La eugenesia
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Francis Galton, primo de Charles Darwin, acuñó el término “eugenesia”, a finales del siglo XIX. La disciplina relacionada con el estudio y práctica del mejoramiento de las especies (vegetales y animales) mediante la selección de determinadas cualidades hereditarias llegaría a tener un gran desarrollo en la Inglaterra de comienzos de siglo pasado.
Karl Pearson, matemático, sucede a Galton en su cátedra de eugenesia de la Universidad de Londres. Sus tesis tendrían expresiones simples y contundentes: la tasa de nacimiento de los pobres constituye una amenaza para la humanidad; los superiores deben remplazar a los inferiores. A unos pocos años de iniciarse el siglo XX las ideas eugenésicas y de intervención demográfica tienen amplio despliegue en el mundo anglosajón: pronto vendrían las leyes de esterilización de amplia aceptación en diversos estados de los Estados Unidos en los años 30 y extendidas rápidamente a Alemania y a los países nórdicos. Después vino el exterminio como política de estado. Una de las primeras medidas del régimen hitleriano -elegido en las urnas- fue precisamente la que ordenaba la creación de los tribunales de eugenesia y la esterilización selectiva de aquellos a quienes el régimen consideraba indeseables o demasiado onerosos desde el punto de vista de la salud pública, en una despiadada concepción del análisis “costo-beneficio”. Se trató del inicio de la “rampa resbaladiza”; una vez pisoteada la dignidad individual, la política de estado pasa por encima, incluso, del derecho a la vida de los asociados. Con los anteriores datos históricos ciertos -el lector puede dar un vistazo a la palabra eugenesia en una fuente tan seria como la enciclopedia británica- es causa de estupor el retorno a las ideas de los años 30 que se está viviendo en la actualidad. Hoy proponen la esterilización como si prestaran un servicio novedoso y desinteresado a una sociedad pródiga en niños pobres y en problemas para solucionar. Quienes lo hacen, políticos, funcionarios, comentaristas, aprovechando las diversas tribunas públicas, quieren a la vez imaginar estar del lado de la “progresía”, de la filantropía y de las ideas avanzadas. No se trata de ideas avanzadas; la mentalidad eugenésica, y su vecina, la controlista y esterilizadora, no es novedosa. Es antigua, propia de regìmenes totalitarios en que la democracia se atribuyó con diversos mecanismos jurídicos el poder de usurpar los derechos del individuo. La hábil manipulación de la opinión pretende hacer pasar por filantrópicos aquellos principios que apenas han sido los “slogans” de control demográfico de una ideología de progresiva penetración en el público. Vale la pena considerar esto: la persona, su dignidad, su capacidad de ser responsable y de deliberar y decidir sobre sus actos, está por encima de las imposiciones de la mayoría en forma de leyes, sean aquellas eugenésicas o hagan parte de un plan de eliminación de quienes son considerados indeseables por terceros. Los planes controlistas de la China han terminado en una eliminación sistemática de millones de niñas. Reeditar esos errores no es modernismo, es apenas someterse de nuevo a los dogmas malthusianos y eugenésicos. Lo que hay en realidad es una inaceptable condición de injusticia y de ignorancia entre los pobres, algo que no se soluciona repartiendo premios por esterilizarse. Aquello es estimular a vender la dignidad humana a cambio de muy poco, aunque un funcionario de alto rango haga pública ostentación de ello, y aunque a ello hagan coro las publicaciones de farándula y de pensamiento “light” que pretenden uniformar la conducta de sus usuarios-clientes, haciéndoles creer que son libres, originales y filantrópicos en sus ideas.
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La eugenesia
jueves, 30 de julio de 2009
Adolescentes embarazadas
Adolescentes embarazadas
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Con insistencia las campañas pro-pagandísticas ordenadas por funcionarios de turno se refieren al tema del embarazo en las adolescentes. Puede creerse que se trata de decisiones de intención educativa y de sensibilizar a la gente sobre temas delicados; en realidad se trata de expresiones sintomáticas del manejo de un hecho sociológico cuyo alcance no se limitan al ámbito local ni a lo que a ellos mismos les parece un “problema de salud pública”.
A fin de cuentas aquel rótulo, “problema de salud pública”, no es difícil de atribuir oportunamente a casi a cualquier situación que surja como prioridad para algunos políticos: cáncer, desnutrición infantil, fármaco-dependencia, accidentes de tránsito, maltrato familiar, ancianos y enfermos desprotegidos por el sistema de seguridad social… la lista se extiende. Todos ellos son también “problemas de salud pública”: dependiendo de los vaivenes de las entidades se consideran idóneas para opinar sobre ellos, y como no, también para contratar publicistas que “eduquen” según definidos intereses y premisas. En el fondo de esto están los activismos ideológicos. Desde en una base antropológica racional puede afirmarse que la realidad del embarazo en adolescentes habla de un quiebre en el sentido de las acciones y comportamientos existenciales contemporáneos; aquellos son una obvia consecuencia de un modo particular de comportamiento impuesto sociológicamente por los medios masivos de comunicación en una atmósfera de “hipererotización” y de “hipertrofia de derechos” en la cual el tema de la familia, de los deberes y de las responsabilidades, quiere ser aniquilado de la base educativa de la persona. El “sexo libre”, presentado como opción ante los adolescentes no hace sino difundir el verdadero factor determinante de sus consecuencias negativas: la conducta sexual irresponsable y desligada de su contexto humano. No es sorprendente que la resultante de aquel vector elástico y permisivo sea lo que pretende evitar: embarazos “no deseados”, enfermedades de transmisión sexual, deterioro de la familia como entidad unificadora y promotora de la realización personal. Fidelidad, continencia, educación para la vida, formación de la inteligencia y de la voluntad, no hacen parte de lo que promueven aquellas campañas. Por el contrario, la propaganda oficial induce y estimula al factor real de riesgo en los adolescentes: la promiscuidad, la precocidad en las relaciones sexuales fuera de un contexto humano digno, el desligamiento de la sexualidad y la genitalidad. Este campo de fatales paradojas se aclara cuando bajo el “slogan” de los “derechos sexuales y reproductivos” se deja ver el poderoso elemento ideológico-político que lo sustenta. Esa terminología hace parte de corrientes muy fuertes de manipulación de la opinión pública; se corresponde con el manipulado concepto del “libre desarrollo de la personalidad” entendido como el despeñadero del egoísmo subjetivista que todo lo justifica, incluyendo el suicidio, la eutanasia y la “dosis personal”. Todas ellas son visiones “pro-choice”. La comunidad podría dirigir un escrutinio a la sumisión de los funcionarios encargados del manejo y orientación de las políticas sanitarias ante los intereses y el cabildeo político de la ideología de género que pretende deshumanizar la sexualidad; los ideales que las autoridades ahora presentan como suyos y como originales: “embarazo no deseado”, “el condón lo cargo yo”, “sexo seguro”, “por una vida sexual plena”, son apenas repeticiones propagandísticas que pretenden educar desde aquella perspectiva. Existen motores poderosísimos de intereses políticos y financieros en el escenario: la multimillonaria industria de la anticoncepción y el aborto, el feminismo de género convertido en agresivo activismo político, la relativización impuesta por la “ética de mínimos” que aspira llegar a alcances universales. A lo largo de toda la historia la sexualidad humana siempre ha sido un tema serio, algo que no se puede separar de la mayor trascendencia existencial, individual y colectivamente. La banalización de la sexualidad es una constante en las sutiles y sugestivas expresiones de un pensamiento único que coincide con los intentos de imposición de éticas minimalistas y universales según delineamientos del club de Roma. No es excusable que los funcionarios que toman aquellas determinaciones ignoren que obedecen a ideas externas; deben recordar que lo están haciendo con los dineros del público elector, que son dineros oficiales. Y no todo el electorado permanece como un dócil, ingenuo e inactivo lector de vallas supuestamente educativas.
