«En las piedras está nuestro ADN»
Antonio Vallejo_Director de Medina Azahara
Antonio Vallejo es el eslabón de una larga cadena de piezas clave en la conservación de una joya universal. Hombre riguroso y adusto, protagoniza un salto decisivo en su consolidación y reinterpretación
Cuando apareció por Medina Azahara en 1985, el yacimiento arqueológico era un conjunto de piedras devorado por los jaramagos. Hoy, 25 años después, aquel joven arqueólogo que llegaba con un contrato temporal debajo del brazo es uno de los máximos expertos mundiales en este enclave universal subyugado por la leyenda.
—¿Por qué hay que conservar las piedras?
—Porque en las piedras está nuestra memoria, la historia de la humanidad, nuestro ADN como especie.
Este hombre que desgrana las palabras con una exactitud encomiable nació en Antequera hace 53 años. Su primer gran hallazgo vital fue la Universidad Laboral, en su sede en Cheste, aquel oasis de excelencia académica en medio de una España anticuada y mustia. Ya entonces mostró sus cualidades de alumno disciplinado y centrado en el estudio, que aún le acompañan. Su segundo descubrimiento fue el profesor Manuel Acién, docente de la Universidad de Málaga, que le inoculó el veneno de la arqueología islámica con un discurso «renovador» desconocido hasta entonces. Y fue él, precisamente, quien, tras varias excavaciones en Teba, Antequera, Alameda y Jerez, lo convenció para que se presentara a las oposiciones de arqueólogo de aquella Medina Azahara abandonada a la intemperancia de la naturaleza.
En 1985, la fascinante ciudad califal llevaba cuatro años desatendida, con tan sólo un vigilante que habitaba en su perímetro como todo equipo de conservación. Hasta que Manuel Ocaña, eminente arabista autodidacta, cogió la maleta y se plantó ante la recién nacida administración autonómica para implorar un poco de cordura.
—¿Qué hay en Medina Azahara: más ensoñación o más realidad?
—Hay de todo. La evocación sigue siendo fundamental. Y el conocimiento nos sitúa en la perspectiva de la compresión. Y ahora, con el museo, Medina Azahara se ha socializado, se ha democratizado.
—¿La leyenda se acerca a la realidad?
—Si hablamos de la leyenda que alude a una fundación por amor, no tiene nada que ver. Si hablamos de informaciones relativas al número de trabajadores o a los materiales, ahí sí que hay verdad, que entresacamos del magma que nos llega del siglo XIX a través de las fuentes escritas, sobre todo de Al Maqari.
—¿Fue una ciudad tan deslumbrante?
—Probablemente más. No sólo por la voluntad de crear un centro urbano de esa magnitud sino porque es un compendio de lo mejor del mundo culto de ese momento. Lo mejor de la arquitectura, de las artes decorativas, de la tecnología. Es un laboratorio de experimentación de tipologías arquitectónicas, de técnicas decorativas, a partir de influencias de Oriente. Aquí se reelaboran y surge un producto propio.
—¿Qué queda por descubrir?
—Siempre lo mejor.
—¿Qué es lo mejor?
—Saber cómo funciona una ciudad de este tipo. Tenemos el 10% excavado, que corresponde a la parte central del palacio. La zona política. El Salón Rico es el gran salón del trono del mundo islámico en este momento. No tenemos otro del siglo X en otra parte del Mediterráneo. Nos queda entender cuál es la relación entre las distintas zonas del palacio y cómo se relaciona con la ciudad. Quién vive aquí. Antes creíamos que vivían funcionarios y hoy sabemos que vive población común.
La entrevista tiene lugar en su despacho, ubicado en el impecable centro de visitantes construido a semejanza de un búnker futurista, que ha sido diseñado para limitar el impacto visual en la zona. Este innovador centro de interpretación sitúa a Medina Azahara en la órbita de los más avanzados de Europa y representa un salto decisivo para la comprensión del yacimiento.
Vallejo disecciona la historia de Medina Azahara con una precisión de cirujano. Y una pasión persuasiva. Nos explica, por ejemplo, cómo Abderramán III, el hombre que unificó el Estado, se planteó la construcción de la ciudad califal no en términos de competencia con Córdoba sino de complementariedad, en línea con el modelo abbasí de representación del poder. Medina Azahara era la capital política y Córdoba la religiosa. Hasta que el Califato se diluyó como un azucarillo en el café.
—¿Es la arqueología una ciencia romántica?
—Es una ciencia muy científica. Y cada día más. Pero el aspecto especulativo, de interpretación, es ineludible y tiene que estar ahí. Porque los objetos siempre serán susceptibles de reinterpretación.
—Un libro recién publicado, «La huella morisca», sustenta la identidad andaluza sobre el trauma de la expulsión.
—La expulsión morisca fue un trauma, qué duda cabe, que nos priva de unos grupos sociales y un saber acumulado que eran fundamentales para el desarrollo tecnológico. El de la identidad es otro discurso, un tema muy ideologizado, que está al mismo nivel que el de las tres culturas.
—¿Y el de las tres culturas es un mito sostenible?
—Sí, si se habla de las tres religiones. Lo que nos dice la cultura material es que no hay diferenciación en urbanismo, ni en materiales, entre colectivos.
—¿Eso significa que había integración? ¿O dominación?
—La palabra no sé exactamente cuál es. Quizás integración. Hay un personaje que viene en nombre del emperador y comprueba que los cristianos están integrados en la estructura política del Califato. Es una sociedad de una cultura islámica dominante donde conviven estos grupos. Y él no lo entendía.
—¿Es Antonio Vallejo un señor atado a un parque arqueológico?
—No. Hay otras muchas cosas que me interesan. Pero Medina Azahara forma parte de mi vida. Estos proyectos necesitan de mucha implicación. No se pueden desarrollar de ocho a tres.
—Su compromiso es absoluto.
—Te sientes un eslabón de una cadena que empezó en 1910, con figuras como Félix Hernández o el propio Manzano. La herencia es magnífica. Y te sientes con la responsabilidad de que nuestra generación lo traslade en buenas condiciones. Esto es fundamental.
—¿Se siente abducido por un proyecto poderoso como éste?
—Me siento copartícipe con muchísimos otros colegas. El lunes viene una investigadora de Nápoles para una estancia de dos semanas. La semana pasada estuvo una investigadora americana que quiere venir dos meses. Vamos a firmar un convenio con la Sorbona. Somos un centro asociado al CSIC. Tenemos relaciones con muchísimas universidades andaluzas y de fuera. La nómina de investigadores es estupenda.
—¿Qué lugar ocupa Medina Azahara en el mundo?
—Un lugar muy importante. Es un sitio conocidísimo en todo el mundo que genera mucho interés.
—¿Qué mitos hay que liquidar?
—El mito de la simplicidad. Este es un sitio complejo que necesita permanente atención. Y también el mito de que esto ya está acabado. Y no está. Hemos dado unos pasos importantísimos pero hay que continuar apostando por esto.
—¿Qué nos enseña la historia?
—La capacidad de generar maravillas, avances, belleza.
—Un disco de Nacho Cano se titula «Un mundo separado por el mismo Dios». ¿Qué le parece?
—En efecto: los hombres se han enfrentado por el mismo Dios. Hay que esperar que éste no sea el tema del siglo.
—¿Cuál es su pronóstico?
—Que, a pesar de todo, lo mejor está por venir.
—Por cierto, ¿sueña con los parcelistas?
—Para nada.
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