acríticamente su lenguaje, y sobre todo, su modo político de accionar. Es la obligación del funcionario público la promoción del bien común, no la de una orientación ideológica o política de grupo en particular.
Es justo hacer un recuento histórico:
la "ideología de género" como movimiento político neomarxista se encargó de influir de modo esencial en las conferencias de población de El Cairo y Pekín. Desde entonces muchas directrices del máximo nivel de influencia mundial (ONU, OMS) tienen el tono ideológico de esta tendencia. Ello se evidencia de modo especial en la terminología y en el discurso de los "derechos sexuales y reproductivos". Para el activismo de género el aborto es un "derecho", una adquisición de la cultura política de las mujeres en su lucha por la igualdad ante una condición de inferioridad histórica a que han sido sometida por los hombres y por estructuras de poder que encuentran obsoletas y que hay que destruir: la primera de ellas, el matrimonio y la familia.
La ideología de género tiene una profunda tradición marxista. Engels en 1884 se refería a "la primera opresión de clase, la del sexo femenino por el masculino". De acuerdo a la concepción dialéctica es la lucha lo que mueve la historia, pero ya no la "lucha de clases" económicas, sino la de "géneros". Hay por lo tanto, que eliminar la causa de ese enfrentamiento entre opresores y oprimidos; los antagonismos de género se fundan en la existencia de una institución opresiva: el matrimonio. Por eso, en el conocido discurso feminista y su tono bélico, se habla de opresión, de sistema patriarcal y del logro de la igualdad. Es otro raciocinio de la más honda raigambre materialista marxista, hoy presentado ante el público ingenuo desprovisto de aquellas dos palabras, que son claves para entenderlo: materialismo y marxismo.
Consecuencia de posteriores elaboraciones filosóficas viene algo más: para el activismo feminista de género no hay naturaleza en lo que atañe al ejercicio de la sexualidad. Afirman que "el género es una construcción cultural", el resultado de una opción. Proponen la "deconstrucción" de lo que creen son roles impuestos por la opresión de la cultura. Todo es cuestión de "decisión individual" en lo que atañe a las conductas sexuales; no hay "masculinidad o feminidad", hay en cambio, según esta visión que niega la naturaleza, cinco géneros diferentes.
Son de gran calado las objeciones que se presentan ante la utilización de los recursos en la promoción y práctica de las pautas de una ideología. Es deber y derecho de los ciudadanos participar e informarse a profundidad sobre las cosas que suceden en su propio vecindario. Y es bueno que estas inquietudes y cuestionamientos se presenten de modo franco y documentado. ¿No consiste en esto el ejercicio de la democracia?
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