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Un proyecto desafortunado
Un proyecto desafortunado
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Se ha presentado ante la Cámara de Representantes un proyecto de ley para la conformación del “Consejo Nacional de Bioética”. Se argumenta que se trata de una entidad de carácter consultivo, operativo y asesor que se ocuparía de los delicados temas de la bioética, presentes en los diferentes ámbitos de la ciencia, la tecnología, la sociología, la educación, la política y la industria contemporáneos. Puede afirmarse que el proyecto firmado por el senador Clopatofsky es carente de sustentación académica, es débil, desafortunado y equivocado: la propuesta niega en su propio contenido la razón de ser de la bioética como actividad y ejercicio intelectual pues la reduce a un accionar político subsidiario de los intereses del Ejecutivo o del sector privado.
Se ha hablado por décadas del tema de la seriedad de la ética, de la gravedad de los problemas que deben ser enfrentados por las comisiones de alto nivel. No en vano una de las definiciones de lo que es la Bioética (Guy Durand) hace énfasis en su profundo contenido: búsqueda del conjunto de exigencias del respeto y de la promoción de la vida humana y de la persona en el sector biomédico. Son exigencias altas. Mucho más ahora, en un mundo cuyo norte antropológico parece borrarse ante los imperativos del utilitarismo y del materialismo. Detrás de temas como el proyecto genoma humano, las políticas demográficas neomalthusianas o la ideología de género, existen poderosos intereses y orillas filosóficas en conflicto. Enfrentarlos y dialogar con altura sobre ello no es la función de burócratas sometidos a la voluntad o el interés de sus momentáneos superiores jerárquicos. Un Consejo Nacional de Bioética debe ser el escenario del diálogo honesto y de la auténtica independencia intelectual. Esta disciplina tiene su propia y sólida tradición académica y racional, su vocación de diálogo que no excluye los aportes antropológicos de la religión (el proyecto mencionado excluye la religión, en un síntoma injustificable de intención laicizante); tiene su método, su sistema y su sustento teórico, las tres exigencias de la ciencia. Entre los graves defectos del proyecto salta a la vista otro: de los nueve miembros propuestos, los cuatro primeros son del ejecutivo, tres ministros y el director de Colciencias, o sus delegados. Con ello basta para que se trate apenas de un órgano político controlado por el ministro de la protección social. Otra expresión de centralismo, de unilateralidad, de ausencia de garantías para un diálogo académico profundo, creativo, enriquecedor, valiente. Hay que recordar que quizás menos torpe fue -al menos en la concepción teórica de lo que debe ser un organismo asesor en los temas de la bioética- el decreto presidencial 1101 de 2001 (Diario Oficial 44450, Junio 9 2001) mediante el cual se establecía la Comisión Intersectorial de Bioética… Puede ser oscuro el panorama para la patria si un organismo de esta naturaleza se convierte en un ente político más. Allí se darían cita la irreflexión, el afán de protagonismo, la puja por los intereses determinados por un ministerio fuertemente comprometido con la diseminación e imposición de prácticas cuestionables éticamente y que pueden ser sometidas a escrutinio racional académico bioético. El ministro que se automutila con la vasectomía o que impone reglamentaciones abortistas y eugenésicas ciertamente puede ser cuestionado racionalmente, más cuando el presidente hace menos de un año se manifiesta comprometido en el empeño por el respeto a la vida y a la libertad. No hay participación académica y multidisciplinaria en el proyecto de Clopatofsky: de él pueden beneficiarse aquellos “lobbistas” que esperan el momento oportuno para que el legislador beneficie sus intereses particulares, como ha sido evidente en el caso de los de la industria de la anticoncepción o de las eugenésicas tecnologías de reproducción asistida. Es más que desafortunado convertir un ente nacional de bioética en un pálido organismo burocrático subsidiario del Ministerio de la Protección Social.
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Las otras fármaco-dependencias
Las otras fármaco-dependencias
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
El caso sociológico del sildenafil (viagra) puede merecer algunas reflexiones: hay que tener presente el fenómeno real de la medicalización de una sociedad que cede ante las presiones propagandísticas orientadas a imponer un consumismo de objetos y de medicamentos para influir en las más variadas esferas de la vida de la gente.
Existen fármacos que hoy son presentados como panaceas o equivalentes contemporáneos a la utopía alquimista medieval. Continúa la humanidad, como ayer, en busca de piedras filosofales, de eternas juventudes, de promesas de idílicas estancias que radican en la confianza irracional en unas moléculas que ahora se hallan disponibles en los supermercados, para cualquiera, a cambio de un puñado de billetes. Hay varias caras de este cubo: las ventas del viagra (Pfizer) para el 2001 alcanzan los 1.500 millones de dólares. En el mercado colombiano hay 42 opciones diferentes del producto sildenafil, dato que expresa la violenta puja comercial involucrada en este proceso de ventas masivas, de publicidad y de mercadeo. La agresividad de este capítulo se vive comúnmente con el correo “basura” en la internet. Por todas partes se habla de “disfunción eréctil”. De modo menos repetido, por supuesto es algo de menor interés para la muchedumbre desorientada, se habla de la ley de Hatch–Waxman, ley de extensión de patentes (OMC 1994) para que la globalización no atente contra los intereses del capital. Con razón Marcia Angell afirma que una industria de tal volumen de ganancias (la farmacéutica) se comporta como un gorila de 500 kilos: hace lo que quiere. Para sus estrategias, aquella industria acude al estímulo de la comercialización de sus productos mediante la presión propagandística. Los gastos fuertes son en temas como el mercadeo y el monopolio de medicamentos, incluidos los esenciales. Hay poca investigación sobre enfermedades que afecten a los pobres y se logra, mediante el cabildeo político en el más alto nivel, que las legislaciones resguarden sus intereses. Son notorios los casos de los medicamentos “yo también” (“mee too drugs”, casos de la cerivastatina y el vioxx); hay documentadas críticas a la independencia de la FDA, el organismo estatal regulador de medicamentos para los Estados Unidos. Se crea hábilmente la necesidad de una droga; luego ésa necesidad se convierte en “derecho”; al cabo de poco tiempo, millones de dóciles consumidores pagarán gustosos por aquel producto que consideran su panacea y a la vez, su “derecho”, reafirmando, eso sí, que actúan porque son libres y porque tienen capacidad de compra. Vale la pena mencionar que en el campo de la anticoncepción hormonal -el negocio del sildenafil es diminuto en comparación a aquél- millones de personas sanas han sido llevadas a la necesidad de usar medicamentos potentes. El tema se continúa, tal es la lógica de un mercado implacable, con el de la menopausia. Las encuestas se refieren a estudios y descripciones de los hábitos de los consumidores; no son pautas éticas, son apenas descripciones de hechos sociológicos que en ocasiones son expresiones de consumismo masivo e irracional. La gente corre hacia el mercado que se encuentra en promoción, aunque la necesidad de ello pudiera ser puesta en cuestionamiento. A fin de cuentas, hasta hace pocas décadas la humanidad ha logrado pasársela sin el sildenafil, así como también lo ha logrado sin medicamentos para millones mujeres sanas, sin anticonceptivos orales y estrógenos. Ahora están en proceso la invención de la “disfunción sexual femenina”. En 1999 la revista Jama afirma que el 43 % de las mujeres padecen ésa condición. Un buen nicho de mercado, muy de acuerdo con el contenido ideológico de los “derechos sexuales y reproductivos”, ahora que se viven épocas de activismos políticos “de género”. Se da una mezcla de pseudo-academia y de habilísimas estrategias comerciales concertadas por la industria farmacéutica: opera en medio de la docilidad de los consumidores y de la generosa disponibilidad de las “autoridades académicas” que asumen gustosas el papel de divulgadores y vendedores. Que existan millones y millones de usuarios de algo no proporciona validez ética a ése mismo patrón de comportamiento, es un dato estadístico; lo frecuente no es lo bueno; lo bueno hace mención a una categoría de valor relacionada con el uso de la inteligencia y de la voluntad del ser humano, ser capaz siempre de algo mejor o peor, ni ángel ni bestia, pero siempre capaz de hacer uso de su libertad, independientemente de lo que le dicten los comerciantes.
