¿Cuándo se es madre asesina?
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Si la descomposición moral de una persona o de una sociedad se mide por lo horrible de los crímenes y la frecuencia de los mismos, no podemos ocultar la gravedad de nuestra realidad nacional y contentarnos con manifestaciones externas vehementes, conmovedoras, pero que pronto se olvidan ante hechos de similar magnitud en otras áreas.
Hace pocos meses el país entero se manifestó aterrado y avergonzado por la muerte del niño Luis Santiago asesinado por su padre, y recientemente, quizás con más dolor por ser la madre la asesina del hijo de pocos días de nacido, se repiten con expresiones de rechazo y con el clamor de justicia y de ira contenida las marchas de solidaridad en defensa de los niños contra estos progenitores homicidas y mentirosos, pues en ambos casos lloran y suplican -con cirio encendido en sus manos el padre de Santiago- para que quien secuestró a su hijo lo devuelva sano y salvo, cuando ellos saben con certeza donde está el cadáver y quien le arrebató la vida. Humanamente, lo único de mayor gravedad que estos asesinatos, sería la indiferencia de la comunidad ante conductas tan abominables.
Pero estos crímenes se repetirán si no analizamos con sinceridad y honestidad, así nos cueste reconocerlo, que en nuestros principios culturales se han introducido conceptos que restan todo valor al ser humano y a su existencia en cualquiera de las etapas de su desarrollo y que, por lo tanto, puede sacrificarse con la misma y a veces con más impavidez que cuando se elimina la vida de un animal irracional, de una mascota. Las mismas Instancias nacionales han resuelto que matar al hijo no nacido es una acción no punible y, sin embargo, se pide el máximo castigo para quien lo asesina fuera del vientre materno. ¿Podrá alguien demostrar con una verdadera antropología que en la etapa de desarrollo intrauterino ese ser no es el vástago humano, fruto de la unión de un óvulo y un espermatozoide de la especie humana, y en cambio sí lo es cuando ha nacido? Los partidarios del aborto dicen que en esas primeras etapas es sólo un montón de células -criterio que manipulan con doble moral-, pero es que un motón de células somos siempre, pero un montón de células que ontogénicamente son elementos fundamentales de la estructuración esencial del ser humano, estructuración que no es posible cambiar ontogénicamente. Es de advertir que esta imposibilidad de cambio estructural no es condición exclusiva del ser humano, sino propiedad de todas las especies vivas. Nuestra legislación permisiva y falsamente humanitaria es responsable de esta desvalorización del ser humano y del desprecio por el hijo, cualquiera sea la condición de su gestación.
El respeto incondicional y sumo por el ser humano desde la concepción hasta su muerte natural no es un concepto religioso como lo enseñan falazmente los abortistas y los partidarios de la eutanasia, sino un principio fundamental de toda antropología que merezca llamarse así. Es el respeto incondicional al ser inteligente, racional, libre y por lo tanto responsable de realizar su existencia con sentido humano y humanitario en medio de la comunidad en la cual convive.
La enseñanza de este respeto necesariamente debe iniciarse en el hogar, no sólo con las palabras sino especialmente con el ejemplo y continuarse en todas las instituciones educativas, incluyendo dentro de éstas los medios de comunicación de masas. Pero menguado será el resultado, o totalmente malogrado, si desde las instancias nacionales se sigue proclamando la impunidad a quien asesina al hijo sin nacer y castigando a quien lo hace después de nacido, creando así confusión y autorizando a la madre a decidir si su hijo debe morir o puede vivir.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.
http://www.periodicoelpulso.com/html/0808ago/opinion/opinion.htm