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“Clínica de abortos”

martes, 15 de septiembre de 2009

Bioética
“Clínica de abortos”

Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Uno espera, como simple ciudadano, que los dineros recaudados por impuestos sean empleados para bien de la comunidad, para lo que se conoce como bienes comunes en beneficio de todos los ciudadanos, al menos de una gran mayoría o de una minoría verdaderamente necesitada que por sus circunstancias exija la solidaridad o la caridad humana.
Ninguna de estas condiciones aparece en la determinación de autoridades municipales en la creación de “La Clínica de la Mujer”, eufemismo para denominar lo que según la descripción de las labores que se adelantarán en dicha clínica, es simple y llanamente una clínica de abortos.
Entonces, ¿será ético, honesto, emplear el patrimonio de la comunidad en la construcción y mantenimiento de una clínica que servirá a unas cuantas personas para satisfacer la difusión de su ideología con el apoyo de las autoridades de turno? ¿Podremos sospechar que detrás de estas determinaciones sólo existe el interés de progresar en la carrera política con el apoyo de los jóvenes que se beneficiarán porque sus aventuras sexuales carecerán de la responsabilidad debida a su propia dignidad humana, a la de su compañero o compañera sexual -mejor aún genital- y a la de la criatura que engendraron irresponsablemente y que luego condenan a la pena de muerte sin que haya cometido ningún delito?
Los interrogantes que plantea el aborto son antropológicos, antes que legales o religiosos. ¿Qué es, ontológicamente, lo que se elimina o suprime? ¿Cuál es el estatuto del embrión humano? ¿Es realmente sólo un cúmulo de células y órganos o posee estructuralmente la condición de ser humano, de persona humana? ¿Cuándo adquiere y por qué razón la calidad de persona humana? La biología y la antropología filosófica nos permiten afirmar que desde la fecundación el nuevo ser, el zigoto resultado de la unión del óvulo y el espermatozoide humanos, es: una realidad humana, una persona humana en acto, que realmente es un “montón de células” -como afirman despectivamente los partidarios del aborto- porque todos lo somos en las diferentes etapas de la existencia, pero un montón de células constitutivas de una persona humana, porque los seres humanos no tenemos cuerpo sino que somos cuerpo, no tenemos espíritu sino que somos espíritu: cuerpo animado o espíritu encarnado.
Es persona en acto, no una persona posible. Realizada la fecundación, el nuevo ser inicia por su propio impulso vital -«autonomía teleológica» o «autonomía intrínseca»- la división en células y, posteriormente, la formación coordinada de los diferentes órganos. La madre le proporciona el ambiente propicio a su desarrollo autónomo, lo que no mengua la dignidad intrínseca e incondicional de ese nuevo ser humano, único, irrepetible, pues todo ser vivo, cualquiera sea la etapa de su desarrollo o maduración, necesita de un ambiente propicio para poder sobrevivir. Si el ambiente es propicio, las primeras etapas de desarrollo del embrión ocurren también en la reproducción asistida, en la reproducción fuera del vientre materno.
La biología nos enseña que desde la concepción, el zigoto o embrión es ser humano porque posee -mejor, porque es- la estructuración genética fundamental y ontogénicamente inmodificable propia del ser humano y no de otra especie, y que expresa su existencia en cada momento según su circunstancia. A este carácter estructural de la persona lo denomina Xavier Zubiri “personeidad” -diferente de personalidad- y nadie puede ser persona si no posee, mejor, si no es “personeidad”. En consecuencia: esencialmente y por naturaleza somos personas desde la fecundación porque estructuralmente somos personeidad desde ese instante. Entonces, ¿qué del tan manoseado concepto de “preembrión” de Ana McLaren? Al respecto enseña Jerôme Lejeune, gran médico y genetista: « […] nuestros colegas británicos inventan el término “pre-embrión”. Esto no existe ni ha existido nunca. No necesitábamos ninguna subclase a la que llamar “pre-embrión”, porque no hay nada antes del embrión. Sólo el espermatozoide y el óvulo, eso es todo».
El rechazo ético al aborto voluntario no es religioso en el sentido de confesión religiosa, como lo expresan los abortistas, sino antropológico, de convicción de respeto al ser humano. Ya en el Juramento (Hórkos) llamado Hipocrático
-finales del siglo V- se proclama en el voto IV: «No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia. Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo. En pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte»
Me pregunto: cuándo presenten públicamente cuenta de su gestión administrativa, los promotores de “La Clínica de la Mujer” dirán con toda franqueza cuántos seres humanos han asesinado en el vientre materno; asesinado, porque según el Diccionario de la Real Academia, asesinar es «matar a una persona con premeditación, alevosía, etc.», que es lo que ocurre en cada aborto voluntario.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

http://www.periodicoelpulso.com/html/0909sep/opinion/opinion.htm

Nota

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Perfil

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Medellín, Antioquia, Colombia
Magister en Filosofía y Politóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomada en Seguridad y Defensa Nacional convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Superior de Guerra. Docente Investigadora del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana. Directora del Grupo de Investigación Diké (Doctrina Social de la Iglesia). Miembro del Grupo de Investigación en Ética y Bioética (GIEB). Miembro del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del Centro colombiano de Bioética (CECOLBE). Miembro de Redintercol. Ha sido asesora de campañas políticas, realizadora de programas radiales, así como autora de diversos artículos académicos y de opinión en las áreas de las Ciencias Políticas, la Bioética y el Bioderecho.

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