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El afán por un mundo feliz
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
En buen momento la ciudad de Medellín ha recibido una visita de alto nivel académico y humanístico. Se trata de la serie de conferencias presentadas magistralmente en el seno de la UPB por el profesor José Luis del Barco, proveniente de la Universidad de Málaga, en este mes de septiembre.
El pensador español ha tocado muchos temas, en lenguaje preciso, documentado, riguroso y a la vez poético, dentro de la rancia tradición española del humanismo del siglo XX que está emparentada visceralmente con las reflexiones de colosos como don Julián Marías, Xavier Zubiri y Leonardo Polo. En su lenguaje castizo y con metodología didáctica original y aleccionadora, el profesor del Barco ha recordado mensajes breves y contundentes: primero está el respeto por la persona humana, ser intrínsecamente digno; la humanización es una prioridad siempre urgente; la ética es un modo de vivir humanamente en el tiempo; la disciplina de la bioética debe ser una servidora solícita al servicio de la existencia humana en apuros, en condiciones de fragilidad… Del Barco acude a una metodología didáctica muy interesante: los ejemplos de la literatura clásica universal son herramientas de la que se vale para destacar aquellas obras cuya importancia les ha otorgado validez constante. Como ejemplo está su ponderada consideración a “Un mundo feliz” De Aldous Huxley. En aquella novela la deshumanización sucede en una hipotética sociedad planificada en la cual el hombre estaría por debajo del nivel de la organización social suprema. Allí la uniformidad de los conceptos y actitudes impuesta por el poderoso conduce a la pesadilla de la aniquilación del ser; algo que no deja de tener muchas similitudes con un mundo contemporáneo pretendidamente globalizado. Allí se presentan la promiscuidad como pauta de comportamiento social, los reducidos criterios de felicidad uniforme son cuidadosamente estimulados por el consumismo y el control mediático, la repartición de drogas de la felicidad –el soma- basta para el acallamiento de las conciencias críticas. En aquel mundo opera la planificación genética y eugenésica, la manipulación sectaria y esclavizante de los seres humanos en diversas categorías según las funciones a que fuesen destinados: alfa, beta, gamma… Quienes pudimos escuchar a José Luis del Barco hemos recibido una importante recarga de baterías que nos reafirma que vale la pena el compromiso con conceptos tan profundos e indeclinables como el de la dignidad de toda persona humana sin discriminación alguna y sin que bajo ninguna circunstancia pueda aquella dignidad personal e individual ser puesta bajo los criterios de utilidad o costo-beneficio determinados por quienes aspiran o creen tener el derecho de ser controladores del individuo por supuestas prioridades comunitarias. Vale la pena meditar acerca del misterio trascendente escondido en cada persona, que siempre es algo más que su cuerpo, frágil límite, que siempre es capaz de algo mejor o algo peor; un ser viajero por la existencia que se va construyendo -perfeccionado o deteriorando- según el uso que de al bien supremo de la propia libertad. Vivir es hacerse, es decidir. El profesor Del Barco ha renovado nuestras energías para continuar nutriéndonos de la herencia humanista y antropológica del pensamiento español del siglo XX. Es un digno discípulo de Polo, de Marías, de Zubiri y Ortega: recuerda que hay que tener cuidado con el afán de buscar ahora un mundo feliz. En el siglo pasado lo que se halló sólo fueron las hecatombes de los totalitarismos deshumanizantes que hicieron morir a muchos creyendo buscar paraísos sociales inexistentes.
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Terrorismo de los laboratorios
Terrorismo de los laboratorios
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
Esta expresión, “terrorismo de laboratorios”, dura en su forma y en su contenido, se la debemos nada menos que al pensador don José Ortega y Gasset. En los convulsionados finales de la tercera década del siglo XX el filósofo español se refería críticamente a quienes se dedicaban a las disciplinas básicas del saber, especialmente a los médicos y físicos.
Pocos años después los hechos le darían la razón. Escribía Ortega hacia 1929: “… el médico usa, maneja los resultados de unas ciencias, pero no suele ser, ni poco ni mucho, hombre de ciencia, alma teórica. La buena fortuna, el favor del ambiente social suele exorbitarnos, nos hace petulantes y agresivos. Esto ha acontecido al físico, y por eso la vida intelectual de Europa ha padecido durante casi cien años lo que pudiera llamarse ‘el terrorismo de los laboratorios’”. En el campo de las investigaciones de la vida humana en sus inicios, la legislación europea ha sabido tener la manga ancha, ha sido elástica y ambigua, por no decir francamente manirrota e incoherente. Desde la decisión inicua de la “comisión Warnock” en 1984 que permitió para la Gran Bretaña el uso de embriones humanos en el laboratorio hasta el día 14 -definición arbitraria y carente de motivación científica- los abusos en el tema se han venido acumulando de modo vertiginoso. Después de aquella legislación, las fotocopiadoras de otros países han venido trabajando repetitivamente. Cada año se presentan en los diversos parlamentos “nuevos” proyectos de ley al respecto, como si fueran originales; suelen ser burdas copias de los errores de la citada comisión Warnock, pero eso sí, hábil y oportunamente maquilladas por sus “originales” proponentes. La “Human Fertility and Embriology Authority” de la Gran Bretaña ha respondido dócilmente ante las presiones y cabildeo de quienes manipulan poderosísimos intereses en el campo de la investigación básica. Ahora ha resultado con que da paso a la creación y utilización de embriones híbridos de material genético humano expuesto a las fases iniciales de desarrollo embrionario en óvulos bovinos previamente desnucleados. El pretexto para hacerlo es equívoco: hablan de las expectativas de tratamientos para determinadas condiciones degenerativas. Omiten -eso si lo hacen cuidadosa y sistemáticamente, y en ello comparte responsabilidad el papel de los medios masivos de comunicación- el hecho cierto y documentado de los avances que existen en tal materia mediante el uso de células madre de origen no embrionario, obtenidas por ejemplo de la médula ósea o de la piel de adultos. Esta segunda opción para la investigación genética, menos espectacular que la manipulación embrionaria y menos promocionada ante el público lego, no presenta las objeciones racionales y antropológicas que sí presentan ciertamente las técnicas de manipulación embrionaria humana… Ortega y Gasset se refería a la petulancia y la agresividad. Hoy podríamos añadir a aquella sólida crítica esta otra idea cierta: hay materias en las que no todo lo que se puede hacer en realidad se debe hacer. Hay límites que la razón impone. El afán de manipulación corresponde a un apasionamiento en el poder hacer, a un tecnocentrismo deshumanizante, máxima paradoja en una sociedad que tiene por costumbre reprobar las otras formas de brutalidad, de manipulación, de violencia y discriminación. En genética humana, energía nuclear, ecología, en los temas de ciencias básicas abundan los ejemplos trágicos. No todo es “progreso”; muchas veces ocurre que se pretende confundir a la opinión pública haciéndole creer que la novedad tecno-científica es moralmente aséptica y neutral. No lo es. Detrás están las intenciones de lucro individual o corporativo, y las manipulaciones políticas y electorales: ellas encuentran el éxito mediante el voto basado la ignorancia extendida de quienes eligen y creen entender lo que hacen.
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Ama de casa
Ama de casa
Autor: Pedro Juan González Carvajal
Cuentan las crónicas Platónicas que en la antigua Atenas los oficios de maestros y servidores públicos, no eran remunerados, pues era tal su importancia para la sociedad, que cualquier pago resultaría inadecuado para tratar de compensar lo invaluable de su labor.
