Justicia y aborto
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
El vergonzoso y horroroso suceso de una niña abusada sexualmente por su padrastro y la gestación resultante de los actos delictuosos de éste, volvieron a poner sobre el tapete, y al rojo vivo, las opiniones en pro y en contra del aborto. No es el momento de hacer de nuevo un examen antropológico del todavía más horroroso hecho de matar a un ser humano que inicia su vida como resultado de actos en los cuales dicho ser no participó, ni ontológicamente pudo haberlo hecho.
Hemos presenciado entrevistas de comunicadores o periodistas en las que se hizo apología del derecho de la niña a decidir aún siendo menor de edad; a una abuela empeñada en que se lleve a cabo la muerte de su bisnieto que vive y crece en las entrañas de su nieta; de una madre que deja todo en manos de Dios, pero al final consiente; de secretarios de salud afirmando que puede y debe realizarse el aborto porque está despenalizado, de un Procurador que casi exige que se realice pronto; de unos médicos que prudentemente no querían llevarlo a cabo por temor de incurrir en penas legales, pero que no declararon públicamente su posición ética, una razón antropológica para no dejar de ser médicos y actuar como verdugos. Pero al fin de cuentas, encontraron al verdugo que ejecutó la sentencia de muerte.
Sin embargo, surge un tremendo interrogante para quienes creemos que no todo lo permitido por la ley es verdaderamente justo desde el punto de vista ético, es decir humano, antropológico. ¿Qué delito, qué falta cometió ese nuevo ser para ser condenado a la pena de muerte, cuando el padrastro que faltó inclusive a la ley natural que le indica proteger a su hijastra, una niña, recibe como pena cerca de cuatro años que pueden convertirse en unos cuantos meses de prisión? ¿Es acaso ese embrión, ese ser humano, el agresor, o será más bien él como su madre, personas agredidas? Quisiéramos escuchar sin ambages cual es el delito que según los acuciosos periodistas, los secretarios de salud, el Procurador, los Magistrados de la Corte Constitucional, el médico abortista, ha cometido ese nuevo ser para condenarlo a muerte, sin ninguna otra opción, sin posibilidad como sí la tiene su padre, de rebaja de penas, de rehabilitación.
¿Qué principio universal de justicia -no qué leyes positivas- permite ajusticiar a quien no participó ni siquiera como testigo en la ejecución de un crimen, -porque crimen es lo que llevó a cabo el padrastro de la niña en cuestión- mientras que al verdadero criminal sólo se condena a vivir protegido por el Estado en una cárcel unos meses o años? ¿O será que proclamar el aborto como remedio a la descomposición moral y social es sólo un deseo de figurar como personajes de “avanzada”, personajes que propician con su actitud el progreso de esa descomposición, en nombre de una libertad que discrimina al débil- y por lo tanto no es libertad es, más bien, libertinaje- y mucho menos justicia?
Y que no se nos diga que la defensa de la vida desde su comienzo es cuestión de curas de la Iglesia Católica. La historia nos muestra que los médicos, incluso en los pueblos mal llamados primitivos, siempre hemos optado por la protección de esa nueva vida como bien lo expresa el Juramento Hipocrático desde el siglo V o IV antes de Cristo: «No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia. Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo. En pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte».
En otras palabras, llevar a cabo un aborto es cometer un asesinato y a asesinar a un inocente estimulan con su conducta periodistas, magistrados, Procurador, etc., que se hacen lenguas haciendo la apología de esta repugnante y criminal práctica.
http://www.periodicoelpulso.com/html/oct06/opinion/opinion.htm