Quiero hoy rendir un homenaje público a aquellas mujeres que desempeñan el papel más importante de la estructura social actual, si tenemos presente a la familia como su núcleo vital: el ama de casa, advirtiendo que la siguiente no es una apología al machismo, ni una subvaloración de los otros oficios que realizan hoy, con plena solvencia, las representantes del sexo femenino. No existe una profesión más demandante ni de mayor responsabilidad que el de viabilizar y desarrollar el componente fundamental de toda sociedad moderna: la familia. Son 24 horas al día al servicio exclusivo del buen funcionamiento de todas y cada una de las actividades que son necesarias para que este proceso tan dispendioso, desapercibido y a veces ingrato, funcione, no solo en su conjunto, si no en la potencialización del proyecto individual de cada uno de sus miembros. El ama de casa es ecónoma, experta en primeros auxilios, impulsora del desenvolvimiento infantil, solvente en relaciones humanas, multifacética en sus roles como esposa, amante, madre, amiga, compañera, instructora, supervisora, terapeuta, especialista en oficios varios, creadora de posibilidades en múltiples campos en medio de la escasez, profesora, recreacionista, secretaria, sicóloga, y profesional empírica en múltiples áreas del conocimiento y las ciencias humanas, que ningún posgrado de ninguna universidad sería capaz siquiera de intentar ofrecer, por lo complejo y lo variado del asunto, y por que su aplicación se realiza en vivo y en directo, en medio de las realidades complejas que vivencia cualquier grupo familiar. El ama de casa es paciente, posee un espíritu de gratuidad que ninguna otra profesión ofrece, es la primera que se levanta y la última que se acuesta, en medio de una jornada donde las actividades matutinas empatan con las vespertinas, las de la tarde y las de la noche, donde como los buenos centinelas, duerme con un ojo abierto y otro cerrado. Si hay hijos, parte de sus quehaceres tienen que ver con el seguimiento a sus labores escolares, el inculcar formas de comportamiento que considera adecuadas, el saber quienes son los amiguitos, el descubrir los deseos y las preocupaciones difíciles de expresar, el tener que empujar a veces y frenar en otras, el saber administrar la época prejuvenil cuando las hormonas se alborotan, y donde muchas veces coincide este período con aquellos ciclos biológicos femeninos naturales en que el funcionamiento de su cuerpo sufre cambios estructurales, que pese a ello, no le permiten ninguna pausa en su accionar. Pero sobretodo, lo más valioso, lo invaluable, lo irrecompensable, es el estar ahí, en el hogar, donde se le requiere, donde el esposo y los hijos encuentran a la dueña del hogar, como un ciprés enhiesto, siempre presente, siempre firme, prodigando su protección, su sombra, su fortaleza, sin delegar lo indelegable, sin permitir que sus obligaciones como madre sean reemplazadas por las empleadas del servicio doméstico, o por las guarderías que hoy por hoy, casi reciben a los niños, apenas salen del vientre materno. Uno no puede servir a dos señores: o se es ama de casa o no se es. Eso de argumentar que lo importante no es el tiempo dedicado a un asunto sino la calidad del poco tiempo que se dedica a este, no pasa de ser un eufemismo, un argumento simplón que sirve de autojustificación y consuelo a aquellos que por diversos motivos, todos ellos respetables, tienen que escoger entre dedicarse a su familia o salir a compartir la obligación económica y social del mantenimiento del hogar, presionado por una sociedad de consumo, que está aniquilando la base de las sociedades en el planeta. Formar una familia y tomar la decisión de procrear, son decisiones que cualquier ser humano puede tomar, pero que muy pocos saben llevar a feliz término, si nos atenemos al descuadernamiento social que se evidencia a lo largo y ancho del planeta, con las honrosas excepciones que son propias a cualquier actividad humana. La valoración de esta actividad, como la de muchas otras, se hace ya cuando la vida decae. Recordemos a Stefan Zweig, cuando advierte: “Una de las misteriosas leyes de la vida es que descubrimos siempre tarde sus auténticos y más esenciales valores: la juventud, cuando desaparece; la salud tan pronto como nos abandona, y la libertad, esa esencia preciosísima de nuestra alma, sólo cuando está a punto de sernos arrebatada o ya nos ha sido arrebatada”.
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La noción de soberanía
La noción de soberanía
Autor: Pedro Juan González Carvajal
Pasaron varias centurias antes que el Estado Moderno Occidental hiciera su aparición en Europa y luego se trasladara a América, evolución que aun cuando transcurrió en un período de tiempo más o menos común, estuvo influenciado por las condiciones propias de cada grupo humano, de cada grupo social, de cada sociedad política, de cada nación en particular.
Se reconoce que el Estado Moderno está configurado por tres elementos, que son: la capacidad de mando, el poder que se tiene sobre un grupo humano, la población, que se encuentra ubicada en un mismo escenario geográfico, el territorio. Que este Estado Moderno es reconocido, pues es capaz de concentrar en él un mayor poder que el de los otros poderes existentes, las corporaciones, lo cual permite su pleno despliegue de capacidades. Una de las condiciones propias de un verdadero Estado Moderno, es el pleno ejercicio de la soberanía, que adquiere la connotación de autoridad suprema, de poder supremo que posee el Estado, que dicho de otra forma, en palabras sencillas, consiste en la capacidad del Estado de tomar decisiones sin la interferencia de ningún agente interno o externo. En su momento, una muestra evidente de Soberanía era que el territorio perteneciente a un Estado, estaba plenamente protegido y sus fronteras estaban seguras. En el mundo virtual actual, la noción de frontera es reemplazada por el de umbral, y la Soberanía no se asocia solo a lo físico, si no sobre todo al ejercicio pleno de las capacidades que posee un Estado en beneficio de sus asociados, sin tener en cuenta y menos privilegiar, intereses diferentes, internos o foráneos. Lamentablemente existen Estados con pleno ejercicio de su Soberanía, y Estados, como el nuestro, con ejercicio limitado de su Soberanía. El derecho internacional reivindica la obligación que tienen los Estados por defender su territorio de incursiones no autorizadas por parte de terceros, sean ellos, personas o Estados. El derecho internacional avala el hecho de que un Estado con una adecuada conciencia y compromiso de Estado, y obviamente con una capacidad militar apropiada, derribe los aviones que violen su espacio aéreo, hunda los barcos que violan su mar territorial, elimine o capture a las fuerzas extrañas que se asientan en su territorio sin autorización, corte los cables submarinos que se desplieguen sin permiso sobre sus costas, entre algunos de los casos debidamente tipificados. Pero además, la Soberanía de un país se viola cuando el Estado que es el representante de los intereses de la nación, es obligado por otro a asumir posturas contrarias a su parecer, a sufrir coacciones en caso de no respaldar sus propósitos, a ser calificado de manera arbitraria con respecto al cumplimiento o no de las formas de actuación aceptadas por el Estado que sí sabe ejercer el Poder y que ejerce su Soberanía a costa de las Soberanías de los otros Estados, todo esto agudizado cuando existe por parte de un Estado, propensión a desarrollar actitudes genuflexas. Mientras se lee este artículo, ¿cuántos barcos están pescando en nuestros mares sin acuerdos previos? ¿Cuántos submarinos se asientan en nuestros mares? ¿Cuántos aviones y satélites registran nuestro territorio sin autorización? ¿Cuántas ayudas o préstamos se condicionan por efecto de la lucha contra las drogas o la violación de los derechos humanos? ¿Cuántos aranceles se suben o se bajan con el fin de favorecer o desfavorecer a un gobierno? Resulta preocupante que en los albores del Siglo XXI todavía el Estado colombiano tenga discusiones con algunos países por el tema de fronteras, tanto terrestres como marítimas. Es necesario que prontamente y de manera civilizada nos acerquemos a estos países con quienes tenemos diferencias y de manera creativa logremos sacar adelante estas dificultades que son normales entre grupos humanos cuyos intereses territoriales se tocan. De no hacerlo, sería dejar sentadas las bases para que intereses de gobiernos en dificultades prevalezcan sobre los intereses de sus naciones y se embarquen en aventuras desafortunadas que podrían terminar en conflictos armados. Así mismo, Colombia debe asumir la responsabilidad plena de lo que sucede entre los grupos armados por fuera de la ley y las fuerzas armadas constitucionales. No podemos continuar permitiendo que se nos reconozca como malos vecinos, que afectamos la tranquilidad de los países con los cuales compartimos fronteras. Es parte de la representación histriónica originada en la poca gobernabilidad que evidencian los países andinos, los reclamos permanentes de la República del Ecuador ante las constantes involuntarias o voluntarias incursiones del Ejército y la Policía en su espacio aéreo y territorial. En vez de tantos reclamos, los unos ciertos y los otros por comprobar, Ecuador como cualquier Estado en pleno uso de su Soberanía, podría derribar cualquier artefacto extranjero que estuviera violando su espacio aéreo. El derecho internacional lo respaldaría, así como también lo enjuiciaría en caso que finalmente el aparato cayera fuera de su frontera. El mundo requiere conciencia global y Estados maduros.
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No hay desarrollo sostenible sin niños
No hay desarrollo sostenible sin niños
Autor: Pedro Juan González Carvajal
El título del presente artículo, refleja una verdad de a puño y no puede entenderse como una invitación abierta para incrementar el índice de fecundidad ni mucho menos. El futuro existirá si tenemos humanos en ese entonces, pues de lo contrario, estaríamos trabajando con esfuerzo y construyendo sin sentido.
Sin embargo es necesario entender que la realidad futura dependerá tanto de la cantidad como de la calidad de niños que podamos potenciar desde hoy. Ante la inexistencia de una política demográfica medianamente seria, debemos insistir en que se tengan los hijos que verdaderamente se quieran tener y se puedan sostener, pues la creciente exigencia a partir de los derechos constitucionales, que el ciudadano le hace al Estado, sin que este sea capaz de generar los ingresos necesarios, es una situación que llegará más temprano que tarde, a un punto sin retorno. En cuanto a la calidad, es preciso entender que de acuerdo con las lógicas actuales, se hace impostergable la definición y establecimiento de una objetiva política de familia, pues la reparación de las carencias familiares se está convirtiendo en un costo social y económico insostenible. No pedemos entonces dejar desbordar el índice de fecundidad, pero tampoco podemos dejar deshilar la tela familiar, pues aun cuando hoy se ventila a los cuatro vientos, la necesidad de fortalecer el tejido social, y se invierten esfuerzos, recursos y se proponen estrategias, los resultados apenas se perciben, como se evidencia lamentablemente ante la dificultad que se presenta en nuestro territorio para que la población, a partir de la confianza, se junte y trabaje mancomunadamente en proyectos que les permitan el mejoramiento de su nivel social y económico, a través de figuras como la asociatividad y se aglutinen los esfuerzos bajo cualquiera de las múltiples formas que hoy se conocen. No existen familias sin padres y estos padres de ahora no están teniendo el tiempo necesario para estar al lado de sus hijos cuando apenas crecen y los entregan prontamente al sistema educativo para que los supla. Lo anterior no solamente es real, sino además, completamente válido y legítimo. Sin embargo, este esquema no está dando resultados, los nuevos hogares, que no familias, son desechables y al pobre Estado le cae la responsabilidad adicional de instrumentar programas y acciones para permitir que los padres o madres, solos y con hijos, puedan obtener un apoyo que les permita una vida con menos complicaciones. La inequidad de trato con respecto a las mujeres, que muchas veces tienen que escoger entre ser madres, ser trabajadoras o realizarse como profesionales, obliga a pensar en tratamientos especiales para que las responsabilidades de crianza sean compartidas entre padre y madre y que el hecho de tener un hijo no sea visto como una pérdida de oportunidades de otro tipo. Cuando recién se terminaba el milenio, entre los miles de evaluaciones y especulaciones que se hacían con respecto al anterior y al nuevo, se resaltó por parte de varias instituciones internacionales, que las profesiones que requería con mayor urgencia el nuevo milenio en sus inicios, eran las de padres de familia y de maestros. Un territorio sin base familiar, no tendrá base social y si no tiene base social, no podrá siquiera intentar el superar su pequeñez, a partir de desarrollos locales. Solamente la existencia de familias generará las raíces necesarias para que lo global no arrase con lo local y a partir de ahí, las diferentes actividades locales podrán impulsar a una sociedad de proyectos hacia estadios nuevos de bienestar. Un país donde se tienen muchos de los hijos por deber, ante la falta de una legislación moderna y una postura religiosa comprensible en sí misma pero salida de todo contexto lógico, está sentenciado a las problemáticas que hoy estamos evidenciando y que desbordan cualquier capacidad de respuesta. Un país donde se abusa de los niños, ya por maltrato, ya por que su niñez es superada por las necesidades y la obligación temprana de trabajar, un país donde el abusador en cualquier frente impunemente continúa haciéndolo, no tiene derecho a hablar de futuro. Lo primero es lo primero, y lo primero en toda sociedad que se respete y que quiera presentarse como culta y civilizada son los niños, no solamente por su indefensión, si no además, por el hecho pragmático de que ellos, si los dejamos y si los potenciamos, serán los postas de relevo en este tránsito temporal de los humanos por el planeta. No nos vayamos a equivocar: la unidad familiar en cualquiera de sus formas modernas, es la fuente primera de la formación y maduración de ese proyecto invaluable de la humanidad toda, que son los niños. Una sociedad que no encare con creatividad y firmeza este propósito, fuera de ser insensata, estará cavando su propia tumba.
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La geopolítica del miedo
La geopolítica del miedo
Autor: Pedro Juan González Carvajal
Los poderes que en el mundo han existido y sobretodo, han podido ejercer el poder, se han armado de un sinfín de estrategias con el fin de asegurar el apoyo o la resignación de aquellos que son el objeto de la aplicación del poder, ya sean ellos esclavos, siervos, ciudadanos, o simplemente humanos de cualquier tipo, a quienes hay que dominar para que no se interpongan y no interfieran en el avance de los propósitos de los dueños temporales del poder.
El tener objetivos comunes, el responder a una agresión, el desarrollar un proyecto específico, entre otras varias de posibilidades, servirá de argumento o de excusa, para tratar de “organizar” a los humanos de turno. Lamentablemente, la historia escrita por los historiadores de marras, se ha encargado de no dejar ver los períodos felices de la humanidad, a quien siempre se retrata en medio de conflictos de cualquier índole, donde no es si no que se supere alguno de ellos, para que inmediatamente aparezca otro, también de cualquier tipo. Pareciera que George Orwell en su libro 1984, con el Gran Hermano, hubiera reflejado la historia de la dominación, alrededor del miedo y del temor, lo que empleado sistemáticamente, daría paso a la aparición de una Geopolítica del miedo. Recordemos que el miedo se produce por un sentimiento de inquietud causado por un peligro real o imaginario, que finalmente se consolida en una sensación de inseguridad que desde lo individual se torna colectivo. A través del tiempo y con propósitos diferentes, todas las instituciones que en el mundo han sido, se han apoyado en el miedo para sacar adelante sus objetivos: las instituciones religiosas y su invención del pecado, el premio y el castigo, las instituciones políticas y su invención del delito, lo correcto y lo incorrecto, las instituciones educativas y su invención del saber, lo apropiado y lo inapropiado, las instituciones económicas y su invención del trabajo, lo productivo y lo improductivo, entre otros varios ejemplos. En medio de esta variedad de referentes cuasi-obligatorios, aparece la supresión o la restricción de libertades como un mecanismo apropiado desde la dialéctica, para que el humano pueda ejercer su libertad. La noción de enemigo, aparece y es reforzada para justificar la propia existencia de los “defensores de las libertades”, de cualquier época y lugar. El enemigo es primero el opositor del dios de turno y será llamado el maligno, o alguna referencia por el estilo. Luego aparecen los enemigos externos, los de afuera, que nos quieren invadir y ante los cuales hay que defenderse con fosas, murallas y cualquier estrategia que los mantenga lejos. Luego aparece el enemigo interno quien finalmente es quien no está de acuerdo con los intereses de los dominadores de turno y quiere reemplazarlos, en una verdadera historia sin fin. Finalmente, y ante las posibilidades nuevas que ofrecen las tecnologías que integran el planeta, aparece el llamado “enemigo global”, hoy denominado terrorismo, que busca reivindicaciones violentas de sus posturas o causas particulares, a costa de la permanente zozobra e intranquilidad de la población, que observa como sus gobiernos de turno no alcanzan a prever, ni mucho menos controlar, este tipo de acciones, evidenciando impotencia. La supresión de libertades ahoga el yo y constriñe al super yo. La pérdida absoluta de confianza anula las potencialidades individuales y colectivas y facilita la labor de aquellos que sí tienen clara, la verdadera utilidad de la existencia de los llamados enemigos. En el pináculo de la actual civilización vemos caer en pedazos los esfuerzos iniciados con la ilustración, que llevaron lentamente al reconocimiento y uso de la razón y que en algún momento nos permitieron advertir atisbos de modernidad. Tan cerca, pero a la vez tan lejos de la libertad, a nivel planetario: el miedo o el temor a la sexualidad, a la opinión manifiesta, al debate público, a la contradicción, a la tolerancia, a lo nuevo, a lo no comprobado, entre otras muchas realidades, contrasta hoy con la aparición de cierta tendencia hacia el unanimismo, al mesianismo, a la renuncia de la argumentación, a tragar entero, a la transformación de los análisis serios por opiniones faranduleras, a la proliferación de seudo-intelectuales áulicos y eunucos que se tranzan por pequeñas lisonjas por no contrariar al poseedor temporal de la verdad, a la enunciación permanente de los mismos problemas sin proponer y menos conseguir soluciones estructurales a los mismos. ¿No será, bajo otra perspectiva, que quienes tienen miedo son los dueños actuales del poder a nivel planetario, que observan, temerosos, que ante el actual estado de cosas, 80% de pobreza a nivel mundial, será imposible mantener el despelote bajo control? Sería bueno que desde ahora definiéramos a nivel mundial que vamos a hacer con los gobernantes y los gobiernos que sean incapaces de sacar adelante los compromisos firmados libre y publicitadamente desde la ONU por sacar adelante los Objetivos del Milenio, que no son otra cosa que la reivindicación de lo mínimo, para la construcción de la vida digna para los humanos.
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No ocultar lo lógico
No ocultar lo lógico
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
En varios capítulos de la medicina contemporánea se pone en triste evidencia el problema del desplazamiento del norte antropológico que ocurre debido a la progresiva influencia de una fe irracional en la tecnología, en los logros de lo que se “puede” hacer desde el punto de vista técnico-instrumental, dejando en el olvido el sentido humano del quehacer médico: eutanasia, distribución injusta de los recursos, encarnizamiento terapéutico, investigación médica en países subdesarrollados, confianza indebida en cuidados intensivos usados de modo desproporcionado, son algunos de aquellos temas.
Otro de los críticos capítulos es el de la reducción de la persona a la condición de objeto de supermercado; es lo que ocurre de modo necesario con la aplicación de las tecnologías de reproducción asistida en seres humanos. Aquellos avances, desde el histórico nacimiento de Louise Brown, la primera “bebé probeta” en 1978, continúan siendo objeto de titulares de prensa, los cuales frecuentemente presentan ante el público de modo positivo y encomiable lo que en realidad oculta grandes interrogantes: cuando se presentan “logros” como el nacimiento de niños “libres” de hemofilia o de fibrosis quística cuidadosamente se esquiva mencionar las palabras eugenesia y aborto. Pero eso es lo que ha sucedido en la realidad: la eugenesia y el aborto. Para que ocurran los nacimientos de unos niños, presentados por los medios como sonrientes retoños para la felicidad de sus padres (usuarios-clientes de los laboratorios en que se engendraron) necesariamente ha ocurrido la selección y eliminación deliberada de un alto porcentaje de embriones fruto de los mismos procesos. Un porcentaje tan alto como el 90% han muerto. Por cada centenar de niños obtenidos en condiciones de fertilización in vitro y transferencia embrionaria han muerto miles en condiciones de laboratorio. Y ello por causas no naturales: han sido seleccionados, manipulados, crio-preservados o simplemente descartados. La propia Sociedad Americana de Medicina Reproductiva reconoce el hecho. Las tendencias actuales tratan de imponer técnicas en las cuales se intenta reducir el número de pérdidas embrionarias. A todo aquel proceso de muerte selectiva de seres humanos se le aplican normas de calidad y de certificación ISO 9000. Se habla con frialdad en el medio de relaciones cliente-proveedor, se busca uniformizar procesos, satisfacer la necesidad del cliente, y en consecuencia, de la garantías de calidad del producto último… Se han ideado “índices de calidad embrionaria” que dependen de aspectos descriptivos como el número de blastómeros (primeras células de la división embrionaria), las características de su segmentación, el tamaño de los mismos, todo ello para determinar cuáles son los mejores y los más aptos para sobrevivir según los criterios de quienes los manipulan. No se le hace énfasis al público en un hecho cierto: las proporciones de recién nacidos vivos son inferiores al 12%. Se suele ocultar o tergiversar un hecho inobjetable: se trata de embriones humanos, seres pertenecientes a la especie, engendrados como producto de la unión de gametos (óvulo y espermatozoide) de la especie humana. No son embriones de bovinos ni de vegetales. Ninguno de los “científicos” dedicados a esta industria lucrativa y poderosísima en tecnologías e influencias, ha llegado a demostrar que no se trata de miembros de nuestra especie. Si existe un consenso en la descalificación moral sobre la aterradora realidad del secuestro y del homicidio, ¿cómo se explica que la sociedad quiera permanecer indiferente ante el hecho cierto de la muerte de aquellos otros miembros de la especie humana, que tienen el infortunio de pasar por las máximas condiciones de fragilidad e indefensión bajo el escrutinio de quienes se creen poseedores del derecho de decisión sobre sus vidas? Este fenómeno de insolidaridad y de encallecimiento de la conciencia en materia grave invita a que alguien se pregunte por el sentido último de las aplicaciones que la tecnociencia del siglo XX ha puesto en manos de la medicina del siglo XXI. No se trata de cuestiones “neutrales” sobre las cuales se deban hacer interminables debates. Se trata de verdades contundentes y poderosas: un ser humano es siempre, un ser humano, desde su inicio hasta su final; ello no depende de su edad, de su raza, de sus condiciones de salud, de su nacionalidad o de sus ideas políticas. No puede depender tampoco de las opiniones de quienes tienen intereses particulares en pretender esquivar los datos proporcionados por la realidad y por la razón natural.
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Beatriz Campillo
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La causa de la burla
La causa de la burla
Autor: Carlos Alberto Gomez Fajardo
En África subsahariana la epidemia del SIDA continúa en aumento. Se ha calculado que en el año 2006 el número de nuevos infectados con el virus superó los 2.5 millones de personas.
No es diferente el panorama en las sociedades occidentales en cuanto a la creciente amenaza que ha significado la enfermedad. En Uganda, lo reconocen las instituciones relacionadas con el enfoque epidemiológico serio del problema, se está ganando terreno, siempre y cuando el tema de la prevención no esté polarizado hacia el supuesto concepto del “safe sex” y en la propaganda a favor del uso del preservativo. La prevalencia de la infección por VIH en Uganda ha pasado del 18 % en el año 1992 al 6.7 % en el año 2006; la disminución de la pandemia en ése país se ha debido a los esfuerzos educativos en el sentido de una “educación para la vida”: mediante la promoción de una conducta humanizada y responsable en el campo de la sexualidad humana -abstinencia, fidelidad, monogamia- se ha avanzado en el freno a la enfermedad. El Papa ha dicho en Camerún que no es conveniente el enfoque del SIDA en el tema del preservativo. Ha hecho énfasis en el tema antropológico y en la intervención inteligente -el ejercicio de la inteligencia y la voluntad pertenece a la esencia de los seres humanos- sobre uno de los aspectos más fundamentales de la existencia de cada persona. El Papa ha propuesto, con una base antropológica racional, unas metas altas y humanas. Y como la contundencia de aquella verdad es tan poderosa, la “progresía” de buena parte de occidente se ha incomodado. El planteamiento del comportamiento humano responsable y digno pone nerviosos a los “librepensadores”. En realidad, buena parte del discurso “liberal” -haciendo referencia a una degradación demagógica y “light” del concepto “liberalismo”- se fundamenta en una manipulación degradante del concepto de la libertad. Lo que se ha establecido como “políticamente correcto” es manifestar a todos que todo vale, que allá cada quien con su “libertad” y con sus métodos de satisfacción personal de deseos y tendencias. Añaden los “progresistas” que lo que sucede es que “todas las opiniones son muy respetables” y que cada quien actúa como quiere. Pues tienen razón, pero sólo parcialmente. Por supuesto, aunque todas las opiniones merezcan algo de respeto, es un dato cierto –la realidad regala incontables ejemplos, sobre todo cuando se miran las cosas con perspectiva histórica- que hay unas opiniones mejores que otras. Hay algunas de ellas cuyas bases tienen un mayor fundamento racional que otras. Eso sí, no es infrecuente que algunas de las mejores opiniones no sean las más populares. Este es el caso: el tema de la humanización y el autocontrol en el comportamiento de la esfera de la sexualidad exige una comprensión esencialmente humana e inteligente de ello por parte de cada persona. Esta es una afirmación de carácter racional, documentada y poderosa, y esto es lo que el máximo jerarca de la Iglesia ha reafirmado. Por ello acude a una ética exigente en el campo del ejercicio de las virtudes. Como se sabe, a la gente parece gustarle más que le hablen de “derechos” y les fascina que se los enumeren repetidamente, mientras que son poco bienvenidas las advertencias sensatas sobre los “deberes”. El Papa se ha referido al deber de ser humanos y dignos. Por eso sus palabras en Camerún han merecido las frecuentes críticas y burlas con que algunos medios masivos se deleitan, contradiciendo su razón de ser en relación a la difusión de la verdad y de formación del criterio de quienes los leen o escuchan. Es una realidad que el concepto del “sexo seguro” no es sino una colosal mentira cuyas consecuencias son fatales: la promoción del uso del preservativo estimula la conducta de riesgo, que es la responsable de la diseminación de la enfermedad. La promiscuidad y el comportamiento sexual deshumanizado son los determinantes de la epidemia del SIDA. Ésa es la verdad sencilla y es lo que ha afirmado el Santo Padre. Ante la falta de argumentos muchos acuden a lo que no es sino una muestra del nerviosismo y la debilidad intelectual de la “progresía”, de los áulicos de la “postmodernidad”: la burla. Quizás también así imaginen que se eximen de la parte de la culpa contenida en sus propios fracasos.
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Así avanza la mentalidad favorable al aborto
ZS09073007 - 30-07-2009Permalink: http://www.zenit.org/article-32085?l=spanish
Así avanza la mentalidad favorable al aborto
Entrevista con el médico y ginecólogo Carlos Alberto Gómez Fajardo
MEDELLÍN, jueves, 30 julio 2009 (ZENIT.org).- La defensa de la vida, los traumas posteriores al aborto y la objeción de conciencia son algunos de los temas que se analizarán en el Primer Congreso Internacional sobre la defensa de la vida: "el estado de indefensión del ser humano hoy".
El evento se realizará los días 1 y 2 de agosto la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia. Cuenta con el apoyo, entre otros, de A.B.C Prodein y sus Centros de Ayuda para la Mujer, Vida Humana Internacional de Estados Unidos, el Centro de Ayuda para la Mujer de México y el Proyecto Esperanza de Chile.
ZENIT entrevistó a uno de los ponentes de este evento, Carlos Alberto Gómez Fajardo, médico-ginecólogo, especialista en bioética en la Universidad de la Sabana de Bogotá, columnista del diario "El Mundo" de Medellín.
--¿Cómo cree que en América Latina, se ha cambiado la visión sobre el aborto, visto hace pocos años por el ciudadano común como un delito y ahora visto por el mismo ciudadano común como un derecho?--Carlos Alberto Gómez Fajardo: Tal vez por extensión algunas de las realidades sociológicas que vivimos aquí puedan equipararse a las de países vecinos, cuyo origen histórico es tan profundamente compartido.
Hay una "liberalización" de la mentalidad en el tema del aborto. Es como si fuera "políticamente correcto" referirse al tema de la despenalización como un avance, como una puesta al día de una idealizada globalización. Creo que la poderosa marea de una ideología "progresista" ha marcado su impronta, al menos en los aspectos legislativos.
Esta "liberalización" de la opinión también se puede entender como un síntoma de la pérdida de referencia a los patrones racionales y antropológicos. Se ha pretendido debilitar y relativizar conceptos como el de la familia tradicional y los medios empeñados en servir a la causa "progresista" no esquivan ninguna ocasión para hacer objeto de crítica y aún de burla los valores y modos de vivir y de educar que son estigmatizados como "tradicionales". Se ha pretendido poner en un nivel de igualdad los conceptos de lo tradicional con lo de hipócrita o pacato. De modo ingenuo muchas personas acogen estas posturas "light", pues así se evitan situaciones de confrontación de ideas y convicciones. Se extiende el modo común de confundir lo frecuente con lo normal. En mi opinión, se extiende un modo inauténtico del afrontamiento de las realidades. En ello tienen mucha responsabilidad los medios masivos de comunicación.--Pese a que hace tres años se despenalizó el aborto en Colombia en algunos casos, aún son bajas las cifras legales que se hacen de estas prácticas. ¿A qué cree que se debe este fenómeno?
--Carlos Alberto Gómez Fajardo: En realidad el número de abortos provocados siempre ha sido bajo. Que los registros después de la despenalización continúan siendo muy escasos, revela un dato que se ha señalado desde hace tiempo: las cifras que utilizaron los promotores de la normatividad abortista sobre "aborto inseguro" siempre fueron falsas. Este fenómeno también ha sido registrado en los Estados Unidos. En Colombia, como en países de comparable nivel de desarrollo (comparable en "Indice de Desarrollo Humano" del PNUD) la mortalidad materna se debe principalmente a temas relacionados con hemorragia, infecciones obstétricas y trastornos hipertensivos del embarazo. Estas cifras no se corrigen con la imposición de "servicios" abortistas. Se corrigen con el mejoramiento de las condiciones globales de la población en lo que atañe a educación y a disponibilidad, oportunidad y accesibilidad a servicios médicos de control prenatal y atención obstétrica competente.
Los términos "aborto seguro" y "aborto inseguro" no son estrictamente académicos. Son términos que han sido utilizados con fines de manipulación mediática y política y han sido usados para obtener los fines de quienes están interesados en determinados activismos desde instancias muy altas en el concierto de los poderes. El nivel de discernimiento racional de un público mediocremente informado lo lleva con facilidad a conclusiones equívocas.--¿Qué debe hacer un profesional de la salud cuando entran en conflicto el deber que debe cumplir en la institución donde trabaja y lo que le dicta su conciencia?
--Carlos Alberto Gómez Fajardo: Los médicos y enfermeras deben mantenerse muy bien formados e informados acerca de los fines de las propias profesiones sanitarias. Deben trabajar en el proceso de la formación de la conciencia propia y de los estudiantes de estas disciplinas. Deben manifestar ante sus superiores jerárquicos sus convicciones a favor de una práctica clínica que respete los fundamentos hipocráticos.
El aborto, la eutanasia, la manipulación indebida de los enfermos en situaciones de dificultad existencial, no constituyen actos propiamente médicos. Son actos contrarios a la esencia antropológica-racional de estas profesiones. En este sentido hay una colosal tarea educativa por delante, pues precisamente desde hace varios años se ha pretendido aniquilar la vigencia de la ética hipocrática. Algunos la consideran "superada".
Por otra parte, la sociedad debe reflexionar y reconocer la importancia del tema de la objeción de conciencia, tanto en el nivel individual como en el institucional. Las instituciones están constituidas y operadas por individuos. En el aspecto jurídico hay brecha por abrir en Colombia; en su artículo 18 la Constitución considera este derecho entre los fundamentales.--¿Cómo ve usted en América Latina la discriminación de aquellos profesionales de la salud que se niegan a practicar abortos?
--Carlos Alberto Gómez Fajardo: Con mucha preocupación. Significa que los aspectos represivos de una ideología reinante (la ideología de género) ya se han convertido en herramienta operativa de los anónimos funcionarios que desempeñan cargos de poder en el ámbito sanitario y en el judicial.
Esto recuerda la historia de mecanismos de imposición brutal y policial de la voluntad de unas autoridades que se esconden tras la norma jurídica para salirse con su operativo de imposición de una "mentalidad única". Es necesario analizar críticamente el tema de los mecanismos de "control de calidad" que operan en el ministerio del ramo y que exigen "celeridad y garantía en el servicio". Bajo estas figuras se ejerce un implacable sistema de adiestramiento a instituciones y personal operativo. Se les dictan las normas y se les obliga a cumplirlas.
Algo comparable está sucediendo con las políticas eugenésicas que funcionan en la comunidad europea, como puede verse en el "Eurocat Working Group" en lo que atañe a registro de diagnóstico prenatal de malformaciones congénitas.
Por otra parte, en el campo de la educación universitaria vienen retos antes difíciles de concebir. Ya hay académicos que pretenden la enseñanza y práctica de feticidios como requisito para la formación "idónea" del especialista en gineco-obstetricia".
--¿Cómo la negación de la objeción de conciencia facilita la promulgación de las leyes contra la vida?
--Carlos Alberto Gómez Fajardo: Si se niega la objeción de conciencia se vulnera el sentido de la democracia. La normatividad abortista y eugenésica -notable paradoja- es casi siempre defendida por sectores y activistas políticos que se presentan como verdaderos paradigmas de libertad y de democracia. Para muchos de ellos se acude insistentemente al concepto "respeto". Suelen evitar el afrontamiento racional del tema de la democracia como respeto hacia todos y evitan el afrontamiento del hecho de la autonomía teleológica o estatuto del embrión humano. Para ello acuden a los conocidos criterios "extrinsecistas" de la comisión Warnock o de ideólogos como Peter Singer, quienes estiman que la condición humana del feto (y del neonato) es algo que se va adquiriendo con el tiempo.
Con estos precedentes se puede correr el peligro de que estos sistemas judiciales positivistas se extiendan y lleguen a extremos muy preocupantes, como en el tema de la eutanasia y la pena de muerte.--¿No es una contradicción que en una sociedad cada vez más relativista, donde todo está permitido, justamente se juzgue al objetor de conciencia?
--Carlos Alberto Gómez Fajardo: Claro; en el relativismo hay grandes contradicciones. Se "tolera todo", pero no se tolera que las personas defiendan convicciones como la de la igualdad fundamental que existe entre todos los seres humanos, sin discriminación. En efecto, como algunos lo han señalado con mucha precisión, atravesamos épocas de dictadura de un relativismo ético que pretende imponer como "justo" lo que apenas es un modo común de interpretar erróneamente la realidad.
El pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila lo ha mencionado en algunos de sus escolios: "Porque las opiniones cambian, el relativista cree que cambian las verdades". "Se acostumbra pregonar derechos para poder violar deberes", y "La tolerancia ilimitada no es más que una manera hipócrita de dimitir".Por Carmen Elena Villa
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Griten por quienes no pueden gritar
Griten por quienes no pueden gritar
Jóvenes: No aborten esos niños que pueden tener una vida feliz en sus brazos o en los de padres adoptivos, quienes los esperan con sus brazos abiertos. Jóvenes: Sean ustedes los que den un grito pacífico pero convocante y comprometedor a una comunidad que sustituyó los valores por el vacío de una vida fácil. Griten por esos niños no nacidos que no pueden gritar.
EL COLOMBIANO
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Medellín
Publicado el 28 de julio de 2009
Es bueno que en Medellín se vaya a construir la Clínica de la Mujer que, además, valdrá 17 mil millones de pesos? La respuesta no es sencilla. Es esencial saber con claridad cuál es su misión fundamental y fundacional. Cuál es su objetivo básico.Percibimos, analizando la carta que envió a esta casa editorial la doctora Luz María Agudelo Suárez, Secretaria de Salud de la Alcaldía de Medellín, que se trata de un centro asistencial, uno de cuyos objetivos esenciales será facilitar a muchas jóvenes abortar, amparadas en el Decreto 4444 del 13 de diciembre de 2006.Quizás esta clínica de salud sea legal. Pero no todo lo legal es éticamente aceptable. Así muchos se peguen de la legalidad para dar vía libre a comportamientos, alegatos jurídicos y actos de gobierno carentes de ética.Y no nos estamos refiriendo a la moral católica, sino a los mínimos éticos que deben guiar a todo ser humano. El primero, el respeto a la vida. Y nosotros, en esta empresa de comunicaciones, luchamos por la vida de todo ser, especialmente de todo ser humano.Entonces, ¿cómo podríamos aprobar que se acabe con la vida de un niño en gestación, un ser que tiene el código genético desde que el óvulo materno es fecundado por el espermatozoide masculino? ¿Que se acabe con la vida de una personita que en el vientre materno siente, se alegra y se entristece? ¿Que desarrolla con prontitud el cerebro y vive alerta, que se comunica por códigos más universales que la palabra?Este ser humano es indefenso, en especial por cuanto no puede hablar. La palabra es un comportamiento social adquirido dentro del entorno cultural en el que se vive después de nacer. Por no tener la palabra, el bebé abortado no grita que quería vivir, que ese era su derecho.La Clínica de la Mujer tendrá servicios buenos y podrá valerse de la experiencia de otros centros idóneos que ya manejan las temáticas que también incluirá dentro de sus servicios: la educación preventiva para un manejo responsable de la sexualidad, de los factores de riesgo, la atención ginecológica. Este centro médico seguramente apoyará preferencialmente a todo ser humano de sexo femenino en todo lo que tenga que ver con su salud integral.Lástima, sí, que sea una clínica en donde se practicarán abortos, en donde trabaje personal de la salud que, por uno u otro motivo, pretenderá ignorar la esencia de su misión que es buscar la vida de todo ser humano, sin excepción alguna. Que olvidará o pretenderá olvidar, por uno u otro motivo, el Juramento Hipocrático.Lástima que sectores de nuestra comunidad estén inmersos en un materialismo sin sentido de la trascendencia. Donde prima el placer y el facilismo, para no usar una palabra ya obsoleta pero vigente, el hedonismo. Una comunidad que olvidó ejercer la autoridad con razones pero con firmeza, dentro de un marco de principios éticos esenciales. Una comunidad en la que los padres temen a los hijos y ha olvidado conjugar el verbo dialogar.Es cierto que hay un inmenso problema social, pero la solución no puede ser una clínica que, pegada a la ley, haga fácil el aborto, tal vez olvidando que hay otras salidas, además de la educación preventiva que evite embarazos prematuros.Entre ellas, asumir la paternidad y maternidad responsables, porque, del mismo modo que hay derechos, hay deberes. Entregar, en adopción, los niños no deseados. Hay millones de parejas dispuestas a recibir los bebés, cuyos padres biológicos no quieren o no pueden atender debidamente.Jóvenes: No aborten esos niños que pueden tener una vida feliz en sus brazos o en los de padres adoptivos, quienes los esperan con sus brazos abiertos. Jóvenes: Sean ustedes los que den un grito pacífico pero convocante y comprometedor a una comunidad que sustituyó los valores, por el vacío de una vida fácil. Griten por esos niños no nacidos que no pueden gritar